Aquel, del pelo taheño.

Aquel, del pelo taheño.

Sesenta lunas llenas pasadas,

perfectas para las baladas,

donde descubrí al niño,

con mechones rojo-tiño.


Sus hebras taheñas,

color rojizo de las leñas.

El corte fuera de moda,

y no importa, por que fácil se acomoda.


Aquel que ya tiene diecinueve,

y no importaría si tuviera veintinueve,

el parece de quince,

es un aspecto que siempre quise.


Conforme a sus actos, él ya es maduro,

y con él mismo, es muy duro.

Sus penas ya son de amor,

algo que lo tiene de mal humor.


Él le pide a la luna,

le implora como nunca,

ubicar a la costilla que le falta,

no afecta como sea, él la exalta.


Sus camisas negras,

como color de las piedras,

me agradan sin disimular,

algo que puedo evitar.


Me gusta por que no le gusta,

a la que vivir el amor pasajero gusta.

El quiere que el amor no sea chiste,

mas ese amor no existe.


Su pensar ya es como hombre,

él dice que lo lleva en su nombre,

mas sus lágrimas son de niño,

de aquellos que suspiran por cariño.

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