No me haces bien. Me ahogas con un simple «buenos días». Me cansa tu risa, tu forma de comerte un plátano. Me agotas y robas la energía con sólo una conversación. Haces que desconecte completamente de cualquier forma de empatía. No puedo con tus dramas. No quiero tus dramas. No eres mi responsabilidad. Y es ahora, cuando más vulnerable eres, que yo me desentiendo. Lo siento. Sé que sigues intentándolo y cada vez que lo intentas pienso, o quiero pensar, en la más remota posibilidad de que funcione. Pero los trozos son muy pequeños y las ganas, más aún. Mi cuerpo y mente se columpian sin manos y me necesitan. FIN

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS