Elijamos siempre el exceso, no cualquiera, propongo elegir el exceso dinámico. El origen lingüístico del exceso es masculino, sustantivo, algo que sobra, algo de más, pero no precisamente algo estético, un resto provisto de un aura, que podamos apreciar y recorrer con la mirada detenidamente; en mi opinión lo dinámico permite que eso que se desborda, que borra los límites, el excedente, sea del orden de lo femenino, seductor, llamativo, cautivante.
Qué mejor ejemplo que una figura femenina que desborda voluptuosidad y color sobre el lienzo; podemos apreciarlo en El Beso de Klimt, que nos incita al erotismo, introduce la a temporalidad, los amantes flotando en un espacio dorado. En esta obra el exceso se traduce en amor; pero la pintura se vuelve realmente sublime, se transforma al introducir el dinamismo de los amantes entrelazados. El hombre, lo masculino, representado por figuras cuadradas y límites oscuros, no puede contenerse, la lógica, la razón, son excedidas por la pasión; lo femenino no se resiste, este es precisamente el instante que apreciamos, el momento justo en que dos cuerpos apuestos, dos energías, una fuerte y otra más sutil, están a punto de volverse una misma a través de un beso.
Elijamos siempre el exceso, elijamos siempre el exceso dinámico, demos le un toque femenino.
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