Porque en el primer instante me hiciste sentir en casa
y me escuchaste en el silencio y las palabras.
Porque te conocí pausado y atrevido,
decidido y desinhibido,
cuerdo y loco bohemio.
Me hablaste de tus metas y tus deseos de afecto,
de tus miedos y tus defectos.
Te hablé de mis «ellos».
Nos perdimos en noches despiertas y no te busqué en las correctas.
Y pensamos con ansiedades sobre lo incierto,
guiados por el instinto que no guarda secretos.
Luego el tiempo sugirió un imposible;
tú exhalaste un «lo siento».
Y si soltar es complicado,
aferrarse es mal comienzo.
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