Descifrando La Mente Taciturna Del Lobo

Descifrando La Mente Taciturna Del Lobo

Capítulo I

INTRODUCCIÓN A LO SUBLIME

Así empezó el día, hoy tengo odio en mi corazón, tengo ira, oscuridad y asco. He tenido pensamientos de muerte que aterrorizan a mí ser, porque es más fuerte mi interés por la curiosidad, que mi miedo por pensar en llevarlo a cabo.

Hoy soy un psicópata.

Fascinante, emocionante y embellecedor sentimiento el de quitar una vida, ver como el alma deja el cuerpo inerte y como los ojos, las pupilas y la córnea pierden su color como las flores cuando se marchitan y se agrietan como el suelo de los desiertos. Apreciar como esas ventanas del alma se cierran para siempre, la luz se apaga.

Algunas personas del antiguo mundo hacían sacrificios para alcanzar su apoteosis, para acercarse a la deidad, hoy quiero sentirme un Dios sin misericordia.

Pero no es solo matar por matar, no, no, no, eso sería inaudito, vulgar, vil. Lo más cautivador es la caza, el atraer a tu presa, que gane tu confianza como los perros ganan la de sus amos, se debe atacar sin ser detectado. Que ponga su vida en tus manos, para que después se la puedas arrebatar.

Hay algo intrigante en la persecución, una euforia que ni el sexo, ni las mejores drogas nos pueden dar, una elevación de nuestro ser que roza el nirvana con la yema de nuestros dedos.

Igualmente, debe de haber un porque, una razón, un detonante que nos haga escoger a la persona adecuada, a la presa debida y merecedora del castigo. Guiándonos por la representación de sus despreciables actos, sus inmaculados pensamientos, sus asquerosos hábitos y sus vergonzosos errores. Su simple y enorme debilidad humana.

Tenemos que saber que esa persona debe y merece la muerte, ser merecedor de abrazar la eternidad en un desconsuelo mortificante.

El fin y el objetivo de estas líneas, es para que mí querido aprendiz pueda darse cuenta del caos que agita a esta sociedad en la que vivimos, que con mi arduo trabajo y esfuerzo quede notificado, y quede claro, que puede mejorar este averno en el que vivimos, este hoyo negro de podredumbre maloliente.

Me he preguntado; que si llegara a matar a alguien, ¿Cómo lo haría?, ¿Cuál sería mi estrategia para salirme con la mía? (sé que si no hay cuerpo no hay crimen, pero poco importa), ¿Qué herramienta utilizaría para pintar mi lienzo? (Definitivamente algún tipo de cuchilla, las armas de fuego dejan muchas evidencias y son torpes), ¿Dónde lo haría? (fuera de la ciudad sería una opción, habrá que analizar más a fondo, hay muchos lugares), y lo más importante ¿A quién le abriría la puerta a ese abismo negro de donde no hay retorno?.

Yo creo que después del primero, todo irá tomando su camino y la perfección se irá moldeando, el destino de la humanidad yace en mis manos y cumpliré con mi parte, lo prometo.

Te invito, mi querido aprendiz, a entender que siempre tenemos que estar conscientes de nuestros actos, siempre debemos de tener cuidado con lo que decimos, con como actuamos, demostrar tranquilidad y templanza.

Ser muy precavidos y no abrirnos demasiado, no dar armas que nos puedan delatar, no nos podemos dar el lujo de ser un libro abierto, debemos de tener o dar a notar un aire de misterio que causará intriga y curiosidad, bajo ninguna circunstancia puedes confiar tu secreto a alguien.

Jamás mostrarnos débiles, nerviosos, ansiosos, necesitados o deprimidos.

Se necesita una fuerza de voluntad muy grande, ser distantes y mostrar indiferencia, ver tres pasos por delante de lo que está planeando tu objetivo, debemos de esconder nuestros errores y defectos para solo mostrar virtudes y logros que la sociedad considere aceptables, no lo que nosotros sabemos que es correcto y justo. De esta manera podemos plantar una imagen en la mente de la persona, una imagen de autoridad, de confianza, de seguridad y sobre todo, de poder.

Estas muertes las voy a disfrutar, no he empezado y ya lo estoy saboreando, ojalá que todos pidan piedad y que rueguen por su salvación, una salvación que jamás llegará, ni ahora ni nunca.

