Estimados lectores:

La obra que a continuación voy a comenzar a publicar en estas páginas, es de completa ficción, pertenece al género épico, si es que se le puede llamar así, tiene por supuesto un fondo histórico ya que se sitúa en una región del continente sudamericano, más exactamente en el norte de Chile, en las regiones que actualmente corresponde a Atacama y Antofagasta, la trama se remonta a cinco mil años antes de la llegada de los conquistadores españoles.

Actualmente se han encontrado vestigios de que en dichas áreas existieron antiquísimos asentamientos, como lo corroboran algunas pinturas rupestres halladas en cavernas y también los llamados petroglifos gigantes que muestran figuras que sólo son distinguibles desde el aire, tal como las famosas de Nazca, en Perú.

En fin, no es mi deseo aburrirles con datos y otras consideraciones arqueológicas, ya que como dije, ésta es tan sólo una obra producto de la imaginación de este autor y cuya única finalidad es entretener a quienes se animen a leerla. Dicho esto, comencemos con:

LA LEYENDA DE LUWER, EL CAZADOR.

Capítulo I : El Valle de Varesocor.

Varesocor, en el idioma que hablaban los antiguos habitantes de esas tierras, significaba Valle Grande, pues en verdad, eso era: Un gran valle que se extendía entre dos cadenas montañosas: Al este, las Montañas Varsowots, con sus altas cumbres siempre cubiertas de nieve y que eran inaccesibles para todos, excepto para los «varines» u hombres de las montañas que eran quienes las habitaban , al oeste, se ubicaban las «Tierras Altas», que eran una cadena de pequeños cerros, áridos y secos, desprovistos de toda clase de vegetación, al otro lado de aquellos cerros se encontraba el vasto océano, que el aquellos tiempos era conocido como «El Mar de Sonner». Cruzaba aquel valle de este a oeste un caudaloso río, cuyo origen se debía a varios pequeños afluentes, los cuales nacían en la cordillera Varsowots y desembocaban en un gran lago de aguas color turquesa, era el Lago Coxioc y de él fluía el llamado Gran Río Luwin, cuyas caudalosas aguas dividían aquel valle en dos regiones bien definidas.

Con respecto a los habitantes de aquellas tierras, ya hemos nombrado anteriormente a «los varines» u hombres de las montañas, ellos eran un pueblo formado por hombres muy duros y esforzados, que se agrupaban en clanes, a cuya cabeza estaba «El Meij» (anciano), los varines se diseminaban en las faldas de aquellas montañas, principalmente en la Meseta de Jnorgot, en donde algunos clanes, se dedicaban a la caza de los yocosats (Bóvidos de gran envergadura, parecidos a los bisontes, actualmente extintos), también otros clanes criaban ganado lanar y recorrían la extensa meseta buscando los mejores pastos para sus animales, otros, cultivaban pequeñas granjas cultivando el maíz y otras variedades de hortalizas, propias de la zona. Físicamente, los varines eran casi todos de buena estatura, delgados y atléticos ya que practicaban recios deportes y juegos de guerra. Los clanes, en la época a que nos referiremos en estos relatos, eran siete, ellos, anteriormente habían tenido grandes enfrentamientos , pero con el tiempo llegaron a acuerdos y así fue, como cada uno se estableció en una región determinada y se acabaron los conflictos entre ellos. Cada cuatro años, se reunían en un lugar llamado Qeibnot, a los pies de una enorme roca de color gris y allí se desarrollaba una singular competencia, llamada Larticea de Qeibnot, se decía que aquella roca había caído, en tiempos inmemoriales, desde el cielo y por eso era venerada por los varines y se consideraba a aquel lugar, como sagrado..

Al igual que los demás pueblos de aquel valle, los varines eran muy supersticiosos y tenían un gran respeto y veneración por los llamados «favnits qoncorsits» (Ancianos que cuentan historias), ellos eran los encargados de mantener las antiguas tradiciones y relatar a los jóvenes del clan, las hazañas de sus ancestros.

Bajando de las altas cumbres se podía distinguir un extenso valle, dividido por las aguas del Gran Río Luwín, que corrían de este a oeste, en el lado norte lo habitaban los varesios , u «hombres del valle», estos eran un gran pueblo, mucho más adelantado que los varines, ellos vivían en pequeños villorrios y también en ciudades, la mayor de todas, era Lalerot, » La ciudad amurallada·, otras algo menores eran Cat Lafat. Ticdot, Hannisot y otras.Cada ciudad era independiente y su máxima autoridad era el Minch. Como puede apreciarse la estructura social de este pueblo, era mucho más civilizada que la de los varines, sin embargo entre ambos se llevaban a cabo un importante intercambio comercial, a base del trueque, así, las pieles de yocosats que eran muy apreciadas por los varesios, se intercambiaban por telas, utensilios domésticos y otras mercaderías producidas por los hombres del valle.

