Quiero decirte tantas cosas, pero mientras más me esfuerzo mis pies rozan la
puerta, esa que no quiero cruzar, al parecer no tengo tiempo y yo tengo tantas
cosas por hablar contigo, pero el aire que respiro parece que en veneno se ha
convertido.
Has llegado demasiado tarde, no niego que te esperé desde hace muchas lunas
en este mismo puerto y tantas veces subí hasta lo alto de los riscos esperando verte
llegar en el barco que decidiste tomar ese día que fuiste por tu propio navegar,
buscando las olas conquistar.
En mí no declinó la esperanza de tu llegada, pero el tiempo y las tormentas
de la vida me han apaleado. Ahora ya no me quedan energías para hablarte, usaré
mi último aliento para escribirte esta corta misiva.
¿Desde cuándo te he amado? diría que, desde hace mucho, de forma que no
existe un reloj que pueda cuantificar esas horas, una cantidad suficiente para
sufrirte y escribirte demasiadas cartas que el mar de mis lágrimas se tragó al
verlas diluidas entre agrestes olas.
Hoy he enfermado, un virus me pescó en la bahía y me lleva directo al foso
frío en el que yacen todos los que ya no pueden amar, no queda tiempo para una
sola demostración de afecto, solo estas heladas palabras que se me escapan desde
mi casi extinto ímpetu.
Si pudiera cuantificar mi amor por ti, te diría que, recorre y le da vuelta
a nuestra amada vía láctea unos tres millones de veces.
Ahora moriré en la más extraña soledad de ser fiel a un sentimiento que
jamás pude compartir, lo he llevado en secreto, a pulso de esfuerzo y esperanza.
Hoy aquello me depara en esto: agonizar. Es tan triste no poder sostener tu
mano y decir que te amo. Es tan triste pensar que más allá de toda posibilidad
podría haberte dicho la verdad; que eras tú mi luz de la realidad.
Hoy, en este hospital yermo y hostil no me queda más que escribirte
deseándote una vida próspera, aquella tan larga que te queda por vivir.
Decirte que no te rindas, no pierdas la esperanza en el amor que has
elegido, seguramente pronto ella comprenderá que como tú no hay otro igual,
pronto, muy pronto tendrás la felicidad que mereces.
A mí me gustaría decirte y pedirte tantas cosas, pero no me queda tiempo, el
último saldo a mi favor lo gasto en esta misiva.
Y tú, ¿acaso esperas ser atrapado por la mordida invisible? ¿Callar por el
temor?
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