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Yo vivo en aquel panteón en donde los Muertos son enterrados con pollos para que sus lombrices puedan comer.
Cerca de allí, ellos fueron educados por el viento y la Lluvia les enseño a dejar sus escrúpulos bajo tierra,
como en los buenos tiempos.
Ellos me contaban que el otoño las hojas viraban de varios colores y caían,
pero yo no las veía,
me las daban cortadas frente a mí con una sonrisa acaramelada, cursi.
Me dijeron que había que obedecerles,
ser fiel y dejarme llevar por ellos.
II
Yo vivo en aquel panteón en donde los hijos son despedazados por bombas pues sus padres huyen para salvar el pellejo,
como en las mejores ciudades del mundo.
El laberinto que creció alguna vez en sus penas y se introdujo dentro de mi mente culpable, rompiéndola, confundiéndola por torbellinos inimaginables,
la vibrante reencarnación de sus genes que nunca orgullecieron a las sombras,
todo aquello, ya es solo pasado.
El presente es más duro, pero menos pesado, ahora ellos pueden volar, no ven nada, pero vuelan y nadie les podrá cortar las alas.
III
Yo vivo en la jungla en donde todos sonríen sin sentir alegría
Y la felicidad se transmite como un recuerdo inalcanzable….
Recuerdos, ¡Recuerdo!
Es inútil,
Lo demás se lo dejo al presente.
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El vuelo estaba algo turbulento así que pedí unos tres vasos de wiski y luego de unos minutos, me dormí.De repente el cielo oscureció y el avión se movía como papel por la turbulencia, luego vino el impacto, junto a llamas de fuego, que fue seguido de un silencio sepulcral.
En mi sueño Bolívar y San Martin se mecían en un columpio del parque infantil en que yo solía jugar de niño.
-«Tal vez tendrías que morir en Inglaterra” – decía Bolívar mientras el columpio subía a su altura máxima en el aire,
-¡Ya se!, falsificaremos un pasaporte y te enviaré los informes y resultados de las batallas”-
Bolívar tenia los pies en el suelo y empezaba empujar el columpio como un adolescente rebelde e irresponsable en parque reservado solo para pequeños.
– ¡Para ya! – grite, – ¡lo estás lastimando! – pero Bolívar solo se burlaba y seguía empujando el columpio.
– ¿No ves que lo lastimas?, ¡para ya! –
Intente gritar con más fuerza, pero como sucede siempre en los sueños, mis palabras se ahogaron, estaba aterrado de que Bolívar hiciera caer a San Martin al suelo y se rompiera el cuello.
-¡Por favor, Simón, ¡para ya por favor! – suplique
-¡Cállate ya, Cacaseno Idiota- ¡Me grito Bolívar! – y en ese mismo instante vi como San Martin saltó del columpio directamente hacia Bolívar y cuando lo tuvo sometido en el suelo, comenzó a devorarle el cuello brutalmente! Bolívar no podía defenderse, solo despedía charcos de sangre por todo el suelo y San Martin Lo miraba con ojos ensangrentados y llenos de ira.
-¿Morir en Inglaterra? – Le gritó a Bolívar, ¿A caso estás loco Monarquista de mierda?, ¡Yo moriré en Paris!
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– ¿Qué pasa? – musitó Bruno, lo había despertado, yo siempre hablaba en sueños y él siempre me despertaba.
– ¿Qué sucedió? – me preguntó nuevamente.
– Estaba en un parque con San Martin y Bolívar. Me asuste.
Normalmente Bruno se hubiera burlado, pero estábamos en camas de lados opuestos de la habitación y temía hacer ruido, en vez de burlarse volvió a dormirse.
Yo aun continúe despierto y podía oír ruidos de jets F14 de guerra cursando el cielo, en un principio me llamo la atención, luego recordé que eran los aviones del ejercito Chavista, en su segundo intento de golpe de estado, bombardeando el cuartel de la DISIP y el palacio presidencial de Miraflores y me asusté.
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Secretamente odiaba viajar, me siento triste en Perú, pero al momento en que me ve voy tambien siento la amenaza de la soledad colgando sobre mis actos más triviales. En cualquier caso, ¿por qué seguía viviendo en Venezuela?
