Miraba la superficie cristalina sobre mi cabeza, mientras mi cuerpo descendía lentamente hasta chocar con el fondo. Pequeñas burbujas revoloteaban por las inmensas e inquietas aguas…
Desde allí abajo podía observar débilmente, los rayos del sol acariciando con ternura el transparente mar, atravesándolo hasta apagarse en la obscuridad del fondo.
Ya no escuchaba los gritos ensordecedores de mi madre suplicando por ayuda, ni las multitudes corriendo para tratar de arrebatar algo que ya era pertenencia del océano.
No luché, cuando sentí a las inmensurables olas rodear mi frágil cuerpo, y abrazarlo de una manera asfixiante, supe que mis últimos minutos en este mundo ideal, serían en ese lugar, lugar que yo más adoraba.
Vaya suerte la mía, lanzar mis últimos suspiros de vida en el mar, donde fui feliz tantos días.
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