Plenilunio -Capitulo 1

1

Como cada mañana, los débiles rayos de sol refulgían en la vieja casa. Atravesando las ventanas, formando en el suelo de madera de la cocina, un pequeño arco iris.

Hacía ya tres años que la ausencia de mi madre rezumaba en cada pared y en cada rincón de la casa, como con solo su presencia, teñía de un agradable color todo lo que se relacionaba con ella y con su pérdida todo aquello desapareció, como si de repente, tras su muerte, el color hubiera desaparecido del mundo. Me encontraba inmersa en una película en blanco y negro con un argumento difícil de mantener pues, su mayor protagonista había sido despedida.

Tras su marcha, mi familia y yo tuvimos que acostumbrarnos a una vida sin Norah Davis, una mujer a la que todo el mundo adoraba, a la que no dudaron en despedir en aquel sombrío velatorio toda la pequeña ciudad texana de Neel. Recordaba aquel día como el más triste al que me había enfrentado, incluso aquella vez en la que mi padre permaneció inconsciente en el hospital tras un tiroteo por gajes del oficio.

Con solo dieciséis años tenía que afrontar la pérdida de uno de los pilares más importante de mi vida y fue en ese momento cuando decidí cambiar y dejar toda aquella vida que me precedía de rebeldía y falsa autoridad sobre mis superiores. No creía en el destino, lo que hacía aumentar con saña mi culpabilidad, la culpabilidad de haber acabado indirectamente con la vida de mi madre. Como fruto de aquella noche en la que solamente yo debía pagar se había cobrado con la vida de una persona inocente, cuando era yo quien merecía un castigo por haber escapado de casa y haber acudido al baile de graduación pese a las negativas de mis padres. No entendía cómo ni por qué el corazón de mi madre había dejado de latir, mientras que yo solo conservaba una pequeña cicatriz en el costado recuerdo de aquel trágico accidente.

Mi padre estaba muy unido a su esposa, ambos compartían todo juntos, con solo una mirada ya sabían lo que pensaba el otro, tenían una latente conexión entre ellos, en ocasiones envidiaba y me mosqueaba que jamás tendría una historia de amor tan bonita como la que unía a mis padres, cansada de escuchar tantas veces aquella vez en la que mi padre derramó la helada limonada encima de ella en su primera cita, fue entonces cuando me di cuenta de que echaría de menos aquella historia contada por una sonriente mamá a la que se le saltaban las lágrimas recordando la cara que se le quedó a mi padre entonces. Mi padre era un hombre con una personalidad sarcástica y encantadora, pero tras lo sucedido se tornó en fría y lúgubre, apenas salía de casa y se pasaba horas e incluso días encerrado en su habitación. Fue en ese momento cuando empezó a ejercer una inquietante sobreprotección en mí, sin embargo, jamás percibí un atisbo en su comportamiento que me hiciera pensar que me culpaba sobre lo ocurrido ya que jamás lo mencionábamos.

Pasados los años mi padre había vuelto a ser una pequeña parte de lo que era y su preocupación por donde me encontraba a cada hora era cada vez menor a medida en que me hacía adulta, este volvía a salir con sus antiguos compañeros de trabajo a los que había tenido que dejar de ver a causa de una baja, fruto de una profunda depresión que había conseguido superar con creces y una lesión en su pierna derecha que le invalidó de por vida ejercer nuevamente como policía, en cambio fue Brandon, mi hermano mayor, quien ocupó su puesto como sheriff de la ciudad.

Dirigí con cuidado la caliente taza de café hacia mis labios mientras miraba embobada la televisión, me relamí gustosa al olfatear el delicioso aroma de aquel cappuccino, deslizándome por aquellas acolchadas sillas de metal en busca de un punto donde sentirme cómoda pues no eran especialmente confortables. Decidí apagar la televisión y me levanté, coloqué con cuidado la taza dentro del fregadero cuando algo me sobresaltó y tosió fuertemente a mi espalda por lo que me giré bruscamente.

-Oh dios Dylan, me has asustado –Dije llevándome una mano al pecho mientras me apoyaba en la encimera.

No respondió, se limitó a encogerse de hombros, caminó hacia mí arrastrando los pies por el suelo golpeando con pasividad mi brazo. Mi hermano Dylan, era solo dos años mayor que yo y al tener poca diferencia de edad, nuestra rivalidad era latente, me crispaba los nervios sin la necesidad de esforzarse. Me quedé mirándolo fijamente sosteniendo la mirada a aquellos enormes ojos azules, esperando una disculpa por su parte.

Se percató de mi mirada y frunció el ceño.

-¿Qué? –Dijo de mala gana.

Puse los ojos en blanco y lo observé caminar hacia el frigorífico en busca de algo que llevarse a la boca, no entendía por qué mi padre le permitía actuar de ese modo, ni por qué a pesar de su edad no conseguía un trabajo en el que durar más de tres meses, el resto de mis hermanos habían conseguido madurar, tenían pareja y un buen trabajo con el que eran autosuficientes.

Quise replicar algo, pero comprendí que intentar razonar con Dylan, era una ardua tarea en la que no me apetecía meterme de buena mañana.

Subí silenciosamente por las enmoquetadas escaleras de madera dirigiéndome al gigantesco cuarto de mi padre, había escuchado su despertador varias veces y apagarlo un par de veces más, por lo que decidí encargarme personalmente.

Era la habitación más grande de la casa, tenía una elegante lámpara de araña en el techo y en las mesitas de noche dos más a juego, justo a la izquierda de la puerta había un antiguo armario que durante años había guardado la ropa de mis padres y que ahora solo administraba las prendas de mi viejo padre, era un robusto mueble de madera de roble. Justo enfrente de la firme puerta, una gran ventana dejaba pasar la luminosa luz de la calle y las paredes color crema ayudaban a aclarar el color de la habitación. Al pie de la ventana se encontraba un escritorio de aluminio negro con un montón de libros apilados encima, a mi padre le apasionaba la lectura al igual que a mí, justo encima de la cama se encontraba el bonito retrato del que fue un feliz matrimonio durante años. La cama de matrimonio poseía un cabezal echo de madera oscuro con elegantes tallados con formas abstractas, mi padre siempre se mantenía en el mismo sitio con el otro lado de la cama, casi intocable como si mi madre permaneciera a su lado, mi padre amaba con locura a mi madre y su pérdida fue un duro golpe que estaba en trámites de superar.

Caminé lentamente hacia mi padre, acaricié su hombro y lo agité suavemente para que despertara, él abrió los ojos despacio, me miró y se mantuvo en silencio unos segundos.

-Buenos días- Añadió casi sin voz al verme. Le sonreí.

-Despierta papá, son las 10 de la mañana- Le respondí. Se giró y se quedó boca arriba.

-Ahora mismo bajo- Me respondió.

Besé con ternura la frente de mi padre.

Cuando mi madre vivía, él se mantenía más ausente en mi vida, nuestra relación era nula, casi inexistente. Debido a su trabajo no pasaba casi tiempo en casa, pero desde que ella no estaba, él comenzó a ocupar un hueco muy grande en mi vida, sentía la necesidad de proteger a aquel hombre que se había quedado solo en el mundo, cuyo único amor lo había abandonado.

Nada más salir por la puerta me topé con Christian; mi hermano mediano, andaba erguido y con paso firme pero al estar distraída no pude evitar tirarme hacia atrás por la colisión, él me sujetó antes de que me diera contra la pared y se rió. Era con quien mejor me entendía de mi familia, físicamente era muy parecido a mi padre ya que poseía la nariz alargada y los finos labios de este, pero los cálidos ojos marrones de mi madre, era un chico al que no le gustaba llamar la atención, era bastante vulnerable y sensible, por eso me encantaba pasarme horas hablando con él. En ocasiones lo admiraba, pues tenía una actitud madura, la misma de la que escaseaba Dylan, tenía un futuro prometedor en aquella inmobiliaria en la que se había iniciado pues tenía don de gentes y carisma para atraer clientela.

-En serio ¿Por qué sois tan sigilosos en esta casa? –Dije fingiendo indignación.

-O será que tú siempre vas distraída –Golpeó mi cabeza con un dedo- Que rondará por esa cabecita.

Golpeé su mano y ambos nos reímos, bajamos por las escaleras y mi padre detrás de nosotros.

Una vez abajo me dirigí hacia la entrada, me coloqué la rebeca negra que estaba apoyada en una vieja silla de la entrada y revisando mis bolsillos salí por la puerta, no sin antes alzar la mano para despedirme.

Hacía una buena mañana, en la zona en la que vivía el calor no tardaba en llegar y se respiraba un puro aire fresco pues la zona en la que vivía era bastante rica en vegetación, se encontraba a unos veinte minutos del centro, pero merecía la pena vivir en aquel lugar, sin el molesto tráfico, aunque a veces anhelaba vivir en el centro, con sus gentes y sus calles, en un lugar lleno de vida.

Me dirigí al arcén, donde se encontraba aparcado aquel robusto Jeep que brillaba con aquel brillante rojo fuego. Mi padre lo había comprado para mi hermano Dylan y para mí en un concesionario de coches de segunda mano, era grande y alto, debido al poco uso se mantenía casi intacto. Monté en el vehículo, lo encendí y con él la radio, una grave y aburrida voz de hombre comentaba la decadente situación económica de algunos países europeos y aquello me provocó una angustiosa sensación de cansancio por lo que apagué la radio y continué en silencio.

A unos cinco minutos del centro me encontré en una orilla de la carretera dos coches de policía con otras dos ambulancias mientras curiosos viajeros habían detenido sus vehículos para enterarse de lo que había ocurrido. Seguí una fila de coches hasta que me encontré con el Agente Triggs, era un hombre robusto y alto que hacía que te temblaran las piernas con solo una mirada, sin embargo eso ya no surtía efecto en mí, pues como compañero y amigo de mi hermano había podido disfrutar de buenos momentos con Sam, que hacía imposible temerle ya que, detrás de aquella oscura y rasgada mirada se encontraba una persona afectiva, que descartaba por completo la posibilidad de que pudiera hacerte daño. Me pidió que siguiera circulando con esa mirada de poli que ya no me impresionaba.

Haciendo caso omiso de sus órdenes, paré el coche a su lado y bajé la ventanilla.

-Eh, ¿Qué ha pasado Sam? –Pregunté preocupada e intrigada.

-Siena, sigue circulando, por favor –Me imploró.

-¿Está mi hermano por aquí? –Pregunté nerviosa.

Sam agachó la cabeza, colocó sus manos alrededor de su cintura sujetándose el cinturón y me miró más relajado, sabía que podría pasarse toda la mañana persuadiéndome para que me marchara pero me conocía bastante bien, era demasiado testaruda como para hacer caso de una orden.

Afirmó con la cabeza y señaló con ella donde se encontraba mi hermano, aparqué mi coche en el margen de la carretera y bajé de él.

Seguí a la multitud, nos detuvimos ya que había un enorme cordón policial acortando la zona y prohibiendo el paso, busqué con la mirada a Brandon hasta que mis ojos se encontraron con él, no fue difícil localizarlo pues, mi hermano tenía una arquitectura corporal nada desconocida para mí, me resultaba fácil distinguir su ondeante media melena oscura y ese rígido porte que lo había llevado a la fama como quarterback del equipo de futbol del instituto. Estaba hablando con otro policía que ya no recuerdo quien era, grité su nombre entre el bullicio de la gente un par de veces pero parecía no escucharme, finalmente se giró y esos pequeños ojos verdes me vieron, dio una vuelta y se dirigió a mi encuentro.