No vale la pena hablar y analizar, las cosas se deben llevar a la acción, de lo contrario las palabras se pierden en el aire y se vuelven polvo, la verdad es, que la gran mayoría merece morir y solo pocos serán perdonados, así que sin más preámbulos, empecemos.

Capítulo II

MI AFRODITA

Lo que daría por una noche de sueño profundo y acogedor.

Tic… toc. Tic… toc. Tic… toc.

¿Qué es ese sonido tan inquietante que agita mi alma?

Tic… toc. Tic… toc.

Quiero que se acabe la luz del día, quiero que llenen las tinieblas mi habitación, no quiero pensar, quiero abrazar el espacio vacío que hay en el abismo de la oscuridad, por favor déjenme platicar con mis demonios y que estos me susurren al oído.

-¿Hola?

-¿Hay alguien ahí?

-¡Respondan!

– Es un gusto tenerte de regreso, te extrañamos.

Una paz interna me llena de calor el pecho.

-La verdad es que yo también los eche de menos, mis amigos.

Mi primer encuentro, confieso, fue con una mujer.

No cualquier mujer obviamente, la mujer más atractiva que pude encontrar, “el summum de la beldad”, de facciones finas, de peculiar intriga, orgullosa, con un ego que no cabe ni ella misma en él, con un corazón negro y marchito; una mujer que hace daño con su belleza y frialdad a los desafortunados y desventurados que procuran y buscan su amor, como Alonso Quijano a su Dulcinea, como Dante a su Beatriz.

Mi objetivo, fue asesinar ese concepto de “belleza” que persiguen todos los hombres y que ninguno alcanza ni encuentra, quitarle el velo negro y desenmascararla de una vez por todas.

Esa musa merecía morir, con sus juegos de sensualidad, sus mañas, su provocación maquiavélica, sus malas intenciones, su menosprecio, sus actitudes de superioridad y su engaño disfrazado de lujuria, repito, esa arpía merecía morir.

Empecemos por ahondar un poco más en detalles sobre los acontecimientos de nuestra primera víctima, de esa falacia que es el concepto de belleza que tienen los hombres cegados.

Noche húmeda después de la tormenta de medio día, un sábado de un agosto cualquiera.

Por obvias razones, el lugar en donde se puede encontrar a este tipo de criaturas nocturnas, es donde ellas mismas van a encontrar a sus propias presas, todos los lugares de esparcimiento en donde la conglomerada masa uniforme de humanoides se reúne para celebrar su patética e insignificante existencia.

Estoy hablando de bares, antros y toda clase de establecimientos en donde se vendan bebidas alcoholizadas, ese elixir que hace al cobarde valiente, al tonto listo y desinhibe al introvertido como lubricante social.

Obviamente tuve que ponerme una máscara, camuflar mi piel de camaleón para que no vieran mis verdaderos colores. Aire de galantería, exquisito gusto por las cosas refinadas, portador de una seducción irresistible teñida de misterio, demostrando que el factor económico no era problema para mí; claramente llame la atención de mi víctima.

Me hice dueño y maestro del arte de la manipulación, de la estrategia y del engaño.

Hoy seré un Dios sin misericordia.

Después de una charla efímera y anodina, sin más rodeos, le dije que fuéramos a mi departamento ya que una copa de Chateauneuf Du Pape ´89 la esperaba con su nombre, con ojos de lujuria y astuta seducción, sin doblegar, accedió a mi oferta y fue presa como una mosca lo es en la red de la araña.

Llegando a mi departamento, supongo que ella esperaba una noche de pasión y arrebato, vaya sorpresa que se llevó cuando se dio cuenta que estaba en la cueva de un depredador sumamente superior a ella. Mientras ella se dirigía a la cocina por el vino, ahondada en su pensamiento lujurioso y libre de cualquier preocupación, yo me apresure a tomar mi arma, un arma muy común y sigilosa, cloroformo en un pañuelo de algodón color negro como su alma.

La aseche por la espalda, le abracé con una mano el cuerpo, así evitando que sus brazos dieran algún golpe inesperado, y con la mano libre, delicadamente la adentre en un sueño de confusión y paranoia.

Mientras empezaba a crear mi obra de arte, tarareaba Serenade, una pieza exquisita del compositor austriaco Franz Schubert, perfección, un homenaje grandioso, como bien lo dice el título, serenidad.

