La Luna no quiso al lobo.
No lo necesitó.
Su mirada era hacia el Sol,
rechazaba lo mortal.
El mar nunca se fijaba
en el desierto.
Si regaba la arena
era por su grandeza, no su amor.
Ahora lo entiendo.
El oso falló al confiar en sus ojos.
La osa que vio en el cielo
solo era casualidad.
Que triste que está el pájaro.
Que estúpido se siente.
Al fin comprende, que nunca
le importó su rumbo al viento.
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