-¿Qué estás haciendo aquí? –Me preguntó.

-Me dirigía al centro y… -Me fije en sus ojos, estaban enrojecidos e hinchados- ¿Has llorado?

-Siena, márchate.

-Brandon, ¿Que ha pasado?

Suspiró.

-Han matado a dos de mis agentes, Mindy y Eric

-¿Cómo? Pe-pero… –acababan de empezar a salir juntos fue lo único que se me vino a la cabeza-

-Estaba hablando con la Agente Roberts, eem… Mindy –Aclaró- por el intercomunicador y en plena conversación comenzó a gritar… No-no pude oír más, alguien rompió el aparato, entonces, me dirigí junto a otra patrulla a su posición y…

-Oh dios mío, ¿Sabéis quien ha podido ser?

-No, solo que quien lo hizo, se ensañó sin piedad –Respondió rabioso e incorporándose de una manera intimidante, Brandon era realmente alto.

Se disponía a decir algo más cuando un paramédico lo apartó, mi hermano se colocó a mi lado y contemplamos juntos como dos agentes de policía, tapados con esas horribles cubiertas de aluminio, entraban en las ambulancias, Brandon agachó la cabeza entristecido.

-Ha sido un placer trabajar con vosotros –Susurró.

Abracé a mi hermano pero intentó zafarse de mis brazos, era una actitud muy típica de Brandon, odiaba mostrarse débil o vulnerable pero había cierto momentos, como este en lo que no importaría si llorara o incluso gritara. Siempre había sido reservado con respecto a sus sentimientos y emociones, creo recordar que la única vez que ví llorar a mi hermano fue cuando su mujer estuvo a punto de perder a su hijo en el parto, ni si quiera entonces rompió en lágrimas si no que cerró los ojos y dos o tres lágrimas resbalaron por sus mejillas.

En esta ocasión volvió a cerrar los ojos como aquella vez, pero su cara permaneció seca aunque sabía que en su interior se estaba librando una batalla entre lo que hacer y lo que sentía. Cuando las ambulancias arrancaron, mi hermano sacudió la cabeza y me rodeó con el brazo dirigiéndome fuera de la escena en dirección a donde se encontraba mi coche, caminamos en silencio hasta llegar a él, entonces me abrió la puerta y monté. Lo miré a través de la ventanilla bajada y se apoyó sobre la puerta mientras intentaba esbozar algo parecido a una sonrisa, solo así apareció ese diminuto hoyuelo de su mejilla izquierda que me hizo sonreír.

-Conduce con cuidado –Me dijo tiernamente mientras alborotaba mi pelo.

Le dediqué una compasiva sonrisa y mientras observaba como se marchaba arranqué el coche, esperé hasta escuchar rugir el motor.

Permanecí con ese incómodo silencio en el coche, no podía creerme lo que había pasado. Debido al trabajo de mi hermano yo conocía a los que habían perdido la vida aquella noche y simplemente no entendía como alguien había podido con dos agentes de policía. Me estremecí al pensar lo que podrían hacer con alguien como yo, si habían podido con ellos ¿Qué me hacía pensar que no me matarían con facilidad? Tragué saliva.

Para distraerme encendí la radio. La aguda y melódica voz de aquel cantante me tranquilizó y comencé a puntear la melodía con los dedos en el volante hasta que por fin llegué al centro. La idea de estar rodeada de un montón de gente me alivió, las calles estaban llenas de gente, edificios altos, suculentos restaurantes…

Cada vez que me acercaba al centro, como en aquella ocasión, era para ir al supermercado a hacer la compra de la semana; en algunas ocasiones me acompañaba Christian para después tomar algo por ahí.

Aquel supermercado se encontraba un poco apartado de la ciudad, había numerosos productos de alta calidad y a precios bajos.