Primero la despoje de todo “atributo” falso que llevaba esa noche, le lave la cantidad exagerada de maquillaje del rostro, el esmalte rojo de las uñas de las manos y pies, le quité su falsa indumentaria, sus pulseras, anillos, aretes y collar de oro, su cabello fue removido con una rasuradora eléctrica, finalmente lavé todo su cuerpo con una mezcla casera de vinagre, bicarbonato de sodio y alcohol para eliminar ese perfume empalagoso que embriaga y repugna mi ser, destrozando así todo rastro de belleza fabricada con engaño.

La acomode en la tina del cuarto de baño, me senté dentro, detrás de ella, abrazándola por las espaldas, y justo en el momento más oportuno que regresó de su coma profundo, le corte la garganta con una navaja de afeitar, la carótida, arteria sagrada, recipiente de vida.

Movimientos bruscos por unos segundos, forcejeo y tranquilidad.

¡Oh musas de la beldad! ¡Mirad a su Diosa!

Tic… toc. Tic… toc.

Es la mitad de la noche,

¿Qué es ese sonido tan inquietante que agita mi alma?

Reviso la casa en busca de una gotera, no hay nada. Después de un instante recuerdo lo que pasó hace unas cuantas horas, un poco antes de caer en un sueño profundo y acogedor.

Tic…toc.

Fui al cuarto de baño y ahí estaba, el cuerpo inerte de la Diosa Afrodita colgada de la regadera.

El sonido de las gotas color carmesí que caían de las puntas de sus pies desnudos flotando sobre el suelo antes blanco-nieve de la tina. Qué imagen tan profética, esboce una sonrisa de satisfacción y victoria.

Regrese a la cama y cerré los ojos aun sonriendo.

Tic…

Capítulo III

CURIOSIDADES

Otra vez sudor frío sobre mi sien, escurre la frente de ansiedad, nervios, paranoia, todo en un mismo sitio, mi mente.

Recostado en la cama, no sé cuantos días han pasado, los segundos suenan a mortalidad sobre mi muñeca, mi vista perdida en lo profundo del techo. Enciendo un cigarro para despabilar mis ansias, para alejar el hambre, para relajarme.

El arte de la tortura es algo enriquecedor, nos deja ver hasta lo más íntimo de una persona. Ver hasta qué punto se puede romper el espíritu del ser humano, jugar con límites, ser juez y verdugo.

Intrigante la anatomía humana, a veces me cuestiono el no haber practicado medicina, aunque ahora utilice el bisturí con devoción y aguda agilidad, la verdad es, que codearme con la gente me causa nauseas, me da vómito y un repulsivo asco.

El segundo encuentro que tuve fue con un abusador, un violador, una vil criatura que no merece respirar el mismo aire que yo, que envenena y contamina mi mundo, mi ecosistema, este mundo perfecto que estoy construyendo y moldeando literalmente con mis propias manos.

Encontré a esta criatura despreciable, de apetito insaciable, en un bar muy pequeño y desolado, en la esquina de un callejón de la ciudad.

Humanos débiles que toman el placer de los vicios como placebos para calmar el alma atormentada, la autodestrucción es algo normal con ellos, es tan simple el olvidar sus problemas transitorios alterando sus mentes y sentidos.

Por eso somos diferentes, por eso yo soy superior a estos insectos malolientes y nauseabundos, solo yo poseo la verdad y conozco la manera del progreso efectivo de esta sociedad, deshacernos de la calumnia.

Ya lo había visto antes secuestrar a una de sus víctimas en este mismo callejón, llevárselas al sótano de su casa para llevar a cabo sus insaciables y retorcidas perversidades, ahora conocerá las mías.

Sale tambaleándose a altas horas de la noche, aliento etílico, salgo de las sombras con una jeringa cargada de 10mg de escopolamina “Axter o la droga de los violadores”, que ironía, la dejo caer sobre su yugular en el lugar preciso.

