Había una vez un pajarito que se llamaba Ti. el cual era muy simpático y gustada de encantar a otros pajaritos con sus cantos y sus vuelos. Un día Ti volaba y volaba con tal de deslumbrar a algún despistado observador de sus bailes aéreos, pero, a diferencia de otros días, el que se sorprendió fue el. Otro pajarito, llamado Wi, pequeñito y muy risueño fue el que lo deslumbro a él. Ti trato de ocupar todos sus encantos con tal de atraer a este pequeño amiguito a su casita, el cual era una acogedora cueva en el medio del bosque, pero Wi solo quería volar y disfrutar de las bellezas de la naturaleza. Si bien eran pajaritos con ideas muy diferentes disfrutaban de forma sin igual de la compañía del otro. Ese momento lo llamaron amor. A Ti le fascinaba la alegría de Wi y a Wi le encantaba el corazón de Ti. Por lo que un día decidieron formar su propio nido, no sin dificultades. Juntaron un poco de paja y alimento y decidieron vivir en la copa más alta de una hermosa araucaria, así Wi tendría en su ventana el horizonte y los paisajes que tanto le fascinaban y por su parte Ti tendría la seguridad de la tierra en las grandes raíces de ese majestuoso árbol.
Paso el tiempo y un día Ti empezó a extrañar el olor de la tierra y Wi no podía olvidar los hermosos paisajes de sus aventuras, por lo que mirar por aquella ventana solo les producía pena. Un día decidieron despedirse y dejar el nido. Pero antes de marcharse cada uno le entrego un poquito de su amor al otro, Por lo que llenaron un huevito con la mitad del amor de cada uno. Wi abrió su pico y de su interior salió una hermosa perla del color del arcoíris la cual contenía en su interior sus mayores alegrías de sus viajes. Al mismo tiempo Ti ajito sus alas con gran rapidez y del costado de su pecho saco un diamante muy fino el cual contenía en su interior una parte de su corazón la cual estaba lleno de hermosos recuerdos y enseñanzas aprendidas durante sus años. Luego de esto se miraron a los ojos y ya no había más palabra que decir. Se abrazaron cerraron sus ojos y solo escucharon el silencio.
No era un adiós era un hasta siempre
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