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CENTRO O PARTE DEL INICIO
«Nuestra felicidad será naturalmente proporcional con relación a la felicidad que otorgamos para los demás. Por eso la suprema felicidad de la vida es tener la convicción de amar de verdad y de realmente ser amados».
Cuando el avión despegó de Maiquetía podía sentir todo a mi alrededor, El aroma de la brisa del Ávila a hora punta en pleno tráfico en la Cota mil antes de un palo de agua, mientras continuaba elevándose todo se convertía en mar. ¿Quién podría tirar de mí tan buenos recuerdos ahora?, si un abismo negro pudiera devorar el corazón de todo aquello que se deja sin mirar atrás y llevarlo hasta otra galaxia; así no tendría por qué pasar noches de desvelo pensando en tantas cosas.
Recuerdo los días tristes de Teixeira do Freitas sin resentimientos. Aquel momento me hacía sentir desconsolado. Mi esposa Patricia siempre me dice que debo escribir para poder perdonar, pero en algún momento una buena historia se mezcla con un leve rencor, y así luego con otros, hasta que, ausente de odio, todo se pierde en algún poema de aquellos que nunca publiqué.
– “Que tus rencores se disipen amor mío, para que tu corazón nunca sienta que algún día viviste momentos de soledad. Que todo aquello que te hizo mal se convierta en bien, así podrás olvidar la angustia. Ahora tus sueños son míos y los míos tuyos, y los que fueron nuestros, ya nadie los conoce’. – decía Gabriela.
Ahora siento aquel momento, aquel instante abrupto en el que una decisión de otro puede cambiar toda nuestra vida. Solo han pasado siete meses, pero, hace solo unos días, voy asimilando todo aquello que perdí y bajo la luz de un sótano intento escribir esta historia. Todo se proyecta entre las paredes, las ideas se me vienen por pedazos, y tengo que hacer pausas constantemente. — No pienses tanto hijito — me dice siempre mi Madre.
¿Por qué escribo?, ¿para convertir mi tristeza en alegría ?, ¿mi aislamiento en abandono? ¿Para qué?, si cada vez que acabo la primera hoja nunca continuaré la otra, forzando al centro de mi espiral a contarme cada una de mis historias.
Si pudiese, disiparía el frío de este hielo en un oasis. Al final pienso que todas mis historias carecen de poco entusiasmo.
Punto
«Elegí seguir mis sueños, y amé esta grande elección, porque el sentido de la vida puede que sea no lograr alcanzarlos, pero el sentir que puedes luchar por ellos con todas tus fuerzas,es la búsqueda incesante que nos alimenta hasta el final de nuestros días».
Nací en Lima y pasé mi infancia y la adolescencia junto a mi Madre y mis dos hermanos mayores. Antes de yo nacer mis Padres ya se habían separado. Para aquella época yo era un niño algo engreído y me aferraba mucho a la sobreprotección de mis hermanos y al cariño de mi Madre. Posteriormente ella se mudó con mi hermano Mayor a los Estados Unidos y parte de mi Juventud la viví con mi Padre y su esposa. Mi hermano mayor, como todos los muchachos de la capital con algo de ambición, se fue, dijo que quería conocer este país de sueños y oportunidades, que sus metas iban más allá.
Pasé varios años sin darles noticias. De vez en cuando les escribía alguna carta, en aquella época no era mi fuerte escribir, me preguntaba más bien porque ellos que eran mi mundo y quien siempre cuidaron de mí, no querían volver más.
Nunc a terminé los estudios, perdí el instituto y me junté con amigos vagos, huía siempre de casa, mi padre frustrado con mi rebeldía me envió a Tacna luego de estrellar su carro. Tacna era una ciudad pequeña y aunque luego de la guerra del pacifico llegó a formar parte de Chile por casi cincuenta años, su único poeta famoso había dicho que era heroica.
Comencé a trabajar como oficinista en una de las factorías de televisores de mi Padre en Pocollay, pese a los intentos de mi Tío Percy, hermano mayor de mi Padre, por enderezarme, hacía de mi vida lo que quería. Con el poco salario que ganaba, salía con mis nuevas amistades a pubs y discotecas y regresaba de madrugada, me escapaba a Arica casi todos los fines de semana, tenía una nueva enamorada cada mes y enderezarme era en lo que menos pensaba.
Súbitamente, mi padre me avisa que sus empresas entraron en una grave recesión y debía cerrarlas inmediatamente. Para esa época, la capital manifestaba un aroma de caos causada por los atentados terroristas que la azotaban continuamente, la falta de luz y agua eran constantes, y sumado a esto, una corrupción política que se escondía bajo un pueblo distraído y cegado por las primeras planas del terror.
Yo le respondí que no tenía ninguna intención de vivir en Lima nuevamente, que me iría a probar suerte en Chile donde ya había hecho algunos amigos y contactos de trabajo, le pedí que esperase un poco más antes de tomar alguna decisión. Ahora pienso ¿quién era yo en ese momento para tomar mis propias decisiones cuando era mi padre quien contaba con la experiencia para esas cosas?
él me respondió que era demasiado joven para vivir solo en un país extranjero y que ya había hecho arreglos para enviarme a Venezuela y vivir con unos amigos de la familia. Y así fue como estudie en Chile por 3 años hasta la muerte de Gabriela. Triste y desilusionado, regresé a Lima dejando atrás las lindas tardes de domingo de Iquique al lado del rio Loa, y acepto la propuesta de mi padre de enviarme a Venezuela.
Después de un mes mi padre me presentó a las personas con quien iría a Caracas, eran la Madre y la hermana de un amigo de mi Hermano mayor y ellas me comentaron que todo el viaje sería de autobús. Viajamos durante tres días y confieso que fue una travesía inolvidable, cruzamos las provincias de Piura y Tumbes, luego por el Ecuador y Colombia para recorrer Venezuela desde el Táchira hasta Caracas. Estaba maravillado, nunca pensé se podría recorrer una belleza tan grande.
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CENTRO “CARACAS SIN TECHO”
Desde el Ávila todo es muy distinto.
Es ahí desde donde se puede ver la verdad, la impureza y la imperfección.
Es como si jugara a hacer bolas de fuego y disfrutarlas mientras me las trago.
Desde aquella altura el viento es más sarcástico,
Me golpea, me azota a cada momento cambiándome de dirección como queriendo dominar mis decisiones, mis alegrías, mis esperanzas.
II
Cuando la Marea es alta y la Luna está Llena, desde el Ávila es muy distinto.
Estoy en la noche, pero no estoy, soy dueño de la soledad y la pongo en quiebra a mi manera, a veces es imposible, pero se entiende, se aplica como un ungüento sobre cadáveres que parecen sonreír desde sus fosas al ver sido descubiertos.
Ahora ya no sonríen, pero aún se les escucha.
III
Desde el Ávila se pueden alcanzar mis estrellas,
¡sí!, aquellas que yo podía tocar cuando era niño
y mientras voy creciendo veo cómo se van alejando.
Mientras exista la mascarada y en el verano los ilegales jueguen a ser transeúntes, existirán mis poemas.
Tal vez ellos los ayuden a escapar de su sufrimiento antes de ser torturados.
Desperté con la imagen de las Torres del Parque Central, serían las seis de la mañana y el autobús cruzaba por la autopista Francisco Fajardo en dirección al terminal Nuevo Circo. Caracas mostraba una complexión muy moderna y ya comenzaba a deslúmbrame.
Cuando llegamos al terminal Nuevo Circo abordamos un taxi que nos llevaría hasta el Cementerio, nombre del barrio donde estaba ubicada la casa de la Señora Viviana en donde me alojaría con su familia por algunos meses hasta poder adaptarme.
Luego lo vi entrar, no dijo nada, solo entró, pasó por mi frente como si no existiera, se ubicó en el medio de la sala delante de toda su familia con la cual hace unos minutos había sido presentado.
—¡Él no va a quedarse en esta casa! —dijo ofuscado Mario, el esposo de la señora Viviana.En ese momento confieso que sentí mucho miedo.
— Claro que sí, ya me comprometí con sus Padres, vivirá con nosotros por unos meses solamente—dijo la señora Viviana.
— Nada de eso, el no vivirá aquí, mi sobrino Carlita llegó ayer de Lima y no tenemos más espacio en esta casa. — respondió Mario
— No podemos hacer eso, él no conoce a nadie en esta ciudad—dijo la señora Viviana con voz temblorosa
— Ese no es mi problema Viviana, llévalo a la pensión de María de aquí al lado, ella debe tener algún cuarto. — respondió fríamente el esposo.
—¿Qué hago aquí? —me preguntaba a mí mismo sin acreditar en lo que estaba oyendo en ese momento. — No quiero escucharlos ni saber que piensan, solo quiero irme de aquí, regresar con mi Padre o poder tener alas y volar junto a mi madre y hermanos a los Estados unidos. —
— Así podrás estar en contacto constante con él, la familia es primero y esto lo ayudará a valerse por sí mismo —Argumentó e inmediatamente se retiró de la sala hacia su cuarto
Inmutada la señora Viviana se mantenía en silencio mientras un hilo de desesperación corría por mis venas.
—. Lo siento mucho hijito—. dijo luego de casi veinte minutos.—Vamos donde María, ella debe tener algún cuarto para ti—
Salimos de la casa en dirección hacia la pensión de María. Dirigí mi mirada hacia una de las ventanas de la casa de la señora Viviana y pude ver a su esposo mostrando una sonrisa irónica y al verme, lentamente se volvió hacia adentro.
— Ahora debes ser fuerte —dijo la señora Viviana, —Debes tratar de madurar y mantenerte firme— continúo diciendo, pero esta vez mirando hacia cualquier lugar como en busca de respuestas. Yo no comprendía nada y preferí no decir nada y así la señora dejo de darme más consejos.
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PENSION DE DOÑA MARIA
En el camino de la vida, aprendí que no siempre tenemos lo que queremos.
Porque no siempre lo que queremos nos hace bien.
Fue necesario los dolores, para que yo aprendiera con las lágrimas.
Fue necesaria la risa, para que yo no me encerrara con el tiempo.
Fueron necesarias las piedras, para que yo construyera mi camino.
Fueron fundamentales las flores, para que alegren mis senderos.
Fue imprescindible la fe, para que yo, no perdiera la esperanza.
Fue necesario perder, para ganar de verdad.
Fue en el silencio que fui oído con claridad.
Pues sin pruebas no tienes aprobación,
La victoria sin conquista es ilusión.
Y la mayor virtud de los fuertes es el PERDÓN.
La casa era una quinta de color celeste, me preguntaba en ese momento porque la puerta de metal color marrón era tan gruesa. La señora Viviana toco el timbre y a los pocos segundos abrió la puerta una mujer como de unos sesenta años, rubia y de grandes ojos azules. Era Doña María.
Doña María y su esposo Camilo eran gallegos y vivían en Caracas desde 1950, ellos se mudaron luego de la guerra civil española. Su esposo era dueño de un negocio de baterías de carro y después de algunos años compraron una Quinta de tres pisos que contaba con veintidós cuartos, cada cuarto tenía dos camas que rentaban por cuatrocientos bolívares al mes.
— Hola, María —dijo la señora Viviana, — Mi sobrino acaba de llegar de Lima y necesita un cuarto —
Doña María me miró de pies a cabeza algo desconfiada —Tengo uno— dijo —Pasen que se los muestro—
Pasamos por un pequeño patio y luego recorrimos un corredor hasta llegar a una tercera puerta ubicada al lado derecho de la casa que Doña María abrió. El cuarto era bastante angosto y contaba con dos camas de media plaza.
-Aquí se comparte el cuarto- Dijo doña María – ¿Tendrías algún problema?
– Ninguno – le respondí con voz tímida
-Muy bien, entonces son cuatrocientos bolívares y es por adelantado-
En ese instante dirigí mi mirada hacia la señora Viviana y ella mirándome con cierto desconcierto me respondió
– ¿Que me miras?, ¡págale pues!
Antes del viaje La señora Viviana había recibido de mi padre unos 1000 dólares para gastos que ella iría administrar, fue por eso por lo que supuse que este pago debía de producirse de aquel dinero.
– ¿Señora y de lo que mi padre le dio para mis gastos? – le pregunté
– Ahora no lo tengo aquí conmigo, págale tu del dinero que te quedó del viaje y luego te lo repongo- me respondió nerviosa y casi tartamudeando.
Al ver la mirada compasiva de doña María percibí que lo había entendido todo, ella me recibió el dinero de la renta y sin decir nada se retiró mientras que, a su vez, la señora Viviana se despedía de mi – Pasa esta noche por casa para comer- me dijo y luego se fue.
Doña María regresó al cuarto con mi recibo en donde me encontró sentado sobre la cama afligido, ella pasó su mano tiernamente sobre mi cabeza y con una leve sonrisa en sus labios me dijo – ¡No estés triste muchacho, todo va a salir bien, ya lo verás! –
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LUNA DEL AVILA
Momentos buenos, lindos y vividos
de todo y de todos,
Recuerdos de ayer y de hoy
pasado, presente, futuro.
sufrimientos,
felicidad sentida,
Son cosas que forman parte del día a día.
Hay anécdotas tan lindas.
Hay momentos tan simples.
Lo que nos mueve es esa sensación,
de sentir que a alguien le importas,
y le gusta practicar
la verdadera amistad.