En breves momentos inducirá un estado mental sumiso, esta droga actúa como represor de las terminaciones nerviosas del cerebro, dilata las pupilas y reaccionan lentamente a la luz, contracta los vasos sanguíneos, disminuye la secreción glandular y la producción de saliva, te vuelve lento, torpe, presa fácil. Lo sostengo y puedo sentir su pecho latir a mil por hora, la taquicardia en su esplendor, tiene miedo, está confundido, después de unos instantes, obscuridad…

Llego a su guarida, bajo al sótano, es muy conveniente que tenga una cama. La analizo por un segundo, sábanas que no han sido cambiadas en meses, tal vez años, el esqueleto de la cama es de metal, un metal ya oxidado por el descuido, el tiempo, el encierro, las lágrimas, el olvido y la humedad.

Desnudé la cama de su colchón, como tantas veces esta asquerosa y patética criatura desnudó a sus víctimas contra su voluntad, deje solamente los resortes viejos y sobre ellos lo recosté, amarrando cada una de sus extremidades a las patas de la cama.

Réquiem Lacrimosa en D Menor para acompañar el deleite del proceso, relajar el espíritu, despejar la mente y purificar el alma. Dejar volar la imaginación y cortar, cortar, cortar.

Hay mucho ruido, muchos gritos, demasiada agitación, una mordaza es la opción más viable y lo que tengo al alcance, se la coloco en la boca y tranquilamente con una voz penetrante me acerco a su oído.

Bienvenido a tu peor pesadilla, yo seré tu guía.

Suelto una carcajada que hace vibrar las paredes y petrifica a mi presa, por fin paz, puedo seguir con mi obra.

Hoy voy a satisfacer mis curiosidades, empiezo por las uñas, pelándolas como si fuera a abrir latas de atún o sardina, se empieza a retorcer de dolor, el aire huele a materia fecal y orina, pero a lo que más huele es a miedo, a terrible y sofocante miedo.

Sigo con los dedos, uno por uno, lo bueno es que traigo conmigo un soplete con el que caliento un cuchillo para cauterizar las heridas y que no se desangre y muera tan rápido, apenas vamos empezando.

Se desmaya, pero lo traigo de vuelta con un balde de agua helada, agoniza, se retuerce, grita para sus adentros, creo que en estos momentos se arrepiente de haber colocado paredes con material a prueba de sonido, nadie nos puede escuchar, es tan a gusto que te dejen trabajar con calma y sin distracciones.

Le corto los párpados, uno y luego el otro, no podía perderse ni un segundo de lo que estábamos logrando juntos, tenía que ver todo el procedimiento de mi obra, no sabía que sangraran tanto estos pellejos víctimas de la fricción, que curioso animal.

Lo sostengo de la cabeza, le retiro la mordaza, a duras penas se queja con un llanto muy quedo, implora perdón y que me detenga. Le corto la lengua con unas tijeras recién afiladas, un baño de sangre caliente empapa mi rostro, se me sale una risa aguda y perversa… lo estoy disfrutando.

Para la pièce de résistance, lo despojo de su más sagrada arma, el órgano de su maldad, tomo las mismas tijeras con las que le corte su bífida lengua de reptil y lo castro como se castraría a un animal ponzoñoso, rabioso, a un animal que no merece reproducirse.

Llego a la conclusión, de que me he convertido en un magnífico intérprete de las necesidades humanas, de lo que en realidad necesita el mundo. Soy un factor de cambio en esta maquinaria oxidada y olvidada por su creador, un engrane invaluable y de máxima importancia.

Soy el salvador de mentes confundidas, un ejemplar del balance necesario, una sombra que nadie ve ni reconoce pero que causa un efecto positivo en esta sociedad putrefacta y sanguinolenta.

¡Oh Mozart!, si vieras lo que he hecho de nuestras dos piezas de arte, es casi poético.

Capítulo IV

APOTEOSIS

Nunca he sido un hombre de fe, pero sí de fuertes convicciones.

En esta ocasión, contare la historia de uno de los peores y más asquerosos seres humanos que pueden rondar sobre la faz de esta tierra, seres viles e inmundos.

Un Padrecito que se deja llevar por el placer de la piel tersa de los niños inocentes, asustados, lengua de serpiente que envenena con sus palabras resbalosas las cabezas de los confundidos, la pedofilia es un crimen que no puede pasar desapercibido y sin castigar, pero no hay de qué preocuparse, yo me encargo.

