Hay veces en las que miro el sofá y te recuerdo allí sentada, mirándome con esos ojos color cielo que a sólo unos pocos les solías mostrar. Me pregunto si estarás bien, si me extrañas y necesitas tanto como yo a vos.
Dieciocho años fueron los que vivimos lado a lado. Aprendimos a crecer una con la otra, a vivir y envejecer sin nunca dejarnos caer.
Hay quienes dicen que es de locos tratar como humano a un «animal». Yo me entristezco por esas pobres almas que nada saben de amar.
Si supieran que no existió nada más lindo que haberte visto cada día esperándome al llegar, o que encontrarme cada mañana con tus pelitos en mi saco recordándome que conmigo siempre estarás. Si tan sólo por un día pudieran disfrutar de la paz que tú me dabas cada noche al descansar… estoy segura que entenderían que no existe compañía más pura y más sincera como la que yo tuve hasta el día de tu partida, que a 3 meses aquí me tiene destruida.
A veces alucino que aún te sientas en mi panza o me ronroneas al despertar, sólo espero que en tu otra vida tú me vuelvas a buscar. Yo prometo recibirte con el amor eterno que no te terminé de dar y esos pedacitos de pollo que ya no me tienes que robar.
La casa está vacía Titinita mía y nuestra familia también, ojalá que nos recuerdes y nos cuides donde estés. Ahora no tendrás de qué temer, ya nada te va a doler y si aún te sientes sola… aquí yo te esperaré.
Te amo por siempre.
Mamá
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