Para obtener y mantener un trabajo, normalmente se necesita un repertorio de habilidades técnicas que estén actualizadas y brillen, y tener los condimentos necesarios para destacarse de la multitud.
Por ejemplo, los dentistas necesitan saber cómo obturar las caries, las secretarias necesitan escribir más de 100 palabras por minuto y los choferes deben tener su registro de conducir habilitante que implica haber pasado un riguroso examen de manejo.
Sin embargo, más allá de las habilidades técnicas…
¿A qué odontólogo irías?
O ¿Qué secretaria te gustaría tener?
O ¿Qué chofer elegirías?
Seguramente elegirías al odontólogo con trato más agradable y que se toma tiempo para responder a tus preguntas, y no al que ni siquiera te habla o solo te ordena abrir la boca.
También seguramente elegirías a la secretaria cuya actitud sea positiva y optimista, y que siempre esté dispuesta a ayudar en lugar de aquella inflexible con sus horarios y con una actitud desganada y mal humor constante.
Del mismo modo, seguramente elegirías al chofer que cumpla con los horarios, sepa charlar cuando tienes ganas o no molestarte cuando no, en lugar de aquel que pone la música a un volumen alto, y se la pasa insultando a otros conductores u obligándote a escuchar sus monólogos, mientras maneja en forma descuidada.
En todas estas situaciones, y en todas las demás, lo que importa finalmente a la hora de elegir, son las habilidades blandas.
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