Toda mi vida estaba hecha tirones. Durante dos años había yacido en la casa de mi Padre esperando mi mayoría de edad para poder largarme, durante dos años me había debatido entre un buen puesto en su empresa o romper con todo de una buena vez por mi cuenta y conocer parte del mundo antes de comprometerme con algo tan aburrido y permanente. Me preguntaba siendo adolescente, ¿cómo la gente decidía ser simples empleados de oficina? Era una decisión que imponía mucho, en cierto sentido era una decisión muy arrogante y común el cargar con la responsabilidad de los problemas de una empresa cuando no tienes ninguna oportunidad de saber cómo estos acabarán. Admití que algunos de los empleados de mi padre se quedaban en sus puestos hasta altas horas de la noche sin pensar en ello, puesto que, si en alguna ocasión ellos hubiesen considerado lo que esto significaba, con toda seguridad hubieran sido presa de la necesidad y las dudas.
Yo a mis 19 años no tenía ni una pizca de aquella fe ciega o en la suerte que estos hombres creían tener, siempre quise ejercer el control sobre mi destino y el ser un simple empleado de oficina me parecía una tremenda abdicación del control, algo que dominaría tus decisiones y hasta podría usurpar tus sueños. Me había sentido obligado a tomar esta decisión por tanto tiempo que, si hubiera aceptado el empleo, podría haberme resultado muy perjudicial. Incluso entre los dos años que duro esta pesadilla, no olvide la oferta ni un solo día, pero indiferente como lo era en todo nunca me hice lio en esta cuenta. Lo único en que solía pensar era en mis nostalgias, en mis añoranzas de querer convertirme en escritor. Entonces, ¿Cómo podría haber deseado ese maldito empleo?
-¡Si no hubiese sido por tus estupideces ahora sería un gran escritor! -solía gritar furioso hacia la foto de mi padre.
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Ralmente envidiaba a Bruno, venia de una familia adinerada y su padre lo había enviado a estudiar Artes Plásticas a Italia, había conocido a famosos artistas, escritores, músicos y a famosos parásitos, (decía él), se había pasado horas en los bulevares de Roma bebiendo vino, había recorrido desde Milán hasta Paris montado en una bicicleta de carreras, había viajado a Londres donde expuso sus pinturas y esculturas sin éxito alguno; – “Demasiado tosco y radical”- opinaban los críticos de arte. Regresó a Italia y se casó con una escritora francesa 10 años mayor que él y juntos tuvieron una hija que recibió el nombre de Camille
-¿Habría algo de verdad en todo esto? –
Me pase la vida creyendo que sí, y quizás en cierto sentido era responsable de ello por darle a Bruno demasiada credibilidad. Los compañeros de cuarto están unidos pasajeramente, misteriosas fuerzas los atan y si mi hubiese pasado la vida denunciando sus mentiras, quizá debía haberme concedido la misma oportunidad.
-¡Me hubiera convertido en un gran artista si no hubiese sido por mi padre! – decía siempre Bruno y por mucho tiempo me lo creí
Desde luego el padre de Bruno también era artista plástico y fanáticamente celosos del talento de su hijo. La realidad fue que Bruno acepto ir a Roma para huir de él, pero ¿Por qué volvió a Caracas, se instaló nuevamente en casa de su padre y no se fue de ahí hasta después de dos años?
Bruno se había instalado en el estudio y de vez en cuando su padre pintaba sobre sus lienzos. Para esa época Bruno tenía ciertas tendencias modernistas y estaba encauzado a desarrollar un estilo propio, con regularidad ganaba un buen dinero vendiendo sus cuadros en el boulevard de Sabana Grande. Pero para su padre, que la pintura comenzada en Goya y terminaba en Rembrandt, las pinturas de Bruno no tenían sentido alguno y se burlaba de ellas constantemente hasta el punto que mi amigo desistió de llegar a ser un gran Pintor, limitándose luego a conseguir un trabajo como oficinista.
-¡Maldita modernidad que solo sirve para manchar! – gritaba el padre de Bruno – ¡Tonterías abstractas endemoniadas!
Pero a pesar de esta situación, ¿por qué Bruno no se iba de la casa de su padre?, me preguntaba con toda ambivalencia sabiendo de memoria sus pretextos.
Cada vez que escuchaba hablar a Bruno sobre su pasado, colateralmente venían a mi mente algunos recuerdos sobre los últimos días que había vivido en Tacna, antes de venir a estudiar para Caracas.
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Luego de la muerte de Gabriela, Mi tío Percy, Hermano mayor de mi Padre, me había invitado a pasar unos días en su casa para superar un poco el dolor de mi perdida y de paso darme unos consejos, mi tío siempre fue un hombre sensato y jamás se metió en la vida de nadie, tal vez por esto solo se limitaba a contarme grandes anécdotas de juventud llevadas tal vez a que las tomara como ejemplo.
