Paré. En seco. En el décimo día de confinamiento me paralicé cuando una voz telefónica me comunicó que estaba fuera…como cientos de miles de españoles mi trayectoria profesional se quedó en un ‘stand-by’ triste y lleno de incertidumbre.
Después de más de 20 años de vida laboral ahora, de la noche a la mañana, me había convertido en un lastre para mi empresa….y aún así pensé que era una suerte que retirando lastres el barco siguiera navegando.
Se me rompió el corazón y las ganas de seguir…durante varias horas después pude sentir el vacío de ese hasta luego incierto que supone un ERTE, pero pronto me recuperé pensando en que mi salud y la de todos mis conocidos estaba intacta y eso era verdaderamente lo importante.
Paré de hacer lo que hacía antes, abandoné de mala gana el teletrabajo que me pegaba parte del día al ordenador y me dediqué con entusiasmo a buscar otras cosas que hacer, empecé cursos, leí, planché, ordené armarios y por una vez en mi vida hice un maratón de series de TV.
En 2 días comprendí que no podía huir de mi misma, que el confinamiento me había encerrado en casa y el ERTE, casi sin susto, me había despojado de relacionarme con mi mundo habitual y eché de menos hablar con muchas personas por teléfono.
Tras recibir numerosas llamadas y mensajes por teléfono de amigos y conocidos, que lamentaban mi salida laboral, me miré…y me aprecié reconfortada, tranquila y dispuesta a empezar la reconstrucción de un paisaje desolado por las dudas.
Solo tenía que darme las explicaciones pertinentes a mi misma, un proceso mucho peor que ofrecérselas a otro, y me las dí, me perdoné los errores y las prisas, los abandonos familiares y la falta de visión para mirar la felicididad que antes tenía en mis manos…y entonces, el milagro sucedió…pude salir de mi tristeza para convertirme en una persona útil para los demás, así que llamé a la vecina que sé que está sola, presté dinero al que lo necesitaba, guardé la compra a los que no podían llevar peso, en definitiva…despojada de cualquier obligación laboral y profesional me pude emplear como persona, dándome y ofreciéndome a los demás.
Y a la vez, rechazando aquel teclado frío y gastado por los años de uso, volví a coger un boli, a recrearme en los trazos de mi escritura para exponer mis sentimientos, curándome así por dentro. Abriendo mis humildes entrañas para mostrar que, a pesar de estar encerrada en mi hogar y alejada del mundo laboral que tanto me gustaba, aún tenía esperanzas. Aún y siempre se vislumbran nuevos caminos, convirtiéndonos en guías para los demás, para aquellos que en algún momento pierden la luz y no saben cómo recuperarla.
MI senda ahora es mi tesoro y por ella sigo andando, recorriendo líneas y palabras, construyendo frases de ánimo y poesías de aliento que lleguen al vecino de arriba, a la otra parte del mundo o a las simpáticas cajeras del super, que a pesar de la mascarilla saben que les sonrío porque ahora sí que las miro con el alma.
Para, piensa y descubre tu camino, tu forma de seguir adelante en este momento tan difícil y que nos está arrebatando tantas cosas.
Ponte las gafas rosas de corazones, una música cañera y arráncate a cantar con tu familia, forma un grupo fuerte en tu hogar y quiérete para así quererlos y darles lo mejor de ti mismo.
Sigue, no dejes de andar.
OPINIONES Y COMENTARIOS