Todos tenemos un libro,
una historia que contar,
más de un amor sin confesar
y un final que reescribir.
Como buenos espectadores
que solo se dejan llevar,
observamos la pantalla
sin más que poder mirar.
Todos fuimos narradores
que no pudieron cambiar
lo que estaba escrito ya,
y lo leímos con tono triste.
Tú y yo tenemos una historia,
de grandes derrotas
y pequeñas victorias,
de fuertes vientos
y débiles pecados,
de pasos cortos y largos tragos.
Tú y yo seremos pasado,
porque no estás ahora
y no estarás mañana.
Y es que aunque aparezcas
mis horas se empañan,
y otra vez las estatuas temen andar.
Tú y yo somos lo que no seremos,
espectadores que observan
y narradores que leen una historia
que no acaba como ellos pensaron.
Y mientras que leo con tono triste
las páginas pasadas
y las horas muertas,
le lloro cada dos semanas
a la tierra que te dejaste,
y nada crece.
Será que así debe acabar el cuento,
volveré a leerlo
a ver si algo ha cambiado.
Regando la tierra,
pasando de página,
en el ritual de los amores no germinados.
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