En la aurora vespertina de mi vida
una aureola titilante fue tu voz;
un sonido tan profundo y tan distante
que acentuaba la agonía de mi amor.
Padeciendo mil torturas y reproches
sugeriste con premura tu partir
y la noche tan amarga del recuerdo
fue la sombra de algún pálido elixir.
¿Fue una muerte? Lo fue, sin duda.
Pues recuerdo solamente de tu piel
la tersura… ¡oh! dulcísima y tan pura,
derramada como un bálsamo en mi ser.
Yo soñaba un amor perenne y puro
de adorada y candorosa duración,
y en cambio fue tan simple en su existencia,
cual la llama de una efímera ilusión.
El tormento de saberte ya perdida
es tan hondo, es tan cruel,
que persiste en mi última esperanza,
paradoja de tu máximo desdén.
En tu amor tuvo cabida la ternura,
la caricia, la pasión desenfrenada,
la dulzura tantas veces presentida
y el derecho de saberte siempre amada.
Tu exigiste de mi amor un imposible,
tu pediste, con mi amor, idolatría
yo accedía a tus caprichos sonriendo
y te di, enamorado, hasta mi vida.
Sueños rotos, destrozados a tus antojos,
sueños puros que forjé para tu amor,
esos sueños que quitaron a mis noches
el descanso en las horas de sopor.
¿Cuántas noches yo te tuve entre mis brazos?
¿Cuántos besos de ternura y de pasión?
¡Cuánto fuego en las caricias que me dabas!
Y mentías… sin pensar en mi dolor.
Yo sentía que me ahogaba en la caricia,
como un naufrago que clama salvación,
y reías con tu risa que encerraba
la más clara expresión de nuestro amor.
Y pensar que nada fue sincero y puro,
que mis besos se perdieron como tú,
y al perderte para siempre, alma mía,
se derrama la agonía de mi cruz.
Yo presiento que al dejarme para siempre
te has envuelto en la llama de otro amor,
y mis celos, tan feroces, que me envuelven
me aconsejan que destruya sin perdón.
Sin embargo yo no puedo destruirte
por sentirte parte misma de mi ser,
y te dejo que te marches para siempre
aún sabiendo que jamás has de volver.
Ya te has ido, ya has dejado para siempre
la semilla del mas triste y cruel amor,
y mi pecho desgarrado por el llanto
sólo guarda en su esencia la pasión.
Son mis noches tan amargas y tan frías
que el recuerdo perfumado de tu piel
me revive en la caricia nocturna
de tus hombros, la más nívea palidez.
Ya has partido y contigo se ha esfumado
mi deseo tan ferviente de vivir,
y ahora espero con doliente amargura
el instante tan ansiado de partir…
Claude 09/08/51
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