Capitulo 1

No eran mas de las diez de la mañana de aquel caluroso doce de mayo cuando realmente note que algo estaba diferente. no era en mi habitación, pues, lucia como siempre, la ducha estaba con la manilla dañada como lo había estado desde hace un mes, la cocina estaba igual desde que compre la casa unos seis años atrás. La comida, vaya, tostadas y un buen café por la mañana para mi es el mejor desayuno posible, más el sabor, era tan exacto que sentí que vivía nuevamente el día anterior.

Encendí el auto, y maneje por las calles un tanto despejadas – Quizás por la hora-, estacione mi auto en el lugar de siempre, y continúe mi trabajo normalmente como cada día de mi vida durante los últimos diez años. para un hombre como yo, de treinta y cuatro años, sin hijos y sin mas familia que mi madre, esto era lo mejor que podía tener. O por lo menos eso pensaba.

No fue hasta las diez de la mañana, cuando me encontraba en mi pequeño cubículo corporativo que sentí algo diferente, lo se, ya esto lo he dicho, pero existen dos situaciones realmente extravagantes en la vida. La primera, es cuando sientes algo en el ambiente, quizás un olor, un vistazo al cielo o una canción en la radio que te hagan sentir como si estuvieses viviendo un día de tu pasado nuevamente, y te haga pensar, «¡joder!, esto ya lo he vivido». La segunda es la que me estaba ocurriendo, algo, de lo cual no estaba seguro, estaba diferente, hacia mi vida diferente, y me hacia pensar diferente, y esto, mis queridos amigos, es un verdadero fastidio.

Cerca de las diez de la mañana fui al baño, no sabia bien que, pero algo revoloteaba en mi estomago; era como aquella extraña sensación estomacal que tienes al ver aquella chica que te gusta. Vaya, como me gustaría sentir aquella emoción del amor de nuevo, en ocasiones siento que soy un cascaron, que solo vivo por existir, y que no hay nada realmente valioso en mi vida, algunas veces siento que podría dar mi vida a cambio de nada.

Al sentarme en el escusado deje relajar mi cuerpo, tratando de expulsar todo lo no deseado de el. Escuche que alguien llamó a la puerta, «¡esta ocupado!», dije. Más nuevamente volvieron a llamar.

¡Knock, knock!

«¡Ya os he dicho que esta ocupado!- Dije algo molesto por la insistencia- ¿Que acaso estáis sordos?»

¡Knock, knock!

Soy un hombre de un metro ochenta y ocho centímetros, y de contextura atlética, no estaba dispuesto a soportar ser la broma de nadie; así que di por concluido lo que estaba haciendo y mientras me subía el pantalón oí la voz de una mujer al otro lado de la puerta.

«No preocupéis, terminad lo que estéis haciendo señor Altozano, yo le esperare aquí afuera pacientemente».

Sentí recorrer un frío hilo de sudor por toda mi espalda, ¿quien era aquella misteriosa mujer que aguardaba por mi.

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