Aparqué en una de las plazas libres del parking exterior, bajé del coche y cogí uno de los carritos estacionados en uno de aquellos soportes de metal, me adentré en aquel lugar, y me dirigí con naturalidad por aquellos anchos pasillos, llevaba tantos años viniendo a allí que me sabía de memoria el recorrido que debía tomar, no demoré mucho tiempo en llenar hasta arriba el carro.

Salí del local arrastrando el carrito lleno de bolsas y las cargué en la parte trasera del coche. Eché un vistazo a mi reloj de muñeca, aún era temprano para volver a casa por lo que coloqué las manos sobre mi cintura y ojeé a mi alrededor, pude observar una pequeña librería que se encontraba en la otra acera, me llamó la atención aquel toldo multicolor que protegía la pequeña tienda del potente sol, cerré el coche y caminé curiosa hacia allí.

Al entrar, una aguda campanita se dejó escuchar a mi paso. No vi a nadie en el mostrador y me adentré entre enormes librerías y aquel embriagador olor a libro nuevo, ojeé por encima algunas categorías pero ninguna conseguía captar mi atención, mis gustos iban centrados a géneros policíacos y había pocos escritores capaces de escribir una buena historia que mantuvieran la intrigada desde el principio.

Mis ojos no pudieron evitar poner su mirada en aquel chico que parecía ordenar uno de los estantes, subido a esa alta escalera. Carraspeé para llamar su atención.

-Disculpe –Lo llamé tímidamente.

El chico se giró confuso –Madre mía, que ojos… -No pude evitar pensar, retiré la mirada en cuanto posó esos atrayentes ojos verde esmeralda sobre mí y un oportuno rayo de sol se posó por su castaño cabello haciéndolo brillar como el oro, me quedé sin palabras durante unos segundos, me sentía realmente intimidada e intenté evitar a toda costa el contacto visual, aunque me consideraba una persona bastante segura de sí misma, aquella mirada fue tan potente que mantenerla era casi tan difícil como mirar fijamente al sol.

-Estoy buscando un libro… -Comencé a decir.

-No me digas más, ¿literatura romántica? ¿Algo sobre vampiros? ¿O ambas? –Preguntó en un tono humorístico, pero con un semblante serio.

-Em… no, buscaba algo de Agatha Christie o Jim Thomson.

Me miró confuso como si de repente hubiera comenzado a hablar en un idioma que el desconocía, bajó lenta y cuidadosamente por la escalera hasta situarse enfrente mía –Es muy alto, intimidantemente alto, y fuerte…- Se frotó el pelo con las manos y se encogió de hombros.

-Lo siento, no trabajo aquí –Se disculpó con la barbilla alta adoptando una actitud firme como un portero que custodia la entrada de una discoteca.

-Oh, creí… ¿Y qué hacía ahí subido?

-Ojear algún libro, a veces el dueño se deja en la parte de atrás algunos realmente interesantes.

Me disculpe por la confusión y me giré para marcharme pero algo me lo impidió –Oh no, mi chaqueta– Tenía la chaqueta enganchada a los engranajes de aquella estúpida escalera.

-Mierda –Me quejé.

Aquel chico se dio cuenta e intento ayudarme.

-Deja que te ayude, quizá si estiramos un poco…

-¡No! No estires…

Ras… consiguió soltar mi chaqueta a cambio de romper parte de ella, abrió los ojos como platos, y lo mire con desconcierto y rabia.

-Pero… ¿Qué has hecho animal?

-Lo-lo siento, pensé que…

-No, no pensaste por eso lo has roto

Agachó la cabeza, arrepentido, debido a mi rabia no había podido cuidar mi actitud y quizá había sido demasiado dura con él, mi chaqueta estaba desgarrada completamente e intenté salvar la situación.

-Bueno, quizá lo ponga de moda –Bromeé.

Sonrió- Te queda bien –Comentó sarcásticamente.

-Seguro…

Metió la mano en su bolsillo y sacó un par de billetes, me los ofreció.

