La pieza encajaba y eso era lo importante.
Tenía la forma exacta: era pequeña, redondeada y suave en la parte de arriba y con grandes picos abajo. El color era casi igual al azul Mediterráneo del mar, un poquito más claro, tirando a cielo; pero casi no se notaba y entre tantas fichas…¿Quién se iba a fijar?
Así que la dejó donde estaba, enmarco el puzzle y lo colgó en su pared.
Hacia la media noche, las piezas despertaron y comenzaron a abrazarse y saludarse felices de reencontrarse de nuevo para formar su parte multicolor.
-No te preocupes, le dijeron, da igual que seas más clara, lo importante es que encajas y, con el tiempo, serás tan mar como nosotras.
Y la pieza pequeña y redondeada se lo creyó.
Las noches pasaban y la pieza, que encajaba perfectamente, se movía al ritmo de las olas con las demás, bromeaba con las piezas de los barcos amenazándolas con hundirlas y se reía y se creía un trozo de mar.
Pero cuando amanecía y se hacia el silencio, miraba el reflejo del puzle en el espejo de la habitación y se veía cada vez más blanca en un mar cada vez más azul, más oscuro, más profundo. Y sabía que -aunque tenía la forma exacta- ese no era su lugar. Así que cerraba los ojos esperando de nuevo la noche donde la ceguera quitaba el miedo y todas las piezas le decían que encajaba.
El tiempo pasó y a todos tenia extrañados “la pieza rara” que se iba decolorando con el sol
.-“Y fíjate que sólo es una, debieron vendernos el puzle mal”
Hasta que una mañana, al mirar el mar, la pieza no estaba. La buscaron por toda la casa: bajo los muebles, entre los libros, en las plantas de las zapatillas… porque podía estar en cualquier lado, pero no la encontraron.
Si hubiesen estado despiertos a media noche habrían oído como el mar susurraba lo que había pasado:
La pieza subió al cielo, a su lugar, a su color: pero había pasado tanto tiempo que no la reconocieron y le dijeron que volviese
Y así la pieza que encajaba perfectamente descubrió que en realidad, no encajaba en ningún sitio.
Y desapareció
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