En lo alto del campanario que se levanta sobre las bóvedas de la iglesia, cuelgan dos viejas campanas. Desde allí dominan el amplio panorama: la ciudad formada de distintos barrios, constituidos por casas elegantes, rodeadas de jardines, y otros compuestos por míseras viviendas; en las cercanías de la población, fabricas coronadas por multitud de chimeneas que arrojan nubes de humo negro y espeso; muy a lo lejos, campos cruzados por vías férreas, sobre las cuales se arrastran veloces trenes.

Son la Argentina y la Cruz, le dieron el nombre a la primera, atendiendo a lo vibrante de su sonar, y a la segunda por la enorme cruz que resalta en una de sus laterales.

Repicaban sonoras, llamando a los creyentes a las funciones religiosas, cuando llego el viento y, con voz potente, les gritó.

-¡Callad, embusteras! ¡Solo sirven para engañar a los tontos!

-¡Ya llego este intruso! Viene a insultarnos como de costumbre –dijo la Cruz.

-Cada día que pasa- dijo la Argentina-, me voy convenciendo más y más de que tiene razón el viento; por esa razón sueno de mala gana últimamente.

-¿Es posible?- interrumpió la Cruz- ¿Tu también reniegas de las santas doctrinas religiosas?

Sí –afirmó la Argentina-, porque he meditado mucho en las palabras del viento, en lo que nos ha referido cuando, fatigado de sus paseos por el mundo, se detiene a conversar con nosotras.

¿Recuerdas? Recuerdas cuanto forma esta iglesia significa sufrimiento y padecimiento de los humildes; fuimos fundidas por sencillos artesanos; otros infelices obreros, aunque ganaban un pago mínimo, se afanaron en la construcción de estos muros; algunos de ellos, cayeron de este altísimo edificio, murieron en la obra, y todo, ¿Para qué, si ningún beneficio reciben los trabajadores de esta iglesia?

¡Ah!- exclamo su compañera -.Es que aquí hayan consuelo quienes padecen necesidad espiritual; los sacerdotes predican el bien, ayudan a la gente a acercarse a dios y encontrar la salvación, y un lugar en los cielos.

-Eso no es cierto- repicó la Argentina-; el viento no lo ha explicado en muchísimas ocasiones: los sacerdotes, por espacio de cientos y cientos de años, han estado aconsejando a los humildes, a los que nada tienen, la resignación y la conformidad; les han prometido una falsa dicha para después de la muerte, a fin de que soporten injusticias, los han usado para apoyar sus intereses sociales, los sacerdotes tienen poder debido a los trabajadores humildes.

Los sacerdotes son aliados de los ricos y, como estos, explotadores de la miseria humana. En este mismo templo reina la injusticia: los ricos rezan hincados sobre suaves y cómodos reclinatorios, mientras que los pobres lo hacen sobre duras bancas; para los primeros hay casamientos y bautismos con lujosas ceremonias, para los segundos, en tales actos, hasta con unas cuantas frases y, el costo es mas elevado para que se alcance la gloria en el cielo.

Imagina, ¿Sí, un pobre pudiera vender entradas al cielo y hacer que multitudes lo apoyaran en sus objetivos? estoy segura que se haría rico y por lo tanto avaricioso.

Observa como de día en día disminuye el número de personas en la iglesia; los niños no vienen, solamente que sus papas los traigan y con la condición de gratificarlos con un dulce a la salida, en cambio, los vemos jugar en los parques, jardines y paseos.

-¿y en qué creerán las gentes, cuando haya desaparecido la fe religiosa?

–Preguntó la Cruz-

-¡Creerán en las conquistas de la ciencia!, ¡Creerán en la libertad de la verdad!

-¡Creerán en un modo de vivir mejor, sin ser manejados, ni engañados, explotados! –Respondió la Argentina-

-Pero, ¿Qué será de nosotras en ese entonces? ¿Llegaremos a ser útiles? ¿Nos fundirán nuevamente para convertirnos en armas?- volvió a preguntar la Cruz-

-Nuestro gran amigo el viento- aclaro su compañera- nos ha platicado lo que sucederá: nos llevaran a cualquier escuela, quizás una escuela en el campo, y desde allí llamaremos a los niños a clases, al estudio, entonces si sonare gustosa; esta iglesia será convertida en biblioteca, donde podrán estudiar los trabajadores y el conocimiento les abrirá los ojos, y vivirán mejor y mas felices y seran libres de la ideología que los ha esclavizado.

De esta suerte hablaban las dos campanas, cuando oyeron otra vez el rumor del viento que se acercaba.

Era un sonido desconocido, en el cual se percibían notas raras; como risas, como gritos de alegría, vientos de cambio.

Llegó el viento, y con voz más potente que nunca, declaro:

-¡Vengo de pueblos lejanos; he recorrido toda la tierra y he visto muchos trabajadores, felices de destruir viejos prejuicios!, ¡Anunciando al mundo nuevos cambios y felicidad para todos! ¡Hemos terminado con la esclavitud de la ignorancia! ¡Hemos encontrado la unión y las metas de nuestros objetivos!

Felices la Cruz y la Argentina comenzaron a sonar, mas fuerte y alegres que nunca.

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