«De la Rutina a la Cotidianidad»

«De la Rutina a la Cotidianidad»

Autor: Varo Alex De La Costa

E-mail: varoalexdelacosta@gmail.com

Español, español, español.— Así se escuchaban los gritos del panadero, que cada día en la puritica mañana pasaba al frente de mi casa, para ofrecer un rico, delicioso y exquisito pan tipo español recién horneado.

Los iluminantes destellos de un rico sol mañanero se reflejaban con brillante calidez en los techos de las casas vecinas.

Papa levántese, venga para para alistarlo, ya es hora de ir al kinder — me llama mi bella madre y me dice desde la cocina — el desayuno está listo pero venga para bañarlo primero.

Y con los ojos aún entrecerrados por el sueño me dirijo hacia sus tiernos, dulces y cálidos brazos que me levantan sin mucho esfuerzo y me llevan directo hacia una pila de cemento bañada en ocre rojo, dejándome en el centro para tomar inmediatamente y con su mano derecha una palangana plástica de color azul que estaba situada al lado derecho de la pila, luego abre la llave del tubo, colocando debajo la palangana y una vez que esta se llena la lleva hasta mi cabeza volcandola para dejar caer el agua sobre mi cuerpo desnudo y desnutrido. Siento como el agua fría de la mañana se desliza desde mi rostro siguiendo su camino hasta mis pies.

Ahhh, está fría — grito debido a la temperatura del agua.

Ahora sus suaves y jabonosas manos se resbalan por mis brazos y mi pecho dejándome todo el cuerpo lleno de espuma de jabón, hecho esto vuelve a tomar la palangana para dejar caer sobre mi una vez más, una oleada de agua mañanera. Ahora si, después del baño me dirijo a la mesa para tomar mi desayuno, un trozo de pan español partido por la mitad y embarrado de mantequilla dos pinos junto con un poco de paté de ese que venden por onzas y una taza de café.


«Cuando el reloj marca la una. Los esqueletos salen de sus tumbas

Tumba que tumba que tumba tumba tumba

Cuando el reloj marca las dos. Los esqueletos comen arroz

Tumba que tumba que tumba tumba tumba”

Así reza la canción que nos enseña la maestra del kinder, Rosibel Pizarro, una mujer alta, morena y un poco entrada en años, al menos desde mi punto de vista.

Bueno a ver todos, cada quien busque un asiento. — Nos manda a todos a sentarnos en las pequeñas sillas, amoldadas a nuestro tamaño al igual que las mesas, pues llegó la hora merendar. Abro mi lonchera y sacó de ella un jugo en empaque tetra brik de Dos Pinos de manzana y un paquete de galletas cremita de Riviana Pozuelo, comienzo a saborear la galleta comiendo primero una de vainilla, separo sus partes y me como la que quedó sin crema, luego con el dedo recojo la crema de la otra parte de la galleta y me lo llevo a la boca sintiendo su dulce sabor. Ahora abro el jugo de manzana incrustando la pajilla en espacio destinado para ello, la llevo a mi boca y empiezo a succionar, mmm qué delicia, un néctar tan dulce como la miel o quizá más. Y así sucesivamente hasta terminar mi merienda.

Muy bien, ahora todos tomen el paño que trajeron de sus casas y extiendanlo sobre el piso. Es hora de tomar la siesta — dice la maestra a todo el grupo y todos obedecemos al momento.

Han pasado aproximadamente unas dos horas, el sueño ha sido bastante reparador y el reloj sigue corriendo, sus agujas siguen avanzando hasta que llega la hora de la salida, la maestra nos forma en dos filas y nos lleva hasta el portón principal, en donde me está esperando mi madre para llevarme de regreso a casa. Al llegar, siento un delicioso olor a pollo con papas, mi mamá ya había dejado listo el almuerzo antes de ir a recogerme al kinder, el olor es exquisito y me abre el apetito.

Mami quiero comida — le digo a mi bella madre, ya con la tripa casi pegada al espinazo, — primero cámbiese la ropa, para que no vaya a manchar la gabacha — y como quien se quita una avispa del culo voy corriendo a cambiarme pues estoy que me muero de hambre. Listo, finalmente me he cambiado la ropa y estoy sentado a la mesa esperando que mi madre me sirva la comida, un plato de arroz blanco, papa, pollo y un poco de caldo bañando el arroz, mmm sabroso.

José, vamos a jugar. — Me grita Tuco desde la entrada de mi casa, que no es más que un pequeño espacio entre una cerca de amapolas y una acera que va desde allí hasta la puerta del frente.

— ‘Nombres’, no tengo ganas. — Y me quedo en casa haciéndole compañía a mi madre, mientras ella hace el oficio de la casa. Seguramente estarán pensando que soy un buen hijo, porque preferí quedarme con mi mamá antes que ir a jugar, pero lo cierto es que no soy de andar mucho en la calle, aunque si salgo de vez en cuando. Pero, ahorita prefiero quedarme a ver tele, ya que están por empezar mis programas favoritos, enciendo el aparato justo a tiempo, ya está por comenzar “Mazinger Z”, wao me encanta esta fábula, se trata de un robot que es conducido desde su cabeza por un joven con el fin de combatir mal, en ocasiones lanza sus puños como proyectiles para atacar al enemigo. Al terminar sigue “Josefina”, una ballena imaginaria que vive en la mente de Santiago o “Santi” como se le llama con más frecuencia en la fábula. Seguidamente “Los Pitufos”, luego “Viviendo con Louie”, “Las Patoaventuras”, “Ironman 28”, “La Hormiga Atómica”, “Jace y los Guerreros Rodantes” y finalmente “El Capitán Raymar”.

Me levanto de donde estaba tan cómodamente sentado, sin mucha prisa me dirijo hacia afuera, hasta la entrada de amapolas, a la sombra de un árbol de almendra que está al lado derecho de la cerca y me quedo allí mirando al final de la cuadra, como a la espera de algo o de alguien. Al cabo de un rato, veo que viene caminando desde la esquina un hombre moreno, de bigote recortado y bien vestido, cabello alto lacio, el es grande, al menos desde mi punto de vista de niño de kinder. Salgo corriendo a su encuentro, — papi — le digo a la vez que me abalanzo sobre él con un fuerte abrazo, bueno fuerte abrazo digo yo, porque lo hago con la mayor fuerza que me permiten mis raquíticos brazos.

¿Cómo le fué hoy en el kinder? — me pregunta en un tono cálido y paternal.

Uh, biensísimo, conocí otros niños y jugamos un montón. La maestra nos enseñó una canción, nos puso a pintar y también nos dejó dormir un buen rato. Y además hay una compañera que es bonita.— le contesto entusiasmado.

Ah ¿ entonces encontraste novia? — Me pregunta.

No — le digo un tanto molesto, — no es mi novia.— Le recalco.

¿Pero si te gusta? — Pregunta como insistiendo.

Qué no.— Le vuelvo a responder.

Pero me acabas de decir que es bonita — dice como queriendo lograr que yo le diga que si.

Ay Dios — digo mientras me llevo la palma de la mano a la frente, como diciendo “¿Qué estaré pagando?” — Entienda, qué ya porque sea bonita no quiere decir que me guste.— Termino de decir, esperando que él también se detenga.

Finalmente entramos en la casa, el piso está reluciente de limpieza y mi padre se quita los zapatos antes de entrar, porque sabe que si no lo hace muy probablemente le tocaría dormir en el sillón. Mi querida madre ahora empieza a preparar la cena, mientras que mi papá y yo nos sentamos en el sillón grande para ver tele, él cambia de canal para ver el noticiero de la tarde, se ven noticias de accidentes, asaltos y de este tipo de sucesos en general. Al terminar, inicia una película que todos queríamos ver “El Cristal Oscuro», es una fábula de fantasía con muy buenos efectos y nos entretiene bastante.