-Toma, compra otra.

-No, no importa.

-Acéptalo –Cogió mi mano y la obligó a tomar el dinero.

Un inevitable escalofrió recorrió todo mi cuerpo cuando su mano rozó la mía –Que extraño– miré el dinero y lo conté mentalmente.

-¿25 dólares? esta me costó 10… salgo ganando.

-Por las molestias.

-Soy Siena.

-Nate.

Nos quedamos unos minutos parados, uno frente al otro, Nate parecía un chico serio, pero aun así divertido, alguien con quien no me importaría charlar, me llamaba gratamente la atención.

-Bueno, Nate, te-tengo que marcharme.

-Claro, hasta otra –Se despidió, mirándome profundamente a los ojos, como si me estuviera retando.

Me marché sin decir nada más, con una sensación extraña recorriendo mi cuerpo, maldiciendo para mis adentros que quizá sería la primera y última vez que lo vería, no entendía por qué, por qué ese completo desconocido había calado hasta lo más profundo de mis pensamientos con solo un par de palabras y una mirada, sería eso que llama la gente ¿química? Y si era así ¿había perdido mi oportunidad? Estaba claro que si ahora era ese tipo de personas que creía en la química entre dos personas, era de esas personas que creían en el destino, si me había convertido en ese tipo de personas, solo me tocaba esperar. Sacudí la cabeza alejando esos pensamientos de mi cabeza, no podía perder la compostura por una cara bonita pues ¿cuantas caras como esas me encontraba a lo largo del día? –menos de las que te gustaría- Se burló mi subconsciente, no me consideraba una persona superficial, pero no podía negar el potente atractivo de Nate, y que fuera lo único que llamara mi atención de él, no lo conocía y la primera impresión había sido demasiado buena.

Me encontraba en el coche de vuelta, encendí la radio para romper de nuevo el silencio del interior del vehículo, un locutor de radio noticias de la ciudad comunicaba la terrible desgracia que había sucedido aquella madrugada, subí el volumen ya que sentí curiosidad por lo que había ocurrido.

-Neel ha amanecido esta mañana con la muerte de dos agentes de policía, el resto del cuerpo busca desesperado una explicación sobre los hechos, investigaciones recientes apuntan a que las víctimas fueron atacadas por algún animal salvaje, se establecerán patrullas para intentar buscar a la posible bestia, o al responsable de dicha atrocidad, pero desde aquí, lo único que podemos dedicar es una oración por las almas de Melinda Roberts y Eric Clancy, descansad en paz.

Apagué la radio y suspiré. Pensé en lo que había pasado, estaba consternada por lo ocurrido ¿Quién habría sido capaz de cometer dicha barbarie?

Regresé a casa envuelta en el silencio del coche.

El camino de vuelta a casa se me hizo terriblemente rápido, cuando me sentía preocupada o asustada me gustaba permanecer el mayor tiempo posible encerrada en aquel recio coche en movimiento, donde nadie podía alcanzarme y podía abstraerme de mis pensamientos únicamente centrándome en el roce de los neumáticos contra la asfaltada carretera, pensaba que en cuanto mis pies tocaran el suelo nuevamente estaría a merced de cualquier peligro.

Cuando aparqué el coche en el camino de entrada de mi casa, pude a observar a Christian, quien se encontraba caminando de un lado para otro en el porche, nervioso, dando largas caladas a aquel asqueroso cigarrillo, negué con la cabeza mirándolo a través de la luna delantera, salí del coche y su mirada se postró en mí, tiró el cigarrillo con presteza al suelo y se dirigió a mi encuentro.

-Pensaba que lo habías dejado –Le reproché.

-¿Has hablado con Bran? –Me preguntó, haciendo caso omiso a mí reprimenda.

Suspiré- Lo he visto… –Bajé la mirada- Estaba destrozado.

