El ser humano siempre busca la verdad, dilucidar su realidad… pero ¿puede soportarla?
El sujeto de pronto se encontró ante ello, o él, o como sea que pueda llamarse a la ventana de todo conocimiento, o sabiduría, o existencia, o como fuere que pudiésemos nombrar al mismo todo. La forma en que llego allí es muy difícil de explicarla, por no decir imposible y en cualquier caso es irrelevante por muchas razones. Ahora en ese tiempo y espacio tenía a su disposición la posibilidad de saberlo todo, de conocerlo todo, de dilucidarlo todo.
La palabra “todo” es tan pequeña y simple, pero a la vez nuestra existencia humana no comprenderá jamás su magnitud: el “todo” es inmedible, impensable, inconmensurable.
Estando frente a “eso” sus labios pudieron engendrar cualquier cuestionamiento: ¿Quién mató a Kennedy? ¿Nos visitan los alienígenas?, pero no, el sujeto antes de trivialidades necesitaba resolver el problema humano más apremiante para él: miedo a su propia mortalidad.
–¿Cómo puedo obtener la vida eterna?
La respuesta a la interrogante fue más compleja de lo que pensó, ya que eso implicaba una segunda interrogante: ¿Qué es la vida?
Viendo que la respuesta iba en dirección opuesta a su intención interrumpió al «todo» y reformuló la pregunta:
–¿Cómo lograr que este cuerpo no continúe su ciclo natural de degradación?
…
La respuesta fue simple y directa. El sujeto no podía creerlo, obtener la inmortalidad era tan sencillo, siempre estuvo en la palma de la mano del ser humano, tan accesible, tan simple, tan tonta, no podía creer que en 100.000 años de existencia humana nadie hubiera pensado en ello. Así que lo hizo y en ese instante logró su inmortalidad.
La segunda pregunta, de igual forma que la primera no tenía que pensarla mucho:
–¿Qué me ocultan del mundo?
La respuesta al igual que la primera vez que preguntó era muy compleja, ya que implicaba responder que es el mundo y en segunda instancia ¿Qué mundo?, así que sin escuchar reformuló la pregunta:
–¿Cuál es la verdadera historia de la humanidad?
…
La respuesta fue muy enfermiza, de no haber obtenido la inmortalidad la respuesta seria tan demoledora que lo llevaría directo a la locura.
No pudo soportarlo más:
–¿Existe dios?
…
La respuesta fue brutal para el sujeto.
–¿Cuál es el sentido de la vida humana?
…
La respuesta fue inconmensurablemente más demoledora.
A esas alturas ya nada tenia sentido para su pequeña mente humana, saber todo aquello era demasiado para un ser tan insignificante. Decidió que morir calmaría su dolor, ese dolor de saber cosas que su propia existencia no podía soportar.
–No lo soporto, no lo soporto ¿Cómo puedo morir? Quiero morir.
El “todo” le informó que ahora era imposible.
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