— Arnoldo! — Se escucha el grito de mi mamá, llamando a mi hermano mayor — Arnoldo!

¿Qué fue? — Responde mi hermano desde una casa vecina al llamado de nuestra madre.

Pase para adentro, que ya es tarde. No ve, ya son las ocho de la noche y usted todavía anda en la calle. — Así regaña a mi hermano y él se viene a regañadientes.

La película va como por la mitad y ahora ya estamos todos. Nadie dice nada, tampoco se ve siquiera un pestañeo, hasta que empiezan los anuncios y cada quien busca hacer algo en tanto que estos pasan. Mi mamá se pone a servir la comida, yo me levanto a tomar agua y para ir al baño, mi hermano se va a cambiar la ropa y mi papá se queda viendo los anuncios. Bien, ya pasaron los comerciales y todos nos vamos a sentar de nuevo al sillón, pero esta vez con el plato de comida que nos sirvió mamá, es un poco de arroz blanco, frijoles negros y canelones rellenos y así, mientras vamos devorando esa delicia, seguimos viendo la película hasta el final.

Bueno, llegó la hora de dormir — dice mi madre — y Arnoldo tiene que levantarse temprano, porque le toca por la mañana. — Obviamente yo también debo ir a acostarme. De manera que me dirijo hacia el cuarto, me cambio de ropa y me acuesto en mi cómoda y cálida cama, me encojo para alcanzar la cobija y encender el abanico, luego me estiro para acostarme, tirandome a la vez la cobija encima, cierro los ojos y al cabo de un rato ya no soy consciente de nada a mi alrededor, he caído en un sueño tan profundo que nada de lo que pase afuera me despierta, por más ruido que haya en la sala, en la casa del vecino o en la calle, yo sigo durmiendo tranquilamente como si estuviera en lugar más sereno del mundo.

Eh dormilón — dice mi hermosa madre mientras yo voy caminando hacia el sillón de la sala todavía medio dormido. No tengo noción de la hora y es lógico, aún no aprendo a leer el reloj, pero sea como sea, sé que es tarde, pues hace mucho rato que mi hermano se fue ya para la escuela. Hoy no escuché al panadero, ni la sirena que suena cuando entran los trabajadores de “El Consejo”. Después de un rato me levanto para ir a la pila y lavarme la cara.

— Mami quiero café — le digo y me voy a sentar de nuevo al sillón. Enciendo el televisor y en la mañana la programación es diferente, al momento de encenderlo está iniciando “Odisea Burbujas”, es un programa infantil buenísimo, los personajes son el profesor Memelovski que es un científico inventor, y sus creaciones antropomórficas Patas Verdes, Mimoso Ratón, Mafafa Musguito y Pistachón Zig-Zag, juntos viajan a través del espacio y del tiempo, conociendo y explorando el universo, a la vez que intentan librarlo de las amenazas del Ecoloco, un villano cuya especialidad y único objetivo es la contaminación del medio ambiente, él siempre andaba cantando “Soy el Loco Ecoloco, soy el destructor siniestro, amo el ruido y el smog, agua y jabón yo detesto”. Al terminar me viene a buscar “Manga” el vecino de enfrente, para ir a jugar bolinchas. Vamos al patio de la casa de él y hacemos una pequeña rueda, ponemos unas cuantas bolinchas dentro y empezamos jugar, claro que jugamos a la mentira, ya que ninguno de nosotros es muy bueno. Y así, jugando bolinchas una y otra vez, se pasa el tiempo volando.

José — llama mi madre desde la casa.

Qué — le contesto intentando hacer un tiro a la rueda.