-Es increíble, ayer mismo estuve con Eric, y ahora –Se detuvo, negó con la cabeza- está muerto –dijo en casi en un susurro, como si le costara pronunciar aquella palabra.

La luz del sol le hacía parecer casi rubio, sin embargo, nuevamente se tornó en aquel color ceniza, un trueno interrumpió nuestra conversación justo cuando iba a decir algo, quizá nada importante, pues, ya no lo recuerdo.

-Vamos dentro, parece que va a llover –Dijo.

Mi hermano me ayudó a descargar la compra y la entramos juntos, cuando entré a la casa, mi padre se encontraba apoyado en la encimera de la cocina junto a Nya; la novia de Christian, besé a mi padre y la abracé a ella. Nya y Christian llevaban cuatro años juntos, mi primera impresión sobre ella fue bastante buena, era una chica con una latente belleza latina, sus padres eran puertorriqueños y se notaba en el moreno de su piel, tenía los ojos ligeramente rasgados de un bonito color verde y también era una chica encantadora, simpática y divertida, desde el primer momento que mi hermano me la presentó nos llevamos bastante bien.

Subí a mi habitación y cerré la puerta, me dispuse a ordenar un poco aquel desastre de ropa que tenía esparcida por toda la cama, solía volverme loca buscando que ponerme cada día para acabar poniéndome siempre lo mismo, unos tejanos desgastados y una camiseta cómoda. El agudo sonido del teléfono me asustó y me distrajo de mis tareas, comprobé la pantalla del móvil, era Harry, vecino y antiguo compañero de instituto, solía llamarme los viernes para salir, cada vez que me veía se quedaba horas hablando conmigo, era consciente de sus sentimientos hacia mí pues en el instituto habíamos salido juntos durante unos meses, pero la muerte de mi madre provocó que yo no pudiera estar bien con él a pesar de sus intentos por arreglar las cosas, sabía que era injusta con él estando juntos sin sentirme cómoda y se terminó, desde ese momento se convirtió en mi mejor amigo, aunque Harry no había sido capaz de asumir que solo éramos eso, amigos.

-Hey Harry –Contesté.

-Hola nena, ¿Estabas ocupada?

Odiaba que me llamara nena.

-No.

-Esta noche hemos pensado ir al Hendel’s Club.

Lo pensé seriamente, en otra ocasión no hubiera tenido ninguna duda de ir, pero dadas las circunstancias y los hechos acontecidos la noche anterior, la duda discernía sobre mí.

-Bueno…

-No te veo muy convencida.

Suspiré, intenté pensar una excusa para justificarme.

-Sabes que siempre que vamos apenas me muevo, soy arrítmica completamente.

-No te preocupes, yo te enseño -Rió.

Reí.- Más quisieras.

Se rio.-A las diez te espero abajo, no hay excusas.

A la hora de comer, estábamos todos reunidos en la mesa, mi hermano Christian, mi hermano Dylan y Nya, estuvimos en un incómodo silencio en el que solo se escuchaban el ruido de los cubiertos chocar contra los platos, aquello me incomodaba, y no era la única, Nya compartía miradas cómplices conmigo por lo que finalmente decidí romper el silencio.

-Harry me ha dicho de ir esta noche al Hendel’s Club

-Estarás de broma, no sé si debería dejarte ir –Dijo mi padre.

-¿Dejarme ir? –Pregunté molesta- Creo que soy adulta y capaz de tomar mis propias decisiones.

Permaneció en silencio unos segundos con la vista fija en su plato, dejó el cubierto apoyado en el plato, colocó las manos firmemente apoyadas en la mesa y me miró con esa mirada relajada que precedía de una bronca.

-¿Cómo puedes ser tan inconsciente? ¿Acaso tienes idea de lo que ha ocurrido esta noche?

-Sí, pero no voy sola.

-Siena, te lo prohíbo –Su tono fue contundente.

Me levanté frunciendo el ceño, sacudí la cabeza y abandoné la mesa.

Salí de la casa dando un portazo.

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