Entro a misa de un domingo cualquiera, escucho el sermón con asco y desgana. Soy el último que se queda, me escondo en un confesionario esperando a que todos los pecadores arrepentidos salgan, el séquito de monaguillos son los siguientes en emprender camino hacia sus hogares, criaturas temerosas, solo queda el padre de la iglesia y yo.

Está esperándome de espaldas en el altar, vaciando sus recipientes y tomándose otra copa más de vino, de la supuesta sangre de su redentor, que ritual tan más allegado al canibalismo, me agrada.

Lo tomo del cuello, asfixiado por el rosario, por la misma cruz que pensó que lo llevaría a la salvación, murmura palabras ininteligibles, está abandonado, preguntando, suplicando y rezando por su Dios, un Dios que se ha ido y lo ha dejado abandonado, como bien lo diría Friedrich, un Dios muerto.

Criaturas tan endebles los seres humanos, emocionales y sentimentales, que usando solo palabras sin siquiera acudir al tacto, puede quebrarlos irreparablemente. Pero no esta vez, en esta ocasión se necesitaran más que solo palabras.

Solo lo hago quedar inconsciente cortando el aire con el rosario que rodea su cuello lleno de pecas avejentadas y varices. Solo lo hago dormir para que despierte en el escenario que le tengo preparado, es mi invitado principal y yo soy su anfitrión, esto es un festín.

Confundido y presa del pánico, se despierta el padrecito, no sabe que su dios está presente ante él, hoy yo soy su ángel de la muerte, su redentor.

Le coloco una soga al cuello y la amarro a una de las maderas más gruesas del balcón en donde se encuentra la silla del organista, con un cuchillo para desollar, de punta curva para mejor manejo, le hago una rajada delgada sobre el estómago bastante protuberante de su santidad, lo acerco al filo de la baranda, suplica clemencia, pide perdón, busca misericordia.

Lo volteo para verlo a los ojos, para que grabe mi rostro en su memoria y sepa quién fue el autor de su destino, lo empujó hacia el vacío…

Al impacto de la soga que se tensa en su cuello, la herida del estómago se abre dejando relucir las vísceras color rosa-violeta de una tonalidad muy clara, un gemido de dolor casi imperceptible se escurre de su boca.

Espero tu dios sea más benévolo que yo.

Desciendo por las escaleras en espiral hacia donde está el cuerpo tambaleante del acusado, La túnica negra del mismo color que cada célula de su ser, se zangolotea a lo alto de la iglesia, veo el órgano de madera y cobre sobre el balcón, instrumento de mil voces que sollozan al unísono. Me imagino una orquesta postrada en lo alto, reconociendo mi talento y mis acciones, aplaudiendo mi intervención divina.

Imagino a Wolfgang de nuevo, Apertura de Verano, atónito, anonadado… una gota de sangre cae sobre mi mejilla cuando levanto la cara a lo alto, sonrío por si el ser supremo de estos “creyentes” me está viendo, quiero que sepa que en la tierra también hay un dios, quiero que sepa de mi existencia, quiero que me tema.

Mi revelación es casi orgásmica, hace que un escalofrío de placer recorra mi espina dorsal. Lo dejo colgando y desangrándose, lo dejo como lo dejó su dios, abandonado y sin salvación por la eternidad de los siglos, amén…

Capítulo V

INTROSPECCIÓN

Suena lejanamente el sórdido sonido de la televisión que deje encendida cuando empecé a dormitar, hablan de mí, de mis obras, de mi arte, de mi perfección, de mi singularidad, de mi destreza, me elogian, saben que soy superior a ellos, por fin he logrado estar en el ojo de mi audiencia que espera el siguiente acto con desesperación, me reconocen y alaban con temor.

Hay una llama interna que me empuja y me atrapa, existe un fuego en mi interior que desea salir, todos los días, todo el día.

Es una necesidad de mi naturaleza, una naturaleza no tan humana.

Quiero expresar mi amor y adoración por el arte, por la perfección, por todo lo que anhelo y deseo para este mundo, para la sociedad, para la gente que merece ser parte de ella.

Estas obras que dibujo en mi lienzo son para los ojos de todos los iluminados, de mis aprendices, mis seguidores, las personas que tienen fe en que un mundo tan retorcido como este puede cambiar, debe cambiar.

