RELATO DE UN VIAJE ASTRAL

RELATO DE UN VIAJE ASTRAL

Gigi Antolini

16/10/2019

Cuando abrió los ojos, se encontró en un lugar que no reconocía. No recordaba haber estado ahí jamás. Aunque por momentos miraba las cosas que le rodeaban y le pareció conocer todo, pero de manera desordenada. Es decir, conocía cada cosa, pero no en ese orden y no en ese mismo sitio. En su memoria, a veces las cosas se encontraban a su izquierda y otras veces a su derecha. Los puntos cardinales a veces le parecían claros, pero otras veces no estaban exactamente donde ella creía que estaban. Observaba cada cosa; ve un campo enorme al frente con sus caminos de tierra que cruzaban por sobre las mesetas llenas de verde césped, a su izquierda y casi a un kilómetro de distancia había altísimas montañas con tierra, césped y a veces piedras. Podía ver todo, a pesar de que en realidad usaba anteojos porque justamente no veía bien. Mira hacia el suelo donde estaba parada, era como todos los caminos que estaban por el lugar; tierra, pequeñas piedras, el sol que encandilaba sus ojos cuando algún rayo iluminaba directo sobre los granitos de arena que habían volado desde algún lado. Ve también a los costados del camino, un montón de flores amarillas pequeñitas, silvestres, sin aroma pero hermosas de igual manera. A una distancia incalculable podía ver un monte que estaba tan cargado de hermosos árboles que sólo podía verse el cielo y nada más detrás de él. En medio de todo, un círculo de pasto amarillo quemado por el sol y bastante alto rodeaban a un nogal que se hallaba solo entre tanta inmensidad.Este árbol llama mucho su atención, entonces se acerca hasta él. Se sienta debajo, sobre el suelo.

No sé durante cuánto tiempo estuvo ahí sentada contemplando hasta el más mínimo movimiento de la Naturaleza. Los pájaros revoloteando en las ramas del nogal, haciendo sus cantos cotidianos. LLegaron palomas a hacerle compañía pareciendo que sabían que ella era extranjera en esa tierra. Algún que otro colibrí iba de vez en cuando a posarse sobre las flores amarillas que estaban casi sobre el camino. Pero se marchaban rápido. Las hormigas continuaban con su trabajo arduo y diario. Las mariposas cada tanto sobrevolaban alrededor de ella y el nogal.

Siguió con la vista el camino por donde había estado parada apenas abrió sus ojos. Hacia la derecha se veía más habitado, pareciera que hubiese un pueblecito más allá sobre las montañas. Aunque para estar segura tenía que empezar a caminar y ver desde más cerca; pero la paz era tan inmensa, reconfortante y placentera que no quiso moverse en ese momento. Miro hacia la izquierda del camino y éste continuaba sobre valles florecidos. A lo lejos se veía la montaña que había visto apenas llegó y además logró ver una construcción que anteriormente no se dio cuenta de que estaba ahí. Decidió verla más tarde, también debido a la paz que la abrazaba bajo aquel nogal. Decidió recostarse sobre el pasto amarillo y alto. Con sus brazos detrás de la nuca, sosteniendo su cabeza, se durmió unos minutos. Dormida, quizás soñando, fue consciente de su propia respiración que cada vez era más suave pero más ruidosa. Fue así hasta que en un momento pensó que quizás lo que estaba sucediendo era que entre el silencio del lugar y la concentración que había logrado gracias a la paz del campo, ella podía escuchar su respiración ruidosa a causa de haber logrado en realidad tener contacto con su interior. Sintió ese placer y decidió quedarse en esa posición y en ese estado un rato más, escuchando su propia vida y el aire que permitía que eso fuese posible. Se hacía cada vez más consciente de lo que había a su alrededor, absolutamente de todo lo que la rodeaba, de los ruidos y de las cosas vivientes, del camino, de las montañas y de las mesetas; del pueblo que había más al Oeste (ella creyó que era el Oeste).