Venga, ya tiene que empezar a alistarse para que vaya al kinder.— Le escucho decir mientras le entrego las bolinchas a Manga. Y voy hacia ella, nuevamente me alza en sus brazos y me lleva a la pila, haciendo lo mismo que ayer, solo que esta vez el agua no está tan fría, luego de envolverme en el paño para secarme, me alza una vez más y nos vamos al cuarto, ahí me pone un calzoncillo marca “Olympo Crown” ajustado al cuerpo, seguidamente me pone una camiseta blanca de tirantes, un pantalón corto, medias azules y zapatos. Antes de ponerme la gabacha, me toma de la mano y me guía hasta la mesa, acto seguido me sirve un plato de arroz blanco, frijoles, una rebanada de plátano maduro frito y un bistec encebollado, eso si, aparta la cebolla porque sabe que la detesto.

Listo, después de lavarme los dientes, me pone la gabacha, me peina con una carrera de medio lado, me toma de la mano y nos vamos para el kinder que se encuentra dentro de la escuela “Augusto Colombari Chícoli”.

— Buenas tardes — dice la maestra a todo el grupo.

— Buenas tardes — le contestamos todos al unísono.

— El día de hoy vamos a empezar por ir al play, así que formen dos filas para salir en orden y con cuidado. — Y hacemos lo que nos dice esperando el momento en que nos dé la señal para salir del aula. Hemos formado las filas de unos diez niños cada una.

— Muy bien, ahora si vámonos — dice la maestra, tomando de la mano a los dos primeros niños. Al llegar al play, lo primero que hago es ir a las hamacas y comienzo a mecerme tan fuerte como puedo, me encanta sentir el viento rozando mi rostro y al llegar al punto más alto, tener esa sensación de tocar el cielo con mis pies, paso meciéndome un buen rato. Cuando finalmente me aburro, me bajo de la hamaca e inmediatamente la agarra Yorhan, uno de mis compañeros y yo me voy a lanzar en el tobogán.

Se ha pasado el tiempo y la maestra nos llama, dice que ya es hora de merendar y es muy conveniente, pues ya me está dando hambre. Lo que traje hoy es una galleta Chiky, de esas “que tienen el chocolate por arriba o por abajo”, la verdad es que sea como sea son deliciosas, eso y un fresco leche de vainilla. Y de nuevo, después de la merienda, sacamos nuestros paños y nos disponemos a tomar la siesta, uno aquí, otro allá, todos dispersos en todo lo que abarca el espacio del aula, que es hermosa, pintada de un color verde turquesa y con algunos dibujos de mariposas, gusanos y tortugas. Todo está en silencio y solo se escucha a ratos, el trinar de algún pajarito que canta ansioso porque llegue el invierno. Ah, me fascina estar en el kinder, jugando, pintando y haciendo todo tipo de cosas divertidas.

Qué extraño, me siento un poco raro, como si todo hubiera cambiado en un abrir y cerrar de ojos, me pongo de pie y todo lo veo de otra manera. Es como si ahora estuviera en otro lugar. ¿Pero cómo? Lo último que recuerdo es que estaba en el aula del kinder. ¿Cómo he venido a parar hasta aquí? Es un sendero recto y a los lados únicamente hay árboles, arbustos y algo de hierba o zacate.

Camino hacia delante buscando alguna desviación, pero no hay nada y todo es enorme, aunque a pesar de encontrarme en ese extraño lugar, no tengo miedo. El paisaje está lleno de colores y por allá se escapa de entre las copas de los gigantescos árboles uno que otro rayo de sol, lo que le da al lugar un aire de paz y tranquilidad. Sin embargo, sigo angustiado por no saber en qué lugar me encuentro. No me queda más que seguir caminando.

Hola pequeño. ¿Qué andas haciendo por aquí? — Oh no, ahora sí estoy muy pero muy asustado.

¿Quién es usted? ¿Por qué tiene ese tamaño? Y ¿Cómo es qué puede hablar? — Pregunto, a la vez que me echo hacia atrás, tratando de alejarme de esa criatura.

