Se acabaron los abrazos.
Ahora es tiempo de portazos.
De la espina de la rosa
clavada sobre los dedos.
Lo que ayer fue un jardín,
hoy es un campo de batalla.
Los labios del «no te vayas»
ahora gritan «sal de aquí».
Ese mar, esa playa,
ahora es un triste desierto,
y del agua solo queda
una lágrima enterrada.
De ese bosque, de sus flores,
solo quedan sus raíces,
y el sabor a tierra en la boca
de caer junto a sus hojas.
Que pare esta guerra fría.
Que se rinda o que me mate.
Que se marche o que me eche.
Pero por favor, que acabe.
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