Mi sueño era tan sereno,
que al cerrar las ventanas de mis pecados,
me sumergía en mi propia miseria de desprecio.

Mi mente daba vueltas hasta aborrecerse.
En mi fe, todo era primoroso,
reía con desvelo, porque mis madrugadas están mas abatidas que mis sabios recuerdos.

Fingiendo un jocundo caminar al cielo,
abro un vesperal en mi ultimo aliento,
quebrantada en monótonos recuerdos, veo nacer débiles colores en la verdad del silencio.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS