Estaba jugando con mis feas y horribles muñecas, no sabía si hacerlo o no. Son unas cosas horrenda, las odio, juego con ellas por… ¿Divertirme? No se, estaba tan distraída arrancándole las cabezas y quemando el pequeño hilo de cabello que tenían las desgraciadas, de lo que no me había dado cuanta es que la mecedora que esta posicionada al lado de mi cama, estaba en movimiento.

Por un instante me di cuenta de la presencia de alguien más en la habitación, pero lo ignore hasta que mi mecedora se movió.

Solo miraba a aquella persona de reojo, no sabía muy bien, pero de algo estaba segura, era de que el estaba fulminado mi presencia, me sentía intimidada, pero no me sentía nerviosa.

Mi corazón dió un vuelco cuando ví sus pequeños y muy azules ojos, aquellos permitiendo que viera más que a un hombre de unos treinta, sentado, ahí… En mi silla. Cuando volvió como a la normalidad, ya que creo que estaba ido, me sonrió, muy amplio. Me sentía insegura, no se si hacerlo, aunque no me gusta fingir una de esta.

—Disculpe, ¿Usted… que hace aquí?— Le pregunte al señor que estaba sentado en la mesedora que me compro papá.

Él no se imitaba a mirarme, era como si estuviera ignorandome. Por un momento, solo un segundo, pensé depronto que el estaba tan loco que entró a mi habitación sin que me diera cuenta, sin que lo notara, solo… de la nada.

Me frustre al no recibir respuesta de su parte, y volví a y hable.—No sea grosero, respondame o llamaré a papá.—En realidad nunca había llamado a Papi para que me ayudase, me las arreglaba sola.

—¿Me hablas a mi?—Dice como si no fuera tan obvio—Tu… ¿Puedes verme?—Dijo el señor un poco exaltado y a la vez sorprendido.

—Claro, a quien más le podría estar hablando?—Me estaba portando como una grosera malcriada, pero me merecía mi lugar como niña de cinco años.

—Y-yo… pensé que, t-tu… No podías… Hacerlo.—La expresión que tenía hace un rato cambio, está era más directa y sus ojos transmitían un brillo extraño.

—¿De que habla señor?—Era extraño que hablase de esto.

—Lo que pasa es que… nadie puede verme, en absoluto.—El se mostraba maravillado con lo que decía.—¿Puedo ser tu amigo?

—¿Amigo? ¿Que es eso? Yo no conozco eso.

¿Amigo? Dejo mi pregunta en el aire aquel señor, no tengo ni idea de que es eso. ¿Es bueno o malo? ¿Es algo que se coma?

Le preguntaré después, lo haré.

—Que linda eres, bueno. Me presento, soy Max… Y tu, ¿Como es tu nombre?

Mck.—No tenia ánimos de hablar—Siempre he odiado que dejen a mis preguntas sueltas.—¿Por que estás en mi cuarto?

—Nada en realidad. Pero, si te molesta, no estaré más aquí. Eres muy especial sabes. Tienes un gran don.

—¿Por que soy especial?—Me siento confundida—¿Que es un don?

—Porque puedes verme, y un don es… para resumir lo. Es el arte que tienes, la capacidad de hacer sentir a una persona, no importa en qué condición este, es como lo hagas estar bien, cómodo y sin preocupación. No muchas personas pueden.

—Ah, entiendo. Mi papi me ha hablado mucho de eso, dice que tengo un don especial para poder transmitir alegría y fulminar que tiene las personas, sólo con verlas físicamente o cuando dicen algo. Pero lo que él no sabe es que se más que eso.

—Si, por eso estoy aquí. Nadie más puede verme, Puedo hacerte compañía, si quieres.

—Me encantaría.—En realidad veía muy buena esa idea, jamás nadie estuvo conmigo un largo rato así, aparte de mi papi.

—Bueno pequeña. Ahora dime, ¿Por que imitas jugar con aquellas?—Dice. Señalando esos horribles juguetes ahí un poco al lado del pequeño armario lleno de cajones.

—¿Eh?—Se perfectamente a que se refiere, pero no quería que notara eso, aunque ya lo hizo.— te refieres a las muñecas, ¿verdad?—Que molesto esto, no me gusta explicar por algo que y estoy pasando.—Lo que pasa es que, no me gustan, las odio. No me gusta jugar con ellas. Pero lo hago, mi papi se preocupa aveces por mi.—Respiro un poco para poder continuar.— Porque no juego con esas cosas que me compra. Pero… Prefiero jugar, a que se preocupe.—En realidad si es eso. Cuando me las compraba yo las “Obsequiaba«, pero me sentí mal. No quería que él sintiera que con nada me hacía feliz.

—Enserio. Y… ¿Por que?—Alzo sus agudas cejas, por cierto muy bonitas.

—No lo se, o bueno si. Pero… Confío en ti. Lo siento.—Dije. mirando sus bellos ojos azules—No me gusta jugar con ellas, siento que soy su mami, y no quiero ser mami de nadie. Ni quiero ser como mi mami. Ella me abandono, aunque mi papi no se de cuenta. Ella me hace mucha falta. Y no quiero hacerle falta a nadie, no quiero que esas cosas sientan lo que estoy sintiendo al no tenerla cerca. Las odio. Así como ella lo hace conmigo.

—Pero… Pequeña—Se acerco a mi, me extendió su mano y se la extendí igual.—Eres muy pequeña para saber ese trío de cosas.

Me di cuenta que sentí algo. Una corta electricidad…

—Te diré en realidad quien soy…

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—Max, Max.—Dije bastante agitada.

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