Sanando mi maternidad.

Sanando mi maternidad.

Kisa

29/02/2020

Imagino la vida de mi ex junto a su nueva pareja y bebé en vientre. Tratando de acomodarse la vida, de estar juntos sin entenderse, de jugar los roles impuestos e inequitativos económicamente; sin complicidad, quizá en la lucha de quererse sin saber con exactitud que quieren, y sin saber si se quieren, pero si con un pequeño motivo para estar juntos. Unidos ambos, tan tóxicos y falsos como las noticias del coronavirus que pulula ansioso en la internt, ¡ah! y juntos porque se merecen el uno al otro. Y es que el pedo no es que anduvieran juntos sino que pusieran el cuerno por no anunciarlo, y peor aún, sin negociarlo. Que fuera un hecho tan deshonesto de entrar en una relación sin consentimiento de los que estábamos al margen de su infantil aventura. Un día agarré el valor de decirle a la niña que él nos veía la cara de estúpidas (ella hacíase agarrar del “amor libre” y yo era mucho más conservadora de lo que soy ahora), creo que les arruiné el amor romántico sin querer que ese fuera el resultado, pero si queriendo darle valor a mis palabras, hasta elaboré cuidadosamente un PDF para describir cada detalle de sus desalmadas intenciones.

Pronto, empecé la terapia con el psicólogo y me cayó como mercurio en una herida: cicatrizante. A veces cruzábamos un par de diálogos con él, si les mostrara me dirían que también actúo infantil(no debería hablarle), pero es una tarea constante, de todos los días, utilizar líneas de pensamiento que representen agregadoras de valor a una mente en recuperación, para llegar a eso de mandar al ex a la parte del odio sano que se va convirtiendo en paz interna, tolerancia, y madurez. Mandarlos a ese lugar, donde solo están las personas que NO merecen que ni coman mierda por parte de unx, ni merecen que los mandemos alv porque estamos conscientes de que no quisiéramos recibir lo mismo, y porque no vale la pena gastar el odio en personas que no merecen nada de nosotros.

Mientras, decoro con la imaginación un dormitorio, en su nueva casa. Una cuna, un estampado en la pared, y una ventana. Algunos juegos que pintan la infancia de una criatura sana. La abuela, un poco menos loca que yo entendería esto, si supiera leerlo. La alfombra, una lámpara, unos pañales, y así cada detalle va curando mi lastimada maternidad; eliminando fantasías, borrando expectativas y sembrando hacia la realidad una interpretación mejorada de la mujer adulta que soy ahora.

No pensé que sanar fuera tan difícil, pero si me asombra el hecho de que sanar sea posible. Todo queda en una, en dar un paso, un día a la vez. En perdonar y perdonarse a sí misma por permitirse esas barbaridades. En aceptar, para dormir en paz todas las noches.

Y así, es importante reparar cada idea, volver a tener nuevos deseos, consentirse, hacer retrospectiva. Sanar la maternidad que quizá no lleguemos a utilizar nunca, pero que está ahí en el imaginario de muchas de nosotras las mujeres, quitarnos el pánico de dar a luz, pero dando a luz nuestra esencia antes que cualquier otra cosa.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS