Salsa de Soja

Salsa de Soja

Cora

22/10/2019

Y como el autobús no llega o se ha ido sin mí, me siento en un banco a esperar. Me concentro en dos mujeres asiáticas muy escandalosas que gritan junto a la parada de la acera de enfrente. A lo mejor es su tono de voz habitual. O no. Tal vez se pelean por los dos niños, de no más de tres años, que juegan a su alrededor. Tienen la sospecha de que han intercambiado las chaquetas en el colegio y ahora no están seguras de cual es el de cada una. Menudo lío. Dejan pasar un autobús, porque ninguna está dispuesta a marcharse de allí sin estar convencida de que se lleva al retoño que salió de su vientre. Una de ellas, llamémosla Salsa de Soja, está convencida de que el suyo es el de la chaqueta roja y, para dejarlo claro, le coge de la pechera. Entonces la otra, a la que denominaremos Suzuki, coge al otro niño en brazos, llamémosle niño Soso, porque tampoco hace grandes esfuerzos para demostrar que él debe ser el elegido, y decide que bueno, pues ella se queda con ese, pero luego duda y lo deja en el suelo. Que no, que ya que no sabe cual es su hijo, prefiere al de la chaqueta roja, que se le ve más despabilado. Se agacha y habla con él, para asegurarse de que ha acertado. Di, nene, ¿quién es tu mami? El niño corre a esconderse tras las piernas de Salsa de Soja. Suzuki le persigue con la espalda arqueada. El niño se echa a llorar. Salsa de Soja ríe con estruendosas carcajadas, echándose hacia atrás, haciendo que una anciana cargada de bolsas del súper tenga que desviar su trayectoria, frunciendo el ceño mientras se aleja. ¿Lo ves? ¿Lo ves? Se recochinea Salsa de Soja, palmeando la cabeza del niño de la chaqueta roja, que esconde la cara entre sus piernas. Mira quién es su mami. Suzuki, haciendo rechinar los dientes, muestra una sonrisa fugaz y se yergue muy dignamente. Esto no se va a quedar así, piensa para sus adentros. Salsa de Soja observa al niño Soso, baja la cabeza hacia el de la chaqueta roja y luego mira al niño Soso de nuevo. Qué mielda. Suzuki, en un intento por reconciliarse con el niño de la chaqueta roja para poder zanjar el asunto, saca dos dedos, el niño responde sacando dos dedos. Salsa de Soja, que es muy viva, ha tenido una revelación, pero calla. Ha decidido que ya no le importa cuál es el suyo, va a elegir al que sea mejor en matemáticas, porque ella quiere por lo menos un hijo ingeniero, que la mande de vuelta a China cuando sea anciana y poder pasar el resto de sus días junto al mar. El niño Soso se acerca al otro y a Suzuki, se saca un dedo que andaba de viaje por el agujero de su nariz y muestra dos dedos también. ¡Maldición! Para que Suzuki no sospeche nada de su ingeniosa solución, Salsa de Soja sigue el juego sacando también dos dedos. Pero entonces Suzuki decide que está cansada de discutir y coge en brazos al niño de la chaqueta roja. Que llore si quiere, peor para él. Las lágrimas son parte de la vida. Ah no, piensa Salsa de Soja, por ahí sí que no pasa, porque todavía no ha tomado una decisión. Entonces decide jugársela a todo o nada. Besa fugazmente las mejillas de Suzuki para confundirla, coge al niño Soso de la mano y le arrebata de los brazos al niño de la chaqueta roja. Rápidamente, ante una Suzuki desconcertada, mete corriendo a los dos niños en un autobús que acaba de llegar y sube tras ellos a toda prisa. No está dispuesta a negociar. Suzuki se queda mirando cómo se aleja el vehículo, se mete las manos en los bolsillos de la chaqueta y se mira las puntas de los zapatos, para disimular. Da un paso atrás y al fin, admitiendo la derrota de esta batalla pero nunca de la guerra, se aleja caminando mientras planea el rescate.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS