Se acumulan los días de mi vida como granos de arena;
con pinceladas sin orden, se matizan,
se dibujan como dunas en el desierto: constantes en su cambio de aspecto y curvatura, se acumulan o se disipan a merced del tiempo.
Así, como una erigida duna, se apilan mis días de triunfos y desdichas.
Dunas como días se avistan al borde de un abismo, profundas, y oscuras;
dejando entre ver la agonía de amores perdidos y llantos sin nombre.
Viajan con el viento mis días hacia lugares más frescos, donde el sol detiene su ira bajo palmeras y dátiles austeros.
Cubren mis días los bellos pastizales de un oasis, que al amanecer y en solitario silencio, reposan sobre la inmensidad de un horizonte aún incierto.
Al anochecer, expuestos al viento y a la lluvia se dispersan sobre las grietas y laderas: dejando prueba de su pasado y de su paso por la tierra.
Clamando al cielo y al Dios que los gobierna,
piden por su eterna existencia
Aunque en su profunda conciencia claramente detallan,
que nada es eterno ni los granos dorados de un desierto.
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