Al sur del Río Luwin, habitaban los qocerios, estos eran un pueblo muy numeroso, cuya civilización había alcanzado un alto nivel, para esa época, ellos también vivían en ciudades, pero todas estaban bajo el mando de una sola autoridad. En la época anterior a los hechos que se relatan en esta obra, Qocerit, que era el nombre de este pueblo, estaba regido por el Señor Vactus III, un gobernante sabio y justo que había sabido mantener la paz y prosperidad durante todo su mandato, por mas de treinta años, pero a la muerte de aquel, las cosas cambiaron por completo, sobreviniendo en este reino un período de anarquía y de conflictos internos.La principal ciudad de Qocerit, era la Ciudad Sagrada de Ituitclot, allí funcionaba el principal centro académico del reino: El Templo de Uve Minta, en donde enseñaban las antiguas ciencias: La Astrología, la Medicina y la Magia, entre otras, ellas eran impartidas por los llamados Magos, que eran también los Sacerdotes del Culto a los distintos Dioses que adoraban los qocerios..

Más al sur de aquel reino, existían las llamadas Tierras Ignotas, que estaban formadas por selvas impenetrables en donde habitaba un pueblo extremadamente primitivo y salvaje: Los qejviats, que eran los últimos descendientes de una raza que se extinguía y que practicaban el canibalismo y otras costumbres sanguinarias y bárbaras.

Para hacer más completa esta relación de los pueblos que habitaban el valle de Varesocor, tenemos que mencionar a «los mulachs», que eran nómadas, cuyo origen era completamente desconocido, viajaban en grandes caravanas, las cuales recorrían todas las tierras habitadas practicando el comercio y el trueque.

Estos eran los habitantes de las tierras en donde ocurrieron los hechos que se narraran a continuación , los que dieron origen a la Leyenda de Luwer.


Capítulo II: LOS CAZADORES.

Es el comienzo de la llamada estación de las flores, cuando las abundantes y copiosas lluvias tienden a declinar; en la Meseta de Jnorgot el cielo comienza a cubrirse de nubes blancas, las cuales son arrastradas por el fuerte viento que sopla desde el Lago Coxioc hacia las altas cumbres nevadas de las Montañas Varsowots.

A los pies de las altas montañas, en la parte alta de la meseta, se podían distinguir los grandes rebaños de «aminotes»(cabras almizcleras) que pastaban plácidamente, mientras eran vigiladas atentamente por los pastores con sus quinots (cánidos antepasados de los perros), mucho más abajo, se asentaba por aquellos días el campamento del Clan de Luwa, dicho campamento estaba conformado por unas trescientas «sacbats» ( Rucas confeccionadas con esqueletos de animales, troncos de árboles o arbustos y forradas con pieles), las había de todas las formas y tamaños, unas eran pequeñas de forma cónica y otras en cambio eran mucho mas grandes y cuadradas.Todas estaban fijadas al suelo con estacas de metal y sujetas con cuerdas confeccionadas con cuero trenzado o fibras vegetales, para evitar que las desarmara el fuerte viento que siempre soplaba en la meseta.Los miembros del Clan de Luwa eran nómadas y solían recorrer toda la meseta buscando los mejores pastos para sus ganados, pero no eran estos la principal fuente de sustento de aquellos hombres, pues la supervivencia y la razón de ser de ellos, era, la arriesgada cacería del yocosats. Como hemos dicho, los yocosats ( extintos desde hace muchísimos años) eran unos bóvidos de enorme envergadura física,fuertes y vigorosos, que se agrupaban en grandes rebaños los cuales se se desplazaban por la meseta en las estaciones templadas y cálidas, bajando hacia las cercanías del Lago Coxioc y siguiendo un ciclo de vida que era muy conocido y estudiado por los hombres del Clan de Luwa.

Los yocosats eran animales pacíficos que se alimentaban de toda clase de vegetales, plantas e hierbas, pero si se les atacaba se podían transformar en bestias terribles y peligrosas, ya que poseían un par de largos y afilados cuernos, con los cuales podían atravesar un árbol de grueso tronco y con mayor razón un cuerpo humano, de allí que los cazadores del Clan de Luwa se tenían que organizar muy bien, utilizando técnicas ancestrales que les permitían dar caza a estos enormes animales, cuyas pieles eran para ellos, un verdadero tesoro, puesto que alcanzaban grandes valores en los mercados de las ciudades del valle, también su carne, que era el principal sustento de los habitantes de la meseta, la que podía ser conservada con hielo de la montaña, también ahumada o secada como charqui, para su posterior consumo, los huesos se utilizaba para confeccionar diversos artículos de uso doméstico y con los afilados cuernos se fabricaba el «luinrot» que era un instrumento de viento de sonido grave y profundo.

Para cazar a los yocosats, los varines debían de bajar de la meseta e internarse en las selvas húmedas y frondosas situadas en los alrededores del Lago Coxioc, ya que en la meseta era imposible sorprenderles, en cambio en dichas selvas, los yocosats debían de desplazarse forzosamente por estrechas sendas, en donde los rebaños lo hacían en hileras y los cazadores podían ocultarse en las copas de los enormes «nadcit» (árboles) y esperar el paso de los rebaños , atacando de preferencia a los animales rezagados, ya que por lo general, el rebaño siempre avanzaba hacia adelante y nunca se devolvía para auxiliar a los que se quedaban atrás.