Ay, por favor. ¿No me digas que nunca en tu vida has visto un saltamontes? Además, este es mi tamaño normal, no sé por qué te sorprende. Y en cuanto al hecho de que puedo hablar, pues es lógico. O ¿Cómo quieres que me comunique con los demás? — Me dice en tono un tanto sarcástico.

No, váyase. Aléjese de mí — le grito — quiero ir con mi mamá — grito una vez más, ya casi llorando de miedo.

No te asustes pequeño. No voy a hacerte daño, yo lo único que quiero es ser tu amigo. A ver dime. ¿Cómo te llamas? — Me pregunta suavemente y eso me tranquiliza.

José — le contesto, ya calmandome en un último sollozo.

¿Tienes hambre? — Me pregunta mientras pasa una de sus patas por encima de mi cabeza.

No — le respondo — comí algo antes de hacer la siesta en el kinder, pero luego desperté aquí y no sé dónde estoy, tampoco sé como volver a casa con mi mamá — le digo tratando de ver en él un poco de esperanza, pensando en qué quizá me pueda ayudar.

Mira, no te preocupes ahora por eso. Ven, súbete en mi espalda, te llevaré a mi aldea y cuando estemos ahí verás que te vas sentir mucho mejor. — Al terminar de hablar, hago lo que me pide y me subo en su espalda.

Una vez trepado en su lomo, me sujeto fuertemente y él empieza a saltar internándose entre los arbustos y la maleza.

Salta, salta y sigue saltando, hasta que llegamos a un claro. Es una pequeña aldea en donde las casas están hechas con tiernos tallos verdes envueltos en hojas de todo tipo de plantas, los techos son de pétalos de rosa y de un sin fin de otras flores. Todo se ve quieto y apacible, no parece haber nadie en la aldea. Pero de repente, como una estampida salen de las casitas un montón de saltamontes, grandes, pequeños, gordos, flacos, viejos y jóvenes, masculinos, femeninos, para todos lo tipos y todos los gustos.

¿Y él quién es? ¿Qué hace aquí? ¿De dónde viene? ¿Qué edad tiene? ¿Qué clase de insecto es? ¿No es peligroso? — Le bombardean todos con preguntas al señor saltamontes que me llevó en sus lomos, a tal grado que quiere volverse loco.

El se llama José, es un chico que se perdió de casa y no sabe como regresar, no es peligroso y no sé qué clase de insecto es. Aunque la verdad, creo que no es un insecto — responde él, tratando de que dejen de molestarme.

Pues claro que no soy un insecto. Soy un ser humano y no sé como es posible que esté sucediendo todo esto — contesto un poco molesto por la forma en la que me han tratado.

Uh no, pues ahora por lo menos ya sabemos qué está requetecontrarechiflado — dice uno de los saltamontes de la aldea — Como va ser un humano, si ellos son gigantísimos. Los humanos son cuando menos, dos o tres veces del tamaño de esos arbustos, algunos hasta más. Y tú, no llegas ni siquiera a la primera ramita. — Al terminar de hablar él, los demás saltamontes comienzan a burlarse de mí. Pero el Señor Saltamontes que me cargo hasta aquí, los interrumpe y les dice que ya me dejen en paz. Cuando menos siento que él si se preocupa por mí.

Oye José — me dice el Señor Saltamontes — disculpalos, no están acostumbrados a ver a alguien tan diferente entre nosotros. Verás, tenemos mucho, pero mucho tiempo de que convivimos con hormigas, gusanos, escarabajos, mariposas, abejas y muchos otros insectos. Pero nunca habíamos visto a nadie como tú. Lo cual me hace pensar que dices la verdad. Pero si en realidad eres un ser humano ¿Cómo es que tienes ese tamaño? — Me pregunta desconcertado.

No lo sé — le respondo — yo solo sé que extraño a mi mami, quiero volver a casa. — Y comienzo a llorar sin saber qué hacer.

Ven — me dice mi amigo.

¿A donde? — le pregunto.

Voy a llevarte de nuevo al sendero en el que te encontré. Si quieres regresar a casa, supongo que debes volver por mismo camino en qué viniste y ese es el sendero — me dice en tono triste, pues él no quiere que me vaya. Pero debo hacerlo, todos en casa han de estar preocupados por mi y yo no puedo estar sin ellos.

Nuevamente subo a los lomos del Señor Saltamontes y él vuelve a saltar una y otra vez, hasta que llegamos al sendero, pero ahora luce diferente. Se ve como sin vida, sin colores e incluso me provoca temor. Sin embargo, en un extremo del sendero se logra divisar una luz, probablemente sea esa la salida.

Oh oh — Exclama mi amigo, el Señor Saltamontes.

¿Qué sucede? — Pregunto, sin saber de los peligros que habitan el sendero.

Dices que para volver a casa debes llegar a la luz al final del sendero, pero mira hacia arriba, en las copas de los árboles — dice él — están llenos de pájaros, si salimos de acá seremos presa fácil para ellos. — Y eso que me dice me inquieta mucho.

Oh no. ¿Y ahora qué voy a hacer? — Le digo inmensamente alarmado.

No te preocupes. Yo te llevaré, solo que esta vez sujétate a mi como si no quisieras soltarme nunca. — Y me aferro a él tan fuerte como me lo permiten mis raquíticos brazos.

Justo detrás de mí, extiende unas largas, transparentes y hermosas alas. Y nos alzamos en vuelo a toda velocidad queriendo llegar a luz al final del sendero, pero los pájaros se han percatado de nuestro viaje y se abalanzan todos hacia nosotros, como si hubieran estado muriéndose de hambre durante meses. De repente golpeamos abruptamente con un pájaro que apareció de la nada frente a nosotros, no vimos de dónde salió ni como llegó, pero ahí estaba y ahora íbamos cayendo hacia el suelo que se sentía tan lejano como las estrellas mismas, mientras caemos una de esas horribles aves se lanza hacia el Señor Saltamontes, llevándoselo en su fuerte y enorme pico, ahora el dolor, el miedo y desesperanza se apoderan de mi, cierro los ojos y solo sigo cayendo, cayendo y cayendo. Cuando finalmente llegó al suelo, ni siquiera me doy cuenta del golpe, solo siento una enorme quietud y ya no escucho el sonido que emitían los pájaros. Tengo miedo de moverme o tan siquiera de abrir los ojos, pero tarde o temprano debo hacerlo, lentamente y sin prisa los abro y lo que me encuentro al abrirlos no es para nada lo que yo esperaba ver…

Ya no hay árboles ni arbustos, tampoco aves ni animales ni nada que se le parezca. Me levanto un poco para sentarme y poder aclarar lo que está pasando, al poner mis manos en el suelo me percato de que es un piso de cemento, lujado en ocre rojo. Volteo mi cabeza hacia un lado y veo una pared pintada de color verde turquesa y con algunos dibujos de mariposas, gusanos y tortugas. Me giro de nuevo y en una esquina veo un escritorio. También hay una mujer revisando o escribiendo algo, no sé. Me pongo de pie, ella levanta la cabeza y me vuelve a ver — Eh José dormilón, te despiertas justo a tiempo — me dice — ya casi vienen por ti y por tus compañeros.

Maestra, todo fue un sueño — le digo emocionado al entender por fin que estaba de vuelta en el aula del kinder.

Ah, así que tuviste un sueño. Bueno, luego me lo cuentas. Por ahora es momento de ir casa — me dice con una sonrisa y un poco de satisfacción.

Formamos dos filas, justo como cuando íbamos para el play y la Niña nos dice que esperemos a que suene el timbre. Y al sonar la campana, salimos todos en orden siguiendo a la maestra, quién nuevamente lleva de la mano a los dos niños que van delante. Al llegar al portón principal, ahí está otra vez, mi bella madre esperando para llevarme. Cuando llegamos a casa, ella empieza a preparar la cena, Arnoldo como siempre anda en la calle y yo me siento a ver tele mientras llega mi papá.

