Una noche calurosa

La noche de ayer estaba tan calurosa que sentí la piel adhiriéndose a la sabanas, en una mezcla pastosa, caliente, húmeda me volví una masa amorfa que sin saber cayó al suelo. Afuera una orquesta de grillos, sapos y luciérnagas auguraba un llover que no llegaba. El aire ardiendo, espeso y grotesco agrietaba mi garganta. Aún conservaba un sabor de café entre los labios que chupé, chupé y lamí hasta sentir un desierto en la boca. El golpe contra el suelo había sido suave, de haber dolido estaba tan dopado por el verano que lo percibí suave y esponjoso, luego una manta fría cubrió parte de mi rostro y suspire. Sobre la pequeña mesa de noche estaba un vaso lleno de agua que recordaba con torpeza, quería tomarlo con una mano desde acá abajo y dejarlo estallar contra mi cabeza pero cada intento por cogerlo se desvanecía en mi mente. Los ojos cerrados intentado hacerle el amor a Morfeo y volando en una nube encontrar un oasis en el cielo. Podía sentir la brisa caliente, áspera y ruda tomandome por los pies como si al infierno me llevase y otra vez un frío duro contra la parte de mi cuerpo apegada al suelo. Podía percibir también una linea en el espacio del cuerpo que no estaba ni fria ni caliente, estaba dormida, aturdida y rebelde de pertenecer.

No recuerdo en que momento comencé a perder la cabeza, solo hubo un instante donde mis cabellos se estiraron como un plástico en el fuego, como un hielo que el sol derrite y hace mover por inercia así entraba en un estado liquido recorriendo la habitación. Después vinieron los dedos y esa sensación tan detestable de sentirlos demasiados grandes para mi cuerpo y luego otra vez muy pequeños, hasta que no los sentí mas y se fueron como mis cabellos. En el estómago podía percibir un millón de partículas, como si de una fina capa se tratara el cuerpo comenzó a cubrir todo el suelo, era un líquido tibio y espeso como el calor bañando toda la habitación.

Mas de una vez le pregunté a Dios si me había roto la cabeza al caer de la cama y lo que sentía ahora era la vida escapándose de mi cuerpo o tal vez el alma era un líquido que el calor hacia evaporar. Pero no contestó.

Desde acá podía verlo todo, sentirlo todo, saborear todo, olerlo todo. A mi mente, quizá lo que un día fue, llego un aroma extraño. No lograba diferenciar entre café recién hecho, tierra mojada, una mañana soleada o un día en la playa con los pies desnudos. Un olor era una imagen, una imagen un sabor, un sabor un sentir.

Deseaba llorar, gritar y reir al mismo tiempo. De pronto lo duro del piso perdió esa característica, se había vuelto suave y sedoso, no sé si me estaba columpiando pero ahora tenía frío y una grieta en lo que un día fue mi estómago me absorbió a lo profundo de la tierra. En un parpadear la habitación desapareció ante mi. Aquí el entorno se volvió áspero, angosto y fastidioso pero si apenas alcanzaba a soportar un par de segundo se ablandaba todo a mi paso. Creo que algo de importancia estalló aquello en mi que un poco de ego me abordó. Me arrastre la noche entera entre lo seco y luego húmedo de la tierra. Acá estaba un poco frío.

Si alguna vez te han alado el cabello con fuerza hasta hacerte rabiar sabrás lo que sentí cuando de pronto subía, subía, subía y luego volaba en el aire sin alas, sin cuerpo, era transparente y no podía encontrar mis ojos. Un viento que me desnudo esparció lo poco de mi por el cielo, quizá, el ojo que me faltaba estaba en china y el otro acá pero aquel debía tenerlo cerrado porque no alcanzaba a ver nada.

Cada vez mas tibio, cada vez mas caliente, estaba tan cerca del sol. Revoloteando sobre las nubes tan suaves y cómodas como mi cama. Extrañaba mi cama, enrollarme entre la sabanas, aún estuvieran caliente no me importaba. Deseaba ser yo nuevamente, tener una vida aburrida y monótona. Olvidé tantas historias debajo de la almohada que temo de quien pueda encontrarlas. Temo por los secretos debajo del colchón y la suciedad debajo de la cama. Quisiera ser un viento bravío para devorar la casa por completo y tomar lo que es mío. Estaba tan triste pensando que no vi cuando me volví gotas de lluvia y comencé a caer sobre la gente, la ciudad estaba caliente y me estrellaba en el suelo y nuevamente volvía al cielo, de donde sí no podía volver era de las personas.

Una vez entraba en sus vestimentas, cabezas o bocas jamas podía regresar. Me confundí entre el llanto de una niña en la plaza, caí en los ojos de un adolescente que giraba en el parque y sobre el arma disparándose de un hombre en un callejón. Vi como aquel hombre se despedía de la vida, caí sobre su herida para intentar salvarlo, me confundí con sangre, me mezcle entre glóbulos rojos que corrían por las calles. Esto de verdad me parecía injusto, quería llorar otra vez pero tenía tanta irá que deseé encontrar ese rostro marcado y ruin que sostuvo el arma. Fui huracán persiguiendo un hombre que se escondió tras una puerta, al abrirla lo vi abrazando a su familia. Me pregunté si la esposa sabia que tenia un asesino recorriendo le la piel, si sus pequeños hijos iban a sentirse seguros a su lado y escapé transformado en un viento frío y nublado. Tuve tanto miedo, tuve mucho miedo que no percibí el momento en dónde comenzaba a desaparecer. Mis brazos largos y tan amorfos se volvían pequeños y humanos. Mi cabello dejo de doler y volvía a ser grasiento y corto. Los dedos simplemente fueron dedos.

Comencé a llorar tan fuerte para ser lluvia, comencé a gritar entre el llanto y no pasaba nada. Sentí mis párpados tan apretados y húmedos. Alguien decía mi nombre una y otra vez. Lo escuchaba tan lejos y cerca. Me sentía como la linea que no era parte de nada. Era un zigzag entre ser y no ser. Y cuando desperté mi hermana tenia mi rostro entre sus manos, tan cálidas, tan suaves, estaba llorando y pude nota que yo también. La abracé fuerte para sentir mi ropa húmeda y presionar mi corazón contra el suyo. Los latidos de un dulce corazón que amaba. Volví a ser yo.

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