La intención del sujeto ateísta siempre ha sido poner en jaque al sujeto de la creencia contraria, o la religión misma, sobre todo al cristianismo llevándolo a una serie de ejemplos y situaciones donde por un descuido intelectual -o simplemente estupidez-, caiga en una de las trampas refutando así su propio credo. Tampoco al individuo religioso se le puede atribuir la cualidad de “inocente” y sea siempre la víctima de semejantes astucias; tanto el ateísta como el religioso están en plena reflexión, encontrando, en lo más profundo de la mente, enalteciendo su creencia con toda clase de paradigmas para descolocar al otro.
El ateísmo confirma que «Dios» es una divinidad en su totalidad inventada producto de la imaginación, y creo que es el argumento más válido para un individuo ateísta en el debate por la supremacía de sus creencias. Claro, ¿cómo explicar la existencia de Dios, o la Virgen, si jamás se los ha visto con los ojos? Esta conclusión conlleva a que el ateísta no cree más que en los acontecimientos de los hechos, algo que es indiscutible porque está plenamente comprobado bajo las leyes de la ciencia. Esta pregunta deja, sin lugar a duda, sin movimientos al religioso, ya que no puede demostrar la existencia de algo puramente inventado, por lo cual «Dios» sería un ente mental, producto de la imaginación, y que forma parte de personas altamente sugestionables. El religioso, por otro lado, también conoce estos puntos débiles que tiene y sabe cómo defenderse, de esta forma: «No debo recurrir a la demostración de Dios porque yo solamente creo en fielmente en él». Bien, esto es un acto de indiscutible de fe, pero la cualidad de la fe no es más que afirmar sin comprobar, no hay explicación que apunte a otros horizontes, por lo cual, no hay más que verdadero en que solamente no hay nada más allá que la fe misma. El efecto termina ahí.
El ateísta y el ateísmo tienen, al parecer, según Jacques Maritain (filósofo humanista), diferentes tipos de clasificaciones según pensamiento y empleo, adjudicando a sujetos como más ateístas y menos ateístas, o menos o más ateísmo, resumiendo, a fin de cuentas, un trabajo netamente descriptivo. Si bien teniendo razón en estos puntos, aparta el significado en sí del ateísmo. ¿Pero puede explicar una persona que no es realmente atea, el ateísmo mismo? En este caso es muy difícil no dejarse llevar por otro pensamiento que no sea el pensamiento en el que siempre se ha creído y en el cual basa sus creencias. Todo lo que diga, ya sean opiniones, puntos de vistas e incluso la forma de instaurar su comportamiento, está ligada a su creencia. Entonces, al parecer, el único método de entender y hallar el ateísmo es por medio de un sujeto ateísta, de lo contrario, el religioso, desde el inconsciente arrastrará deseos ligados a su creencia, interfiriendo en la opinión, cambiando la finalidad y el significado establecido. Todos los recursos que digan estarán sujetos a sus leyes de credo, aunque no estén conscientes.
Podemos comprobar este hecho con el ejemplo de un cristiano que es intervenido por una persona “X” -de creencias contrarias- cuando le dicen que una plegaria no tiene efecto místico sobre las personas, como es el caso de curar una enfermedad por medio de las «palabras». El religioso responderá que las oraciones tienen un efecto desde la nada, como si pasara porque sí, y curará a la persona enferma, y para el tendrá sentido, pero para el entrevistador, de postura contraria, cuestionará que sin las leyes de la física no hay afecto alguno sobre las cosas, entonces una interrogante inevitable se abre (que arraiga nuevamente a la fe): ¿Y cómo lo explicaría? La respuesta sería la misma que expuse hace unas líneas atrás: «Solamente es así. Nace de la nada». Otra vez quedamos en lo mismo.
En la mayoría de los casos las personas indoctas tienen una idea del ateísmo un tanto desairada, que puede resumirse en la siguiente frase: «una acción destructiva y dependiente de la adoración al Satanás». Siguiente esta idea, el motivo ahonda el asesinato contra algún padre o la quema de iglesias. De este modo, el ateísta estaría creyendo en una «divinidad» -ahora la de Satanás; Lucifer, el Diablo; Prometeo…-, desde el abstracto imaginativo nuevamente, en igual medida que la idea de «Dios», destrozando el significado primigenio y fundamental del ateísmo en su brevedad.
Pero esta idea es errónea. Debido a la relación de ciertas ideas, la visión global que se tiene del ateísmo es que es una religión -el cual tampoco lo es- que va en contra de todas las creencias sobre Dios, incluyendo el asesinato, la perversión, la brujería…, términos que arrastran consigo una salud mental deficiente y se aparta del concepto general del ateísmo. ¿A dónde se fue el significado original del ateísmo, si su nombre, desafortunadamente, es indicativo de enajenación?