¿Se puede? — pregunta la vecina de enfrente.

Claro Ana, pase adelante — le dice mi mamá desde la cocina.

De modo que Doña Ana entra, dirigiéndose a la cocina y yo me voy detrás de ella. Mi madre le ofrece una silla mientras sigue preparando la cena, yo me siento en una pequeña grada situada en la puerta que da hacia el patio trasero. Doña Ana y mi mamá empiezan a hablar de chismes sobre los vecinos. Que viste fulano se quedó sin trabajo, que sutana anda con mengano, que perencejo anda en drogas y todo tipo cosas que pasan en el vecindario.

En este momento oigo que alguien llega a la puerta, giro mi rostro para ver quién es e inmediatamente me doy cuenta de que es mi padre. Corro hacia él y lo abrazo, le cuento sobre el sueño que tuve mientras hacía la siesta en el kinder. Mamá ha terminado de hacer la cena y sale a llamar a Arnoldo, en tanto que la vecina se acerca a la sala para hacer conversación con mi papá.

¿Don Arnoldo, como le va? — le pregunta Doña Ana a mi papá.

Bien gracias, algo cansado pero bien — le contesta — ¿Y usted como está?. —

Bien gracias a Dios — responde Doña Ana.

¿Y tu marido? — le pregunta mi papá y al momento entra mamá con Arnoldo. Ella se va a servir la cena y Arnoldo se queda con nosotros en la sala.

Francisco, no ha salido del trabajo — dice Doña Ana, contestando a la pregunta de mi papá.

Ana ¿Quiere un poquito de comida? — grita mamá desde la cocina.

No se preocupe Lidia, no quiero causarles molestia — le dice Doña Ana un tanto apenada.

Ay como va creer, claro que no nos causa ninguna molestia — le responde mamá a la vez que le sirve un plato de comida y se lo lleva junto con un vaso de fresco.

Muchas gracias Lidia — le dice.

De nada — contesta mamá y continúa sirviendo la comida al resto de nosotros. Al traerme mi plato veo lo que es, arroz blanco, chuleta, ensalada y frijoles arreglados, el fresco es un licuado de leche y remolacha ¡mmm delicioso!

Mis padres siguen hablando con la vecina o más bien debería decir chismeando. Y después de terminar de cenar me ataca el sueño, pero no quiero ir a dormir todavía. En la televisión están presentando la película “Loca Academia de Policía 3” y quiero terminar de verla, pero se me hace un poco difícil. Los ojos se me cierran, me estoy cayendo de sueño, pero ya falta poco para que termine la película, debo aguantar, tengo que verla hasta el final.

Por fin ha terminado y a como puedo me levanto y me dirijo hacia el cuarto, mi hermano se queda en la sala, dice que aún no tiene sueño, pero yo estoy que no aguanto, así que cierro la puerta del cuarto pero dejo la luz encendida. Llego a la cama y dejo caer en ella sin ganas ni fuerzas de moverme siquiera. No encendí el abanico, no tomé la cobija para tirarmela encima, no me cambié la ropa, no hice nada, solo me dejé caer e inmediatamente me sumergí en un profundo sueño.

Es curioso como en este momento ya no soy consciente de lo que sucede a mi alrededor, no escucho la conversación de mis padres ni el ruido del tele, tampoco me molesta la luz que dejé encendida.

“Y de esta manera pasan los días, repitiéndose una y otra vez

Haciéndose todas las veces de la misma forma, creando así una rutina

Más cada ocasión viene acompañada de pequeños detalles

Aunque algunas veces para la mayoría casi imperceptibles

Son estos los que crean en la vida las grandes diferencias

Y se manifiestan continuamente en nuestro paso por este mundo

Para enlazarse y formar parte de nuestra cotidianidad.”

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