Era octubre, pájaros cantando, el viento hablando, el sol apuntando sus cabellos, su interior lleno de miedos, de caos, de noches tristes y desoladas que no tenían remedio alguno.

Dónde estaba su destino, qué era lo que el mundo le tenía preparado, porqué cada sueño que tenía se iba destruyendo a pedazos. Los pensamientos consumían su cabeza como la rapidez de una vela quemándose, la ausencia de ella misma hacía que todo se destruyera un poco más.

¿Alguna vez se sintieron ausentes de ustedes mismos? ¿Alguna vez sintieron el vacío de su propia alma? ¿De su propia voz? Es algo que no tiene explicación, porque no te falta ningún cuerpo, ninguna persona, te faltas vos, solamente vos, te miras en el espejo y te sentís en otro canal, en otra vida, en otro reflejo y no en el tuyo, y no en ese propio.

Lograr amarse y aceptar cada derrota no es tan fácil como te lo describen en los libros de autoayuda, uno compra el libro con la portada “en diez días encontrarás tu felicidad” y piensa que le dará resultado, piensa que con veinte tips tiene el mundo resuelto, pero la verdad es que esa no es la verdad. Pero bueno, anda a decirle a tu mente que está llena de delirios sin fin que no compre ese libro, que busque otra salida, no tan fácil como parece. Era octubre, ahí iba yo con mi libro “en diez días encontrarás tu felicidad” y con “mente sana, cuerpo sano” había gastado mi últimos ahorros en aquellos libros, buscaba la salida de tanta tristeza en algún papel, en alguna persona, en alguna voz. Hacia lo que me decían aquellos libros, si ellos decían que en cinco días encontraría la felicidad yo hacía caso, y seguía paso a paso. Pero lo que ningún libro me decía es que la felicidad no se busca, no se hacen planes ni sacrificios para encontrar la felicidad, la felicidad es algo que surge, un sentimiento que de la nada misma te nace, la felicidad es algo que un día encuentras sin buscar.

Pero nadie me lo había dicho, nadie me ahorro comprar cinco libros que traten sobre la felicidad y la búsqueda perfecta al camino correcto, lo que me tenía en pie es que buscaba testigos sobre los que habían leído el mismo texto y lo loco era que ellos decían haber encontrado la felicidad gracias a ciertos párrafos, y tips que les ofrecían, ellos encontraban el camino en cinco días y yo que llevaba un año (incluso más) en busca de mi felicidad no encontraba ni una gota de satisfacción.

Aclaremos, no es que esos libros no sean buenos, o que sus escritores no tengan la verdad, lo único que pasaba es que a mí no me funcionaban, nunca encontraba el camino correcto que ellos me enseñaban.

Entonces un día pasó, deje atrás los cientos de libros, los cientos de videos en redes sociales, y me concentre al máximo en escuchar lo que mi cuerpo, mente y espíritu querían.

Y una tarde de abril, me encontraba en mi jardín, había almorzado mi comida preferida, había leído el libro que hace tanto buscaba y ahora mismo estaba jugando con mi mascota, mientras sonaba aquella música de fondo. Y me di cuenta en ese preciso momento que eso era la felicidad, que la felicidad era (para mí) sentirse pleno, sentirse a gusto consigo mismo, sentir tranquilidad en el sitio en donde estas y poder disfrutar de una tarde de sol, o una tarde de lluvia, que no importa como el clima esté, vos sos feliz igual. Entonces entendí que lo que tanto había buscado por años, no estaba en ningún libro, en ningún video, en ninguna charla con el psicólogo, lo que estaba buscando hace años estaba ahí, en la palma de mi mano. Mi felicidad era yo, nada más, ni nada menos que yo misma.

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