Había una vez una princesa que, cansada de muchas decepciones amorosas, decidió refugiarse de su enorme dolor en la torre de un gran castillo el cual era protegido por un salvaje dragón rojo. Los caballeros que querían llegar a la torre, para poder ganar el amor de la bella princesa debían, de responder a tres preguntas y si estos no tenían la respuesta correcta, el dragón despedía una enorme bola de fuego la cual pulverizaba instantáneamente al caballero.
Esta leyenda se fue corriendo por muchos años y muchos caballeros intentaban llegar al rescate de la bella princesa por diferentes razones o motivos, pero ninguno de ellos llevaba consigo un sentimiento puro y verdadero en su corazón suficiente como para poder salvarla de las garras y los maltratos del dragón.
Después de algunos años, los caballeros al saber que era casi imposible responder aquellas tres preguntas que podían liberar a la princesa, desistieron de ir a la torre y la bella doncella se mantuvo acechada por el dragón por un buen tiempo.
Pasaron algunos años y un joven escudero, el cual nunca llego a ser un caballero, se comenzó a interesar por la historia de la princesa, por su vida y por todas las cosas por las que ella había pasado. Todas las noches pedía a un viejo alfarero que le recitara esta historia mientras miraba a las estrellas imaginando el rostro de la princesa y enamorándose de ella cada vez más en cada crepúsculo de luna llena.
Luego de arduos trabajos, el joven escudero llegó a comprar una antigua y desgastada armadura de caballero, un escudo, una espada y un viejo caballo Llamado ESPERANZA y se envolvió en un largo viaje para poder rescatar a la princesa del salvaje dragón de fuego.
Después de pasar muchas dificultades incluyendo frío, hambre y riesgos de ser atacado por animales salvajes de los oscuros y espesos bosques de la región, el escudero por fin llego al castillo encantado en donde el enorme dragón tomó posición de ataque y le dijo:
– ¿Qué vienes a buscar aquí? –
A lo que él respondió:
-Vengo a rescatar a la princesa de tus enormes garras y de tus maltratos salvaje dragón-
Y el dragón respondió:
-La princesa es mía-, el único que la protege soy yo y a ella nadie la tiene aprisionada-
-Claro que sí, respondió el noble escudero – vive presa en esta enorme torre y no puede salir por temor a ti, así que he venido a liberarla de tus garras y ganarme su corazón con verdadero cariño, así que procede con las tres preguntas, sé que Dios me dará las respuestas-…
-Pues bien- dijo el Dragón, -es la tradición y se debe cumplir para poder romper el hechizo-
La primera pregunta es: ¿Cuál fue la peor oscuridad que causó el peor de los temores en tu corazón?
Y el escudero respondió: Ninguna, porque por más que ya viví oscuridades peores, siempre tuve la fe que el sol volvería a renacer al día siguiente, dándome una nueva luz…
El Dragón algo sorprendido por la respuesta solo se inmutó y procedió a la siguiente pregunta,
-Dime muchacho, ¿de qué está hecho un corazón Justo?:
A lo que el escudero respondió: No existe, nadie es justo, tarde o temprano caemos en la tiranía de no ser humildes y ser crueles, pero el que enmienda y reconoce con nobleza sus errores podrá encontrar que lo justo es divino y que lo divino viene de Dios….
El dragón no respondió nada, no soltó bola de fuego alguna, y se dispuso a hacer la tercera pregunta:
Noble escudero, sé que tu vida ha sido dura y llena de decepciones al igual que el de la princesa, dime entonces, ¿Por qué aún crees en el amor?:
– Creo que nunca supe lo que fue el amor-, respondió, – nunca supe quienes fueron mis padres, de niño pasé maltratos por parte de mis amos y nunca conocí lo que es ser tratado con cariño, y mi vida, al igual que el de la princesa, ha estado llena de desilusiones, no vine aquí a creer en el amor que aún no conocí, vine más bien a descubrirlo, a liberarlo, a intentar rescatar a un corazón sincero que creo me podría dar aquel amor que no conozco, pero con que siempre soñé….
El Dragón miró directamente a los ojos del noble escudero y dejando su postura de ataque le dijo:
-Noble Escudero, El hechizo ha sido roto, tus respuestas no fueron las correctas, pero si las más sabias, mi trabajo ha terminado, la princesa está liberada de mi acecho, puedes ir por ella…
El Noble escudero feliz y emocionado montó nuevamente a su caballo Esperanza y a veloz galope llegó hasta la ventana de la princesa y le dijo:
-Hermosa princesa, el hechizo fue roto y he venido a rescatarte del dragón que te tenía prisionera para que juntos podamos conocer el verdadero amor-
A lo que la princesa tristemente le respondió:
-«Noble escudero, lo que has hecho por mí ha sido una muestra de gran coraje y valor por lo cual te estaré enormemente agradecida hasta el final de mis días, pero la verdad es que he vivido tanto en el dolor que ahora tengo mucho miedo del amor, déjame por favor vivir al lado de lo único que sé, de lo único que me hace sentir protegida y lejos de la decepción , no conozco más amor que la soledad de esta gran torre y los maltratos del dragón , estoy acostumbrada a esta vida, no tendría el valor de poder cambiar, no tendría el coraje de arriesgarme a mayores desengaños-…
Al escuchar esto, el noble escudero con lágrimas en sus ojos le respondió:
-» Amada princesa, respeto tu decisión y me hace muy feliz el poder haber roto aquel hechizo que te tenía atrapada y del cual pensaba era un dolor para ti, siempre te esperaré, siempre, hasta el final de mis días, cuando realmente te canses del dolor y creas nuevamente en el amor, búscame, sabrás donde encontrarme»-…
Luego de aquellas palabras, el noble escudero montó a su caballo Esperanza y cabalgó noche y día sin parar perdiéndose en la distancia de la espesura del bosque y nadie supo más de él, convirtiéndose así, en una leyenda medieval junto al feroz dragón y a la princesa que tenía miedo del amor…
Moraleja
Esta fábula refleja todas aquellas etapas en la vida que ajena a nuestras decisiones, nunca tuvieron un punto de partida o algún final feliz, y aunque a veces todos pasamos por experiencias duras, hasta el punto de no tener más miedo al fracaso, y poder siempre conservar la «esperanza» de vivir sin temor al éxito…
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