La verdad es que yo veía el rostro de Gabriela por todas partes y sentía su presencia y el aroma de su pelo en todo lugar, muchas veces en sueños pensaba que levitaba y podía hablar con ella de espíritu a espíritu, ella siempre se me presentaba con el rostro completamente quemado y me invitaba a acompañarla en su viaje hacia el purgatorio. Para ser sincero muchas veces estuve a punto de aceptar esta propuesta, pero mi miedo hacia lo desconocido me llevaba siempre a cambiar de opinión.
Para disiparme un poco de estos pensamientos, casi todas las tardes me limitaba a grandes caminatas por el boulevard Bolognesi, allí siempre se reunían artesanos quienes vendían sus artesanías alrededor del boulevard. Solía buscar a Edna, una artesana brasilera que había conocido tres días antes y con quien había compartido gratas conversaciones mientras bebíamos algo de vino. Aquella tarde aparecí frente a su puesto de artesanías, ella se encontraba en el mismo banco de siempre con un vino servido.
-¡Oí Luigi!, ¿tudo bem? – me saludo con una débil sonrisa, pidió otro vaso de vino para mí y me comento muy entristecida.
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-¿Te das cuenta Luigi? Pronto esta semana se acabará y me iré de este puesto, algo más va muriendo de lo que uno conoció, todo cambia, antes nuestros padres vivían en un mundo más unido y pacífico, existía cierto orden en aquel desorden; pero ahora solo caminamos como se nos antoja escondiendo tal vez un capricho frustrado.
-A veces siento que algo de nuestro espíritu se va yendo de nosotros mismos, un día se olvidarán que fuimos parte del mundo y nuestros panteones estarán llenas de flores secas alrededor o tal vez creerán que fuimos simples leyendas inventadas que van perdiendo encanto, romanticismo, como las rosas que ya no son atractivas para las chicas porque no tienen el color de los dólares –
Me limite a pedir otro de vaso de vino para ella. Seguía cargada de tristeza y era natural, ella amaba otro mundo, otro tiempo, algún otro universo paralelo.
-Todo ser humano no es otra cosa que el reflejo de sus propias nostalgias y yo soy una nostálgica, ¿quién podría pedirle a un canario que viva en una jaula llena de gatos? Si algún día muero será en mi ley, con mi vino, mis ideas, mis recuerdos. Luigi, hace unos días me hablabas de tu perdida, de tu sufrimiento e inquietudes y te dije que poco a poco las irías superando y siento que lo estas logrando ¿Y sabes por qué? porque somos esa casta especial de humanos, los bohemios, los noctámbulos, los errantes de la noche. Tú que eres escritor, anímate y escribe lo que tu ocurrió en esta experiencia, yo creo que valdría la pena –
Yo sabía que sería la última vez que vería a Edna, por eso charlamos hasta la madrugada, le prometí que escribiría algunas páginas.
En mi siguiente paseo de tarde por el boulevard noté que Edna se había marchado, tan pronto me di cuenta decidí caminar por el boulevard a solas. Curiosamente notaba como los barrenderos ya iban terminando sus labores entonces prendo un cigarro y me digo a mí mismo – ¡Hay que irse de esta ciudad! -de pronto uno de los barrenderos se me acerca y pregunta
-Oiga joven ¿podría convidarme un cigarrillo? – Le doy el cigarro, él lo prende, aspira fuerte un par de veces para que no se le apague, cuando tiene segura la brasa, me pregunta
– Perdone, soy muy curioso, ¿Qué lo trae hasta estas horas al Boulevard? – Yo me lo quedo mirando fijamente y en mi silencio trato de explicarle.
-Quería ver la alameda vacía, el cielo, oír el silencio, mirar las oscuras nubes que van cruzando sobre este lugar –
La verdad sabría que él no entendería nada sobre esto así que solo le respondí con una ligera sonrisa y rápidamente me retire de ahí. El barrendero se encogió de hombros y continúo barriendo.
Yo vuelvo a lo mío, a ciertas angustias diferentes que atenazan mi alma. Aunque Edna me lo pidió muchas veces nunca pude corregirle algunas palabras que ella pronunciaba mal en español, recordaba mientras las horas pasaban sintiendo más el dolor de mi perdida.
