El flaco susurraba en suave melodía, hablaba sobre una muchacha.
Yo escuchaba en mi pensar incesable, posando la mirada
en el infinito, en aquella linea que se difuminaba entre
fuego y agua, entre sangre y nobleza.
A esa distancia inalcanzable la decoraban centenares de golondrinas,
bailaban insaciables a sazón del viento y en mi sosiego, aquellas tan libres,
se reían de nuestro desencuentro, que iluso de mi, que sabia la vida.
Un bello entierro desde el balcón de mis principios, la ciudad de mis memorias
esas que pautaban mi verdadero anhelo.
Y el flaco, que bien el flaco, nunca dejo su cantar, ni dejara de hacerlo
en aquel poeta no había hojas en blanco.
Hoy me reencuentro en mis berlinés rotos confundido de mis aciertos
las palabras renacen de su polvoriento cancionero.
Vale hoy la vida siempre vida, el azul se volvería reino de nuevo
y mi ironía se perdería en mi, pues desenterré mi sueños.
Díganle que no deje su reflejo de amar, si sabe de si que nació para vivir
nunca vida sin letra, sin prosa, sin buscar su amigo eterno.
Que ves? pues siempre el cielo, toco tierra solo para verte danzar
y volar de nuevo, para resistir la espera y darle las gracias, las
que el flaco te reclama, por que existís y te siento.
Era azul, tu azul, la de tu alma de diamante que inspira constante
y pretenciosa de su eterna tragedia mi canción de vida.
Me dieron, ustedes eternos, me dieron la fuerza de decirle
adiós, por fin adiós, a mi flor amarilla y al ángel de su vientre.
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