“LA BELLEZA DE HIPOPI”
Hipopi asomó despacio su cabezota sobre las aguas sucias del pantano, y al mirar, quedó seducida con los colores exuberantes de la selva. Hipopi, era una hipopótamo de quince años que quiso nacer cisne y por esa razón vivía oculta de todos los animales. Pero esta vez no pudo resistir y enseguida aquel mastodonte pisó tierra seca anhelando abrazar, en un día, la selva que no había disfrutado en tantos años.
Observó cómo los animales corrían de un lado a otro, embellecían la selva. Las Ardillas ponían piedras alrededor del pantano, el Búho recogía las hojas secas y el resto de los animales decoraban los árboles. Se preparaban para celebrar el festival de primavera, el tiempo más feliz de la selva, que traía juegos y competencia.
En un momento, el Loro Guacamayo vio a la buena hipopótamo y le preguntó:
– ¿Monstruo, cómo te llamas?
La vergüenza la hizo contestar con voz de pito roto:
– Hipopi.
Entonces el Loro dijo burlonamente:
– ¡Ay, que graciosa hipopótamo, tiene cuerpo de monstruo y voz de cucaracha!
Las risotadas fueron tan excesivas que Hipopi corrió al lugar más apartado de la Selva para llorar. ¡Que mala suerte no nacer cisne! Pero como deseaba tanto tener amigos decidió perdonarlos y usar su inteligencia.
Con miel de abeja le dio brillo a sus grandes labios, se entresacó los tres pelos del hocico, usó la tierra más rojiza de colorete, se revolcó sobre la hierba fresca y quitó la suciedad de su piel, hizo mucho ejercicio, saltando bayas de plantas espinosas para quitar la gordura. Dejó caer la lluvia en sus ojos para que ganaran brillo y machacó las flores para usar sus perfumes. Sin más se fue al festival que ya había comenzado.
Todos los animales paseaban elegantes. La Zorra lucía su piel limpia y peinada, los monos exponían su gracia, el Loro Guacamayo sus colores, el Búho sus profundos ojos, el Elefante puso aretes en sus orejas y la buena Cebra sacaba fotos. Todos posaban con la esperanza de recibir el trofeo a la mejor foto. El animal más bello obtenía como premio ver su foto en el tronco de cada árbol. Vía fácil para alcanzar la fama.
Cuando Hipopi apareció el Búho la mal miró, la Zorra la mal olió, el Elefante ni quiso oír su voz y el Loro abrió nuevamente el pico para decirle:
– ¡Hipopi, aunque te vistas de seda, popa te quedas!
Nuevamente las risotadas de estos inundó la selva al tiempo en que gritaban:
-¡Hipopi, aunque te vistas de seda, popa te quedas!
Hipopi corrió hasta el pantano. Vio frustrado todo su esfuerzo por tener amigos. Lloró bastante. Miró al sol y a la selva para decirles adiós por última vez. Luego se volvió a las sucias aguas del pantano para encerrarse allí el resto de su vida.
Sólo la detuvo la dulce voz de la Cebra:
-Hipopi, no te vayas. Déjame sacarte una foto. Tu eres hermosa, aunque algunos te vean fea .No entres en el pantano, espera tres días.
Y sin más disparó la foto en el momento en que Hipopi, consolada, le sonreía.
Fueron tres días muy largos, pues todos los animales estaban ansiosos por saber el nombre del ganador y cada cual soñaba con una vida cambiada por la fama.
Por fin, vieron aparecer al León traía las fotos en grandes sobres y los resultados del festival. La selva temblaba de nerviosismo, la algarabía de aquellos animales emocionados era imposible de acallar.
El rey de la selva abrió el primer sobre, y gritó de espanto el Loro Guacamayo, cuando vio su pico jorobado y con una mancha negra por tanto mal hablar. El León abrió el segundo sobre y casi muere del desmayo el Búho al ver sus ojos bizcos por tanto mal mirar. Al abrir el tercer sobre, vieron al Elefante con orejas de burro por no querer escuchar, y así se fueron mostrando todas las fotos y ninguna convencía.
Sorpresivamente todos escucharon al León anunciar:
-¡Amigos… la foto de Hipopi es la más bella de la selva!
Las Ardillas descorrieron los follajes y en cada árbol se mostraba una foto ampliada de Hipopi. Todos quedaron enmudecidos con tanta belleza. Sus ojos no eran saltones, su cabeza era pequeña, se apreciaba una piel blanqueada en la que era notable el perfume de las flores machacadas. El pantano que se dejaba ver al fondo era un lago brillante y azul.
Todos los animales se le acercaron avergonzados, querían besarla, ser sus amigos. Aquella foto sacó a la luz la belleza de su alma. Hipopi lloró.
Por primera vez se veía cisne.
Autor: Lázaro Labrador Garcia
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