Aquellos senderos eran desde mucho antes, conocidos por los hombres del Clan de Luwa y eran las llamadas «rutas de los yocosats».

En aquellos días, los miembros del Clan de Luwa estaban muy ocupados preparándose para la próxima cacería y el propio Meij Luwa participaba activamente en dichos preparativos, pero en esta ocasión él se sentía bastante preocupado,ya que a diferencia de temporadas anteriores, esta vez participaría en la cacería, su hijo mayor, Luwer y como sabía lo riesgosa que era dicha actividad, eso lo tenía algo tenso.

Luwa era un hombre que ya había pasado los cuarenta y tantos años de edad, aparentaba un poco más de su edad real, debido a su barba negra canosa, de contextura mediana, torso grueso y rostro moreno surcado de algunas arrugas producto de su constante exposición al sol y al aire de la meseta, mantenía aún sus aptitudes físicas pero ya no participaba personalmente en la cacería, sino solamente en la organización de ella. Años antes, había sido un gran cazador y por eso conocía los riesgos que implicaba aquello, había visto morir a muchos compañeros y miembros del clan, atravesados por los afilados cuernos de las bestias y aunque confiaba en que su hijo, había sido muy bien entrenado por su gran amigo y brazo derecho, el espigado Tinqeirsi (Ojos de serpiente), con el cual el joven Luwer ya había participado anteriormente en las cacerías en calidad de ayudante, sabía que ahora todo sería muy diferente, pues lo haría como cazador.

Ahora Luwa conversaba con Tinqeirsi, quien cubría su rapada cabeza con un gorro confeccionado con pieles de yocosats, esto le decía:

_ Ha llegado el momento que mi hijo demuestre todo lo que le tú has enseñado, mi fiel Tinqeirsi, él ha de integrar uno de los ocho grupos de cazadores que mañana se internaran en las selvas de Qorsorat para comenzar la cacería, lo que más me preocupa es que tampoco tú, podrás estar cerca de él para ayudarle, ya que tendrás que permanecer a cargo del campamento, puesto que yo debo de ausentarme por unos días a fin de reunirme con el Meij Sneheba a la brevedad.

Tinqeirsi, el gigante calvo, que había sido no sólo un gran cazador sino que además, el último campeón o «Shar» que había tenido el Clan, cuando ocho años antes había ganado ese título en el Torneo de Qeibnot, se sorprendió por la noticia que le daban.

_¿De modo que no podré participar esta vez en la cacería y dime…Es tan importante que te reúnas precisamente ahora con el Meij Sneheba?

Luwa hizo un gesto de resignación:

_Acabo de despachar a un mensajero enviado por mi amigo Sneheba, en donde me cita a mí y al Meij Torpidar, de las Altas cumbres , dice que es muy importante y así debe de ser, puesto que él está muy en contacto con la gente del valle.

Tinqeirsi se mostraba contrariado.

_Pero…¿ Crees que podrás estar de regreso antes de que termine la cacería, amigo Luwa? Le preguntó.

_¡Claro que sí! Serán sólo un par de semanas las que tú estarás a cargo del clan, yo regresaré, antes de que termine la temporada para presidir la correspondiente Fiesta de Otobá, para las celebraciones.

Ajeno a estas conversaciones, el joven Luwer descansaba, después de haber practicado junto a sus compañeros; al contrario de su padre, él se sentía muy tranquilo y seguro de si mismo, no en vano ya había participado en temporadas anteriores y no sólo como ayudante, como creía su padre, sino que también lo había hecho como cazador en la temporada pasada, cuando Tinqeirsi se lo permitió, eso si, que de común acuerdo se lo habían ocultado al Meij, ya que de saberlo, el espigado campeón y maestro hubiera sido severamente reprendido por Luwa.

Y es que el caracter de Luwer era así, siempre sereno y reflexivo, algo raro para un joven que apenas acaba de cumplir los veinte años, físicamente era de mediana estatura, piel morena y cabellos negrísimos, largos, que él llevaba atado con un cintillo sobre su frente, de tórax amplio como su padre y dotado de una musculatura excepcional, que él se encargaba de mantener realizando constantes ejercicios físicos a diario, como era la costumbre de todos los jóvenes del clan.Su rostro de facciones regulares, se asemejaba más al de su madre: Quince, que a su padre, contrariamente a su hermano menor, Yerlic quien había heredado en mayor proporción las características físicas del padre. Ambos hermanos, eso sí, eran muy unidos y al igual que los demás jóvenes de su edad, gustaban de reunirse alrededor de una fogata en las frías noches invernales, para escuchar los relatos de los ancianos «favdnit qoncorsit», quienes les enseñaban las antiguas historias de los antepasados, de los héroes de leyenda y de los Dioses y Luwer al igual que los demás, soñaban con emular dichas proezas, para que así, algún día lejano, sus nombres también figuraran en los viejos relatos. (continuará)

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