Día de Muertos.

Desperté entre flores blancas y naranjas, arropaba con velos y ropas blancas, en mi cama fría que me dormía los dedos de los pies. Levanté poco a poco la cabeza y luego el tronco, pronto estiré miembro tras miembro para tener todo el cuerpo despierto… ¡Que sueño tan más placentero! Me quité pétalos de mi cabello enredado, ¿cómo fue que me pude ir a dormir sin haber puesto en un jarrón con agua esas bellas flores que me regalaron? Tonta yo, ahora están todas deshechas… pobrecitas, todas aplastadas por mi cuerpo tieso… pero ya que, me sigue conmoviendo en el alma el detalle de la persona que me trajo ese regalo; y que no las haya echado en agua no significa que no me importen, ¡al contrario! las amé tanto que no quise despegarme de ellas ni un instante. Ahora debo levantarme, y tal vez quitarme el resto de los pétalos del cabello. Quito todos menos uno, ese lo llevaré conmigo como un broche.

En el cielo la luna brilla radiante y blanca como una perla, hay pocas nubes a su alrededor, pero son mínimas. Es más la inmensidad de las estrellas y el resplandor de la luna blanca de porcelana. Es de noche pero la gente parece no darse cuenta. Gente baila, gente canta y gente llora. Festival de emociones. Carnaval de sueños y pasiones. Hay color, hay comida, dulces y música por dónde voy. ¿Fue eso lo que me despertó? Debe haberlo sido. ¡Qué bella fiesta! ¿Cómo no me despertó antes?

Tal vez pueda quedarme un rato, buscar a la persona que me regalo las bellas flores, agradecerle por el pétalo naranja que ahora adorna mi largo cabello. Fue esta mañana que me dio ese regalo, pero quiero verla de nuevo. Tal vez podría abrazarla y darle un gran beso en la mejilla. Al fin y al cabo sólo tengo esta noche, en la mañana debo regresar a mi cama junto con lo que queda de las flores blancas y naranjas. Iré a través de este festival de color, lleno de vida, a buscar a quien amo, agradecerle las flores. Al fin y al cabo… sólo hoy es día de muertos.

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