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Era la primavera del año 1992. Sentado delante de mi oficina cerca a la estación del metro de Sabana Grande, se podía apreciarclaramente el hermoso paisaje del Ávila que se ofrecía en una bella tarde de Caracas. Las montañas de varios tonos verdes con un cielo azul limpio de nubes. Tan diferente de la visión que a veces sentía sobre mi pasado y pesaba sobre mi futuro. Yo, que nunca pude anticipar tantas cosas sobre las decisiones más importantes de mi vida, me sentía ahora incapaz de traspasar los temores que se extendían delante de mis pensamientos.
¡Qué bueno sería ser adolescente de nuevo con toda la energía para poder cambiar algunas de las decisiones que tome algún día! Pero ahora, sentía mi vida abandonada.
¿Por qué al apagar las luces de mi cuarto tenían que llegar tantos tristes recuerdos a mi mente? ¿No había alcanzado acaso todas las metas que había soñado?
Solía ver como un relámpago a cada noche todo lo que había logrado en mi vida y, siendo imparcial, sabía que tenía muchos vacíos por llenar. Siempre recordaba que no podía hacer más de lo que ya había hecho por los demás para poder asegurar un destino sin deudas y sin sentimientos de culpa. Pero esta sensación no me dejaba descansar, menos ahora que mis vientos cambiaban de dirección tan súbitamente, y con poca experiencia para mis veintidós años, sentía que perdía el control de las cosas a medida que perdía mis ideales, caía a cada noche en la amarga tristeza que ya no era dueño de mi destino y que la vida me ofrecía oportunidades difíciles de no aceptar.
La secretaria entró y salió unas cuantas veces de mi oficina. El doctor Bernardi quería hablar con usted, el Señor Tiberi lo quería ver, la señora de tal precisaba hablar con usted con urgencia, el gerente y tantas personas, Hoy no quería ver a nadie.
Otra vez mi mente volvió al pasado, sentí lentamente saborear todos mis momentos de gloria. Eran como pequeñas gotas de vida. Sentí en mi rostro el gesto de una media sonrisa que se contrapuso al brillo triste de mis ojos.
Recordé mi llegada a Venezuela, tan sorpresiva y fuera de plano alguno solo para borrar algunas pesadillas, encontrar más de ellas al principio para poder vivir buenas experiencias luego de un tiempo.
Recordé aquellos viajes con mi gran amigo José Sciacca cuando trabajábamos juntos como vendedores de Industrias Nexxus y Atuey, “buenos tiempos”. Recordé también a toda la familia Sciacca, a Tony su hermano, sus padres y primos, que me acogieron con gran cariño y siempre me hicieron sentir parte de la familia al igual quelas hermanas Torres Lanuza, a quienes conocí cuando trabajaba vendiendo cuadros en mis primeros días en Caracas en un puesto de la señora Viviana cerca de la Torre la Previsora. Recordé a mi gran amiga Malena, y María del pilar, y por supuesto a su madre, La señora María Lanuza, que siempre me aconsejaba con gran cariño y sabiduría. Como poder olvidar a mi gran amiga Adriana de Amicis. Personas buenas que me dieron el gran regalo de su amistad y que nunca me defraudaron. En especial Doña María, que fue como un Ángel de la guarda para mí y prácticamente me exigió que saliese de esa pensión y de aquel barrio para alcanzar un mejor nivel de vida. También recordé a mis jefes, Piero Tiberi y Fernando Bernardi, de quienes aprendí muchas cosas en el ámbito profesional y me brindaron su confianza acreditando en mí, abriéndome asi grandes oportunidades de trabajo.
Ya el sol se ponía cuando de repente volví al presente y a la realidad. Mire mis manos que parecían sudorosas y cansadas como yo, y decidí que al final las cosas no estaban tan mal en mi vida como para sentirme así, que mi vida a lo mejor era más afortunada que la de muchos y que tal vez todo esto que había pasado, pasó por que Dios tenía algún plano para mí, y pensé que al día siguiente debería escribir algunas memorias sobre mi vida, así solo tuvieran algún sentido para mí mismo.
Ya era casi de noche, cuando mirando hacia las primeras estrellas, volví a reflexionar nuevamente sobre el hecho de tener que mudarme para Norteamérica.
La secretaria entró una vez más preocupada porque yo no había almorzado y porque ella ya se quería retirar. Hoy no quería nada. Hoy solo quería traspasar la neblina delante de mi mirada con la hermosa luna que se asomaba desde el Ávila.
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