Que tendrán esos días
de los jóvenes impares,
que todo el mundo rechaza,
pero que a mí me bendicen.
Quién será tan insensato
de juzgar a la suerte,
si ésta no viene a verte,
sino que se construye.
Así pues,
me puedes ver
persiguiendo gatos negros.
Y es que sé,
que en su pared
se cuelga, escondido, el cielo.
Solo tocaré madera
para quemarla en invierno.
Atravesaré escaleras
que me aseguren infiernos.
No vendrá
a por mí la muerte
ni los viernes ni los martes.
Esos días
ella descansa,
desde lejos, observándome.
Viendo que le rindo culto
a la flor que un día cortó,
hasta ella suelta lágrima,
y aprende sobre amor.
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