Vidriera

Y en ese andar la encontraba
alguna noche, con los ojos inmensos
y arrobados, buscando en una vidriera
algo mas allá de su mirada, mas allá
de ropa y maniquíes, más allá de su propia
sombra contra el vidrio que la separaba
del objeto de su admiración. Por absurdo
que parezca hoy se había enamorado
del maniquí vestido de rojo y había
que reconocer en ese desvarío la finura
de su buen gusto, el ojo clínico
para los detalles mas ínfimos en los gestos
y el sentido crítico a la hora de analizar
los trazos artísticos que denotaba el rostro
del maniquí en cuestión.
Esta noche había elegido un maniquí
con clase. Los celos me consumían
y sólo quería, aunque fuera
un poco, parecerme a él.

Cristhian Espinoza

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