La fe, el tiempo y la constancia, ayudados por un cierto talento que abrigo, me hacen describir todo esto, va quedando atrás el muchacho indiferente y rencoroso, aquel desengañado, ahora puedo ver de cerca el codo de la lucha acompañada de grandes frustraciones. Hubo amores, noches, copas, amigos, pero sigo siendo un solitario, porque para bien o para mal sigo enamorado de la soledad. Poco a poco fui internándome en las entrañas de mis ideas, a sus pormenores buenos y malos, he tratado mucha gente, ricos y pobres, pero continúo tratando de entenderlos, aunque nunca los pueda comprender. Fue ahí en donde me di cuenta de que cada humano es un mundo aparte, un clima y también que todo amor termina siendo una anécdota puesto que en esto de saber vivir todos somos aficionados.
Aun puedo escuchar el ruido de mis zapatos que rechina punta y taco sobre los agujeros del piso del Boulevard. Eran las cinco de la mañana y Los barrenderos ya se habían ido, todo estaba vacío, pero aun podía sentir el aroma de otras flores, de nuevos perfumes, ahora comprendo que no soy el mismo, que he pasado días duros, que voy madurando, pero mi tristeza es la misma, mi inquietud no cambia y que el sufrimiento es como el vino, el tiempo le da un sabor más perfecto.
Es la medianoche de un domingo, la barra de un bar cerca al boulevard me está esperando con una jarra de cerveza, Rodríguez el cantinero me sirve como de costumbre.
-Se te ve algo triste Luigi, ¿todo bien? – me pregunta
-Si Rodríguez, todo está bien, creo que solo perdí algunas cosas, pero no pude evitarlo –
Ni bien termine de decir aquella frase dos precoces lagrimas escaparon de mis irritados ojos, Rodríguez se percata y sorprendido me pregunta
-¡Que pasa!, ¿estas llorando? –
Hay cosas que llevarían tiempo explicar y no era el momento.
-No Rodríguez, no es eso, sucede que este humo del cigarrillo, todo está bien, no te preocupes-
Rodríguez me sonríe y se aleja, quiere dejarme solo, es lo mejor.
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– ¡Carajo, ya es casi de madrugada! Exclama Bruno, cada vez que te hablo de mis padres, las horas pasan y pasan y yo habla que habla y tú fingiendo que me oyes, pero siempre estás en otro mundo, sé que debes estar cansado de escuchar a cada momento la misma historia, pero ahora dime, por lo menos hoy, ¿Cuál es tu opinión al respecto?
-¡Claro que si hermano! – le respondí – Te voy a dar mi opinión tan racional como la vida misma. Pienso que estoy frente un hombre que huyo del talento solo por permitir que descuartizaran sus sueños-
-¡Mierda Marico es que tu no entiendes! – me respondió irritado mientras se levantaba de la cama bruscamente, ya eran casi las seis de la mañana y debía vestirse para ir a trabajar.
– ¡Bruno!, no intentaras salir con todo ese mierdero que está haya afuera, ¿verdad? –
-No puedo faltar al trabajo pana, que sea lo que Dios quiera, además ¿sabes qué?, tienes razón- me respondió mientras vestía su pantalón.
-Bueno Chamo, por la sombrita que la cosa esta chimba en la calle, cualquier cosa avísame y te voy a buscar- le respondí
-Cambiando de tema, he decidido que al terminar la universidad me voy para los Estados Unidos-
Bruno tomo su camisa de la silla, se quedó parado y quieto por un buen momento dándome la espalda y con voz temblorosa me respondió.
– ¿En serio?, ¡Pana que bien! –
Cuando recobré el sentido la escena era dantesca. El avión se encontraba partido en varios pedazos y casi una decena de cadáveres yacían fuera del fuselaje. Los gritos desgarradores sobre cuerpos mutilados hacían más espesa la penumbra, y en medio del caos y del afán por encontrar algún sobreviviente, se escuchaban llamados de auxilio que parecían más gemidos.
De inmediato, todos pedían por ayuda y después de algunos minutos de seguir aquel ruido, alguien encontró un agujero entre los escombros de donde salieron dos chicas colombianas llenas de quemaduras
Luego de separar a los muertos, los sobrevivientes rezamos y lloramos juntos; «sabemos que hemos vuelto a nacer» nos decíamos. Confirmé que efectivamente nos esperaría una noche triste y difícil.
El cuerpo de rescate nos encontró la primera noche, luego a cinco personas más incluyendo al Capitán al amanecer.
Tiempo después nos anunciaron que en el avión donde viajábamos 100 personas (93 pasajeros y siete tripulantes), 41 murieron, 52 sobrevivieron y siete continuaban desaparecidas, entre ellas una jamaiquina.
-¡Despierta!, ¡Despierta ahora amor! – Me susurra la voz de Gabriela y cuando desperté veo por la ventanilla que el avión había acabado de aterrizar en el aeropuerto de Miami.
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