Hace un par de años -no recuerdo exactamente cuándo y no es de relevancia en este ensayo-, conversando con un pariente cercano sobre las religiones y culturas que nos identifican a cada uno de nosotros, me preguntó, de improviso, cuál era el mi punto de vista frente a estos términos sobre la religión (suponiendo que yo también amaba a Dios por sobre todas las cosas y que era, en primera instancia, un cristiano). Yo, muy impresionado por la pregunta, tuve la obligación de decirle «qué era lo que le preocupaba», ya que la forma que me lo mencionó pareciera rehusar o simplemente dudar de la confianza de su propia creencia. En otras palabras, la confirmación de mi fe pareciera brindarle mayor desempeño y notoriedad a su religión, una especie de autoafirmación no personal, en este caso el del cristianismo. En vista de esto, le pregunté lo siguiente: ¿Se puede hablar de creencia, aun no creyendo fielmente en la totalidad de su credo? La pregunta que le hice le pareció de tan mala manera que en pocos segundos formuló ya en su cabeza una idea de mí completamente construida desde su imagen mental, sin antes haberla confirmado, ni haberme preguntado: «¿En qué crees tú?» Tal pregunta le pareció incomodarle, que muy pronto exclamó, fuertemente: «¡No crees en Dios, ni en Jesús!, ¿Cómo, no crees en Dios?». (En tal caso la única explicación de su disgusto se debió en la contracción de la pregunta que le formulé y en donde de alguna manera le pareció un ataque radical hacia sus creencias, cuando en realidad no buscaba más que una explicación para adentrarme en su mundo y poder entendernos mutuamente, un diálogo decente).
A lo largo de todos los debates y todas las conversaciones que he tenido respecto a la religión, terminan para bien o para mal «en una falta de respeto y de ciertas palabras obscenas». Pareciera que el ateísmo para la comunidad global significa estupidez e inconsciencia, teniendo el pensamiento que el sujeto que no cree en Dios es un completo ignorante, un rechazado social.
Volviendo a la relación que se da a entender del ateísmo frente al satanismo (que tiene sus comienzos en el 1996 con la fundación de la Iglesia Satánica) me queda muy claro que ambos términos funcionan como uno solo. Según mi entender, hallo que el satanismo se produjo por la privación de una mente ya marcada por el ateísmo en forma, sin embargo, de liberación y anarquía. Todo lo que el ateísmo no es, pero deja ciertos puntos abiertos, aunque no literalmente, el satanismo logra liberar toda esa carga con toda la libertad y fuerza posible. Por ende, el satanismo sería un acto de «exageración» llevado a cabo por una mente enferma, donde se hallan impulsos de brutalidad y perversión hacia un fin en concreto. Primeramente, decir que un individuo es ateo y también satanista, es fracasar en el intento. Esto no puede ser posible. Una idea se jacta de la otra volviéndola ausente.
A decir verdad, el fiel de las religiones ortodoxas, también cae en la exageración. Un sujeto tiene el derecho de elegir y conservar para el la creencia que mejor le representa, en tanto sea escuchado su corazón y su ética. Bien, desde aquí. Pero aquí hallo una exageración también por parte del religioso al «imponer» sus prácticas en la sociedad. De alguna manera al hacer uso de la predicación estamos imponiendo, a modo de simbolismo, un mensaje que recae en el inconsciente de las personas, una especie de código abierto que entra sin permiso por los oídos.
En resumen, creo que no hay mejor elección para la creencias que la creencia basada en la totalidad de la persona misma, multipolar. Pero hasta un cierto un punto es sano; cuando sobrepasamos ese punto, se convierte en una exageración que peligra al individuo mismo, por su irracionalidad, y el sujeto de al lado, por el desacato acontecido.
Entre los conceptos «satanismo» y la «labor predicadora», hallo, en ambos, una unión infalible que no se puede descartar de ningún modo: «el fanatismo», surgido cuando la razón deja de funcionar adecuadamente y se da paso a la sugestión de las armas imaginativas, dejando a la mente expuesta ante cualquier improperio utópico; hay un exceso de creencias que los obliga a reaccionar de la manera más brutal y desesperada que se pueda.
La evolución y la mirada del ateísmo en la actualidad, se ha desviado y distorsionado su significado. Ser ateísta ya no es sinónimo de no creer en Dios y de rechazar el sistema político con las facultades de la ciencia; y cuando se pasa llevar su creencia se desata en el un acto impío de sublevación y destrozo, sino que se ha conservado para él, una fuerza extraña, ajena a su origen. El verdadero sujeto ateísta y su caminar -si alguien posee de ante mano estas cualidades- no es proponerse en cada ocasión de pelearse con el sujeto contrario, un habitual pensamiento porbre de esencia. Si se conoce plenamente la funcionalidad de su creer, no hay una obligación de enaltecer y colorear, ni menos cuestionar su creencia. Las disputas entre el individuo ateo y el cristiano son signos de inmadurez, de contradicción y de debilidad del credo.
Entre estos dos declaro al ateísmo una religión universal cuando no se deja sobreponerse por el falso ocultismo y la fascinación enajenada de su forma de exageración: el satanismo. Entre sus características no se basa en entes inventados y está sujeto a las leyes de la física, comprobación, donde todos los individuos valen por lo que son: principios, derechos, etc. Por el contrario, el cristianismo está sometido a al decadentismo. Estímulos completamente arcaicos que no permiten el progreso real de la civilización humana.
OPINIONES Y COMENTARIOS