Hoy somos uno, soy yo y el mundo, el mundo y yo, son mis vivencias, mis sueños, mis experiencias, mi vida, mi pasado, mis placeres oscuros. La recapitulación de mi vida me recuerda a Tchaikovsky, sobre todo su pieza Valse Sentimentale, una danza de nostalgia y emociones.

Mi niñez fue intranquila, breve y un total cliché de las historias de niños sin hogar. Mi padre, trabajador de construcción y un borracho golpeador, mi madre una prostituta de quinta adicta a la heroína. Los dos pobres diablos eran víctimas del consumo de una sustancia de la cual dependían, la cual alteraba sus pequeñas cabecitas y los alejaba de esa patética y trágica mierda que era su vida. Uno la botella, la otra la aguja.

En su jueguito de destrucción, decidieron engendrar un hijo, único hijo para la fortuna de todos.

Murieron cuando yo tenía nueve o diez años recién cumplidos, mi padre de un accidente en un bar, degollado por el cuello roto de una botella gracias a una riña que él mismo comenzó, porque además de un borracho, era adicto a las apuestas y un ladrón, esta vez le robó a la persona equivocada, así que se desangró en el piso del baño de aquel bar sucio por los orines y la materia fecal.

Mi madre fue violada repetidas veces por haberle robado a su cuidador, su proxeneta. Fue despojada de todo bien material, de toda posesión suya o lo poco que le dejó mi padre, presa de la mala fortuna y del pánico decidió tomar la vía que toman todos los adictos en situaciones similares, esa vía es la sanguínea, las venas, la droga circulando lentamente por el torrente. La encontraron a la mañana siguiente muerta a mi lado, dormida eternamente por la sobredosis.

No tenía más familia que ellos, o al menos nadie que me reconociera como su familia. Viví en un orfanato católico hasta los 16, ahí viví mi primer encuentro con la dama de negro, la muerte me dio la mano desde ese momento y jamás me volvió a soltar y cuando me escapé me fui a la capital a vivir de las propinas que ganaba de mesero en los bares en los que trabajaba.

Capítulo VI

IN CRESCENDO

Oscuridad, hay mucha oscuridad en este lugar. Debo decir y admitir, que gran parte de lo que hago y de lo que he hecho, no solamente es para mí, es para todos los que quieren dejar de estar en la penumbra, los que quieren abrir sus ojos a una realidad superior y ver la luz, esto está dedicado a las personas que quieren elevar sus espíritus y su sentido de pertenencia a este mundo tan cruel y olvidado, esto es para la mente libre de ataduras, esto es para ustedes.

Quizá mañana yo ya no esté y ustedes deban de seguir con mi obra, con mi objetivo, con mi visión. Estaré orgulloso y agradecido.

Navegando en el mar de los placeres prohibidos por la sociedad, una sociedad que no comprende el propósito de mi arte, de mi campaña, de mi travesía, me siento perdido como Alighieri sin Virgilio, surcando los funestos y oscuros rincones del infierno.

Para que quede lista mi obra de arte final, mi utopía, mi mundo perfecto y libre de manchas, hace falta remover la última suciedad impura, no hay lugar para dioses entre los humanos, nosotros tenemos que hacer las cosas que ellos no pueden hacer, nosotros debemos de cargar con una consciencia sucia para que la de ellos esté limpia, debemos de sacrificarnos para que ellos puedan vivir en paz y armonía.

Yo soy la mancha que falta remover, yo soy el último eslabón, la pieza perdida, el punto final de la historia por contarse. Yo debo morir, solo así me abrazará la luz y dejaré la oscuridad atrás.

Soy feliz, sonrío a la luna con los ojos abiertos hasta donde alcanzan mis párpados, estoy vivo, respiro y bailo al sonido de Piano Sonata No. 17 en D Menor de Beethoven que suena en mi estéreo a lo lejos, bailo con la luna en el balcón de mi miserable habitación, el Allegretto me llena el corazón, bailo hasta agotarme. Me acerco a la barda, coqueteo con el abismo y me dejo caer en el In Crescendo de esta obra maestra, me dejo caer a ese oscuro rincón de los Dioses olvidados, a ese lugar donde solo pocos sabemos llegar. Gracias por estar aquí conmigo y seguirme hasta acá, nos vemos en tus más profundos y negros pensamientos, ahí siempre viviré junto a ti, mi querido aprendiz.

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