A Guille siempre le gustó cantar. Y lo hacía muy bien.

Le gustaba escuchar los tangos viejos del Polaco y el bandoneón de Troilo.

También, la música brasilera y el folclore uruguayo de Zitarrosa y los «Olima».

En realidad le gustaban todos los géneros… y más si íbamos a bailar.

Cumbias modernas, tropical o las melódicas lentas de antes… para apretarme bien fuerte.

No puedo olvidarme de Serrat y Sabina. Una vez fuimos a ver «Dos pájaros de un tiro» cuando vinieron a Montevideo. Las letras de las canciones nuevas las buscó y las memorizó buscándole siempre el sentido y el significado… para tararearlas a toda hora.

A mí me gustaban los mismos estilos y cantantes.
Pero más me gustaba si me cantaba él. Tenía una voz hermosa.

Alguna vez estudió guitarra y cantando supo enamorar muchas chicas bonitas. También a mí.

¡Porque cantaba y bailaba muy bien!… y no me canso de repetirlo.
Su voz era un canto al amor, que todavía suena en mis oídos y me lleva al cielo buscándolo en vano, pero segura que allí está.

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