La vida es un barquito de papel que tan pronto se inunda de lágrimas como se seca al sol, preparándose para transportar un nuevo cargamento lleno de ilusión y amor. Con el rumbo fijo, navegando por el perfil adecuado, sin dejarse atrapar por los malos marineros ni las redes sociales, deteniéndose en contados puertos para echar raíces, pagar impuestos y cumplir sueños. Sucumbir ante los deseos materiales para terminar cabalgando a lomos de la soledad, abriéndose paso uno mismo por los entresijos de los laberintos espirituales. Tal vez así, la muerte nos de prórroga, como en una final de la Champions League, donde solo importe participar, detener el tiempo para saberlo saborear, sin perder o ganar. Aquí estamos de paso, como el barquito de papel mojado, que más tarde o más temprano, se hundirá en el océano, dejando que su materia sea transformada en su auténtica esencia: un Alma eterna imperecedera.
OPINIONES Y COMENTARIOS