Inhala profundo y retiene el aire. Después de dejar al presente volar, expulsa el humo… todo aquel tan negro que se diluye en su conciencia volviéndose con ella, y la abstracta opacidad, una mezcla homogénea. Ahora está flotando, junto al lóbrego vaho, a lado del tiempo el cual se estira, brinca, y hasta ríe; hace de todo excepto detenerse. Deambula por ahí la sombra igual de confusa que su voluntad. Se postra en frente, allá en una extraña esquina plagada de telarañas quiméricas. Como si aquel ente percibiera su desconcierto, de pronto hace reinar el frío. Una ventisca entumecedora se apodera de su templanza, cree perder el equilibrio, ese que se corrompe cuando las vísceras son las que profieren: el golpe se siente cerca, el pánico sobresale entre el efluvio de nocivas conjeturas y la humedad en sus ojos se asemeja a aquella que uno logra sentir con tan solo mirar el rocío de las hojas en los árboles esos días de invierno en las solitarias lagunas escondidas en bosques inmensos, apartados del ruido humano y la represión sistemática. El golpe se siente cerca. Retiene el aire de nuevo y esta vez cierras los ojos. Todo a su alrededor desaparece. Está aquí y allá, en todos lados y ningún lugar. Disfruta del frío, el calor, las risas y los llantos. Se escuchan aves marías, pájaros, y canciones con su público gritando. El golpe ni si quiera ha llegado y ya se le ha olvidado. El humo comienza a esfumarse y la elevación de su aura se encuentra en pleno vuelo. A penas va para arriba y ya siente esa ligera elevación por encima del ayer, superior al recelo y perfecta para dominar a las sombras y acertijos autoritarios. Así es, ahora ha cambiado, no solo su ser, su mundo en en la complejidad de su memoria, lo mira distinto, más amplio y enmarañado. De pronto le asusta eso que hace mucho no había visitado. Silencio. A decir verdad es que nunca lo había escuchado. Por ahí se filtran todas aquellas palabras de relleno y pensamientos fariseos. Ya se encuentra descendiendo de vuelta al viejo mundo, para re-enfrentarse con aquellos que no quieren entender que al planeta es uno el que debe transformarlo. Ya continuará viajando a través de los diferentes estragos que la vida le va dejando a los seres que alguna vez se han sentido igual de desolados. El vaho se vislumbra de nuevo, como si quisiera ser acompañado, pero ahora su fondo se va iluminando con cada vuelo al que se va aventando.

Léeme…

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