Y así, entrada en ese sueño, puede ver sobre la montaña que había a un kilómetro de distancia, a un monje sentado con su túnica marrón, con el rostro tapado y la cabeza mirando hacia abajo. Se dio cuenta de que este monje estaba en profunda meditación. Y aunque era consciente de que no debía molestarlo, decidió sin dudas hacerle compañía. Se sentó a su lado, bajó su cabeza, cerró sus ojos e intentó hacer lo mismo que el monje. Y la paz aumentó. Sintió sobre su rodilla que una mano la estaba tocando y supuso que era la mano del hombre. Durante la transmisión de energías que provoca el contacto en todas las personas, ella sintió que el placer de la paz seguía en aumento. Le pareció balancearse sobre su propio cuerpo, no sabía si iba a caerse, ya que estaba muy cerca del abismo. Finalmente la mano del monje golpea suavemente en el rostro de ella y se siente transportada nuevamente hacia abajo del nogal. Con sus ojos todavía cerrados y aun consciente de su respiración siente una presencia de mucho peso sobre su pecho. Intenta ser fuerte, sostener el peso y que éste no le impida respirar con la naturalidad con la que lo estaba haciendo hasta entonces. Se le hacía casi imposible continuar. Sintió a la muerte cerca. Conoció la paz y el placer que le dio ese campo nunca visto ni siquiera en sus sueños, el mismo día que se encontraría con su muerte. Pensó que tal vez la vida era injusta con ella por no permitirle disfrutar un rato más aquellas sensaciones que había descubierto en ese camino. Después pensó que quizás la vida le estaba siendo generosa por permitirle aunque sea verlo una vez antes de partir de este mundo y además, morir en él. La duda se apoderó de su mente y su cuerpo; entonces fue ahí cuando el peso que sentía sobre su pecho se hizo más fuerte y comenzó a ahogarla. Se extendió hasta su cara y su estómago. El dolor era cada vez más intenso.

Entre la desesperación de no poder respirar y tampoco poder mover sus brazos ni sus piernas para empujarlo y sacarlo por fin de encima suyo, sólo fue capaz de cruzarse por su mente un sentimiento de gratitud. Agradeció su vida, la familia que le había tocado, las experiencias vividas hasta entonces, que no eran muchas, debido a su corta edad. Agradeció por haber sido partícipe de este mundo una vez más; dio su gratitud al Universo por los amigos que conoció en esta encarnación, por los enemigos que tuvo que enfrentar, por las batallas que ganó y las que perdió pero que de todas formas le dejaron su enseñanza. Agradeció cada vez que pasó por una enfermedad y sanó, las veces que sanaron sus seres queridos, los incontables textos que fue capaz de escribir; continuó agradeciendo a la vida por haber cruzado en su camino a aquella persona con la que conoció el amor de pareja. Dio gracias al Creador por permitirle haber estado meditando con el monje en la cima de una montaña, de estar en ese campo para ver por última vez el sol y por primera vez la Naturaleza en toda su plenitud.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de la cantidad de minutos que estuvo agradeciendo y aún no había muerto aunque hacía varios instantes que ya no se escuchaba a sí misma respirar. Fue consciente de cómo el peso sobre su pecho, su estómago y su cara fue disminuyendo y se hizo más liviano. Entonces, tuvo el coraje de abrir los ojos.

Vio encima de su cuerpo una nube completamente negra que estaba suspendida en el aire. Dentro de ésta estaban los miedos que tuvo durante toda su vida. Pudo verse ella misma dentro de la nube, sentada, abrazando sus rodillas y llorando, culpandose de situaciones que acontecieron durante su existencia. Situaciones que ella misma no se había perdonado pero que hoy, hace unos momentos había sido capaz de agradecer, por causa de su miedo a la muerte. En esa nube también pudo ver a sus seres queridos que ya estaban fallecidos extenderles sus manos hacia ella, pero supo que estaban despidiéndose.Entonces se dio cuenta de que nunca los había dejado descansar en paz, debido a su egoísmo de pretender que no se vayan, que no se mueran, que no la dejen. Se auto-perdonó por eso y les pidió perdón a ellos. Perdonar y pedir perdón pueden salvarte la vida. En la nube vió situaciones ya vividas en las que nunca dijo un “no”, por miedo al rechazo o al enojo del otro. Vió que siempre dijo “sí” incluso contra su propia voluntad, y vió también lo insatisfecha que estuvo con ella misma después de esto. Y se perdonó. Aparecieron situaciones de su infancia en las que ella se reprimía de jugar juegos de varones por “el qué dirán” y le pidió perdón a esa niña… y la abrazó… y la besó. La niña la perdonó.Y sonrieron juntas.

Vió situaciones de su adolescencia que no fue capaz de vivir a rabiar porque sus compañeros la dejaban de lado y no quería vivir ciertas experiencias sola, por miedo al ridículo. Y vió a esa adolescente triste en su habitación, en la escuela, en la calle. Y le pidió perdón… y acarició su pelo… y le dijo que la amaba. La adolescente la perdonó. Y lloraron juntas, pero de alegría.

A la derecha dentro de la misma nube negra, vió a su padre que no sabía cómo actuar para hacerle saber a su hija que la amaba, pero que no entendía su idioma de actos; no encontraba palabras para decirle que nunca fue muy hábil para criarla y que no tenía idea de si eso se puede remediar para lograr que su hija lo ame. Y ella lo abrazó… y lo perdonó… Y le dijo que ella siempre lo amó.

A la izquierda dentro de la nube vió a su madre; ella le explicaba que las veces que la regañó fue por su bien. Que no sabía cómo criarla poniendo los límites sólo ella. Le explicó que siguió lo que su corazón decía y cometió sus errores; pero que muchas veces obtuvo recompensas. Concluyó diciéndole que no sabía finalmente si estuvo bien su forma de actuar, pero que fue la única manera que ella encontró para criar a una adolescente como su hija. Y entonces se miraron, se pidieron perdón y se perdonaron. Y sus miradas continuaron la una y la otra cada vez con más armonía.

De repente, una exhalación fuerte y ruidosa salió desde lo más profundo de su ser. Y todo a su alrededor se llenó de una luz azul fuerte. Ya no estaba más la nube negra suspendida en el aire encima de ella. Solo se escuchaban los ruidos de la Naturaleza, pero no lograba ver nada más debido a la inmensa luz. Pudo escuchar el ruido del agua cayendo muy cerca de donde ella estaba. Trataba de recordar, pero no lo lograba. No había visto nada que tenga agua por ahí y nada que se le parezca. Estaba realmente ansiosa por saber de dónde provenía ese ruido. Quería seguir descubriendo el lugar casi “mágico” al que no sabía ni siquiera cómo había llegado, pero del que se había enamorado a primera vista.

  • ¡Gi! -le exclama una voz femenina.
  • ¿Sí? -pregunta sorprendida. Buscaba a la dueña de la voz, pero cada vez era más difícil ver porque la luz se hacía más intensa.
  • Detrás tuyo -le dice la voz.

Entonces se da vuelta. A varios metros de distancia puede ver a la mujer vestida completamente con ropas blancas. Un pantalón muy suelto, no traía nada en los pies. Tenía una camiseta como la que su abuelo usaba para dormir y una camisa que le quedaba muy grande para su cuerpo tan pequeño. Pero no podía ver su rostro.

¿Qué pasa Gi? ¿Tenés miedo de mirar? -le dice la mujer. Y continúa: – ¡Nunca vas a ver si no sos capaz siquiera de mirar!

¡No te veo! ¡La luz es muy fuerte! -exclama.

Muy bien – dijo la mujer. Entonces se acercó un poco más al nogal donde Gi estaba desde que llegó al campo.

Entonces comienza a ver un poco más. Traía un sombrero también blanco. Vio que tenía el cabello a la altura de los hombros y éste comenzó a moverse rápidamente. Se dio cuenta que el viento estaba llegando. De igual manera, entre la luz y el fuerte viento pudo verla. Era igual a Gi. Achicó un poco los ojos, frunció su ceño y miró bien fijo hacia el rostro de la mujer. Hizo un gesto con sus labios, parecido a una sonrisa. Y la mujer largó una carcajada, inclinando un poco su espalda y con las manos entre las piernas, exactamente tocándose las rodillas. Continuó riéndose a carcajadas unos instantes más. Gi continuaba con una leve sonrisa en su rostro. No podía creer la situación que estaba presenciando. No sólo el rostro de la mujer era idéntico al de Gi, sino que también se reía igual; inclinada, con las manos en las rodillas y la carcajada emitía el mismo sonido que el de su voz, comenzando grave y terminando un poco más agudo. Definitivamente, era Gi hablando con ella misma. Y comenzó a reírse, pero esta vez, debajo del nogal.

El viento cesó. La luz se fue apagando poco a poco hasta que la luz del día volvió a la normalidad. Pudo ver nuevamente el monte, el camino con sus flores amarillas, las mesetas, la montaña, los colibríes, las palomas, las mariposas, el lejano pueblecito al Oeste del camino. Ya no estaba el monje. Pero en lugar de eso, tenía a un clon de ella misma a su lado.

  • -¿Qué es esto? ¿Qué significa? – preguntó Gi, luego de un momento de silencios.
  • -Sólo pretendo que seas capaz de mirar lo que no ves, para así seguir creciendo – responde la mujer.
  • -¿Quién sos? – pregunta Gi, un poco más ansiosa debido a la respuesta.
  • -Soy vos, en el futuro; aunque no en un futuro muy lejano. En la nube negra ya pudiste ver tu vida pasada, con tus errores y tus experiencias. Ya lograste darte cuenta de las cosas que debías aprender. Pero cada uno de nosotros venimos a esta vida a cumplir una misión y ésta no nos fue otorgada, sino que nosotros mismos fuimos lo que elegimos antes de llegar al mundo terrenal en qué familia queríamos nacer, qué experiencias buenas y malas pretendíamos vivir, qué es lo que aquí queríamos aprender, cómo lo queremos aprender, incluso también elegimos cómo vamos a morir. Elegiste aprender la gratitud de la manera que hoy lo hiciste, con ese enorme peso sobre tu cuerpo, reviviendo situaciones de tu vida en este camino, meditando con el monje, sintiendo miedo a la muerte; miedo en vano, porque no fuiste capaz de recordar aunque sea mediante sensaciones, que no era ésta la manera que escogiste para encontrarte con tu muerte. – respondió sabiamente la mujer.
  • -Entiendo cada palabra, aunque desconocía realmente esta enseñanza, hasta hoy. Y por eso, te agradezco. Pero no entiendo una cosa más – respondió asombradísima Gi.
  • -¿Qué otra cosa querés entender? – preguntó la mujer, con un sonrisa en el rostro y los ojos mirando fijamente a los de Gi, pero con más amor.
  • -Yo… Yo no entiendo cuál es mi misión, aunque anteriormente la haya elegido – respondió la aprendiz.
  • -Bien. Primero voy a darte aviso de lo siguiente: Elegiste tu misión en otra dimensión, de la cual todos provenimos, pero en este momento tenés la opción de abandonar tu misión, violando el destino que preparaste vos misma hace veintiocho años en el otro plano, o podés elegir aceptar tu misión con sus causas y consecuencias. No quejarte de ella y tratar de cumplirla con el mismo entusiasmo con el cual la ideaste – responde la mujer.
  • -Acepto – dice Gi, y asienta con la cabeza.
  • -Lo sabía. Sabía que ibas a aceptar -afirma la mujer.
  • -¿Cómo lo sabías? -responde Gi, cada vez más asombrada.
  • -Recuerda que yo soy vos, aunque unos años más adelante. Y esto es porque el cuerpo físico respeta tiempos y espacios, por eso necesitan una construcción para vivir y “cumplen años” el mismo día, el mismo mes, todos los años. Pero el cuerpo astral es muy diferente. No tenemos tiempo ni relojes. Sí tenemos espacio. Toda una Galaxia para poder dispersarse. Todos vivimos juntos en algún lugar del Universo, en una construcción sí, pero es una para todos. Somos familia los unos con los otros, todos con todos. Es importante que sepas también que yo, o sea, vos misma en tiempo futuro, simbolizo tu intención de cumplir con lo ideado antes de llegar a este mundo. Vivo en vos, dentro de tu mismo cuerpo. Somos el mismo espíritu o Alma, como prefieras llamarlo. Pero yo, a diferencia de vos, soy la anteriormente mencionada intención que te guiará hasta tu guía o maestro para cumplir con nuestra misión en la Tierra. Cada cosa que quieras lograr en la vida, lo lograrás; pero para esto no es suficiente decirlo y actuar, también es necesario que muy a flor de piel exista la intención de hacerlo y lograrlo. La intención lo es todo -concluyó l mujer. Y finalizó diciendo: – Ahora que estás sabiendo lo que ya estabas lista para saber, quiero llevarte hasta el lugar donde nos veremos por última vez en mucho tiempo. Aunque te visitaré de vez en cuando pero con otra forma, aunque me podrás reconocer fácilmente. La próxima vez, me llamaré conciencia. -concluyó la mujer.

Entonces, terminado el diálogo, la mujer le señala a Gi un aro de luz a su derecha. Este aro anteriormente no estaba en ese lugar. Después reflexionó y entendió lo que la mujer le había dicho: <>. Él siempre estuvo ahí, pero cuando sólo somos capaces de mirar las cosas al alcance solamente de nuestros ojos físicos, perdemos la oportunidad de ver qué es lo que hay un poco más allá. Lo importante ahora, era que ella estaba siendo capaz de ver el aro de luz que siempre estuvo ahí. Disfrutó durante unos segundos de él, que iba girando e iluminando su alrededor un poco más de lo que iluminaba el radiante sol de aquel día. Pudo ver que de tener luz blanca solamente, a medida que giraba se iba armando otro aro superpuesto pero de color azul; luego uno amarillo, otro violeta, verde, rojo, dorado. Cada vez giraba aumentando su velocidad. Entonces, con la ayuda de su “intención”, se acerca cada vez más al aro que ya era un círculo de múltiples colores. Cuando estaba aún más cerca, éste se agranda un poco a lo largo, llegando hasta el suelo, formando una puerta circular multicolor.

Mira un poco más adentro de él y puede ver algo parecido a un túnel. La “intención” asienta con la cabeza dándole el permiso para que entre en él. Y entran juntas. Volvió a tener la sensación de estar cayendo o flotando, pero la luz era tan inmensa dentro del túnel que no podía ver siquiera sus propias manos. Sólo era consciente de que estaba volando a muchísima velocidad.

De manera calmada, llegan a destino. Sus ojos estaban encandilados por la luz que había en el túnel, entonces aún no lograba ver con claridad el lugar al que habían llegado. Espera unos segundos hasta que su visión mejore un poco y cuando esto sucede, alza la cabeza y lo vio. Estaba ahí. El lago con su cascada y el ruido del agua cayendo y siguiendo su curso. Se emociona al ver esto. Había viajado dentro de un túnel iluminado que tenía como única entrada una puerta circular multicolor, ubicada en medio de un camino que no conocía y no sabía cómo había llegado hasta él; agarrada de la mano de su “intención” que la guiaba hacia su maestro. Disfrutó del paisaje.

Estaba sentada al costado del lago, con los pies en el agua tan clara que se podía ver el fondo con sus rocas.

  • ¿Ya habías estado en este lugar alguna vez? – le pregunta a la mujer.

La mujer no respondió. Gi volvió a preguntar pero la mujer continuaba sin responder. Giró su cabeza y ya no estaba. Sintió pena por su ausencia. Le gustaba su compañía y sus enseñanzas. Pero sabía que tampoco debía aferrarse a las cosas, aunque sean sumamente buenas o positivas. Y la dejó ir.

  • -Tu misión, aquella que elegiste antes de encarnar en este cuerpo, fue la misma que muchos han elegido a lo largo de los años y de la existencia del hombre en la Tierra. No es un camino fácil este que estás aceptando por segunda vez, pero sí es un camino que te llenará de bendiciones y te hará sentir satisfecha. A veces te tocará sufrir los dolores del mundo, y aunque no será fácil lograrás ponerte nuevamente de pie. Muchas veces llegará el momento de llorar por las injusticias y las ingratitudes; pero que ésto no sea un obstáculo en tu camino, ya que éste está basado en la Fe a la Existencia Divina, y es ella, la FE, la que te empujará a continuar hacia adelante en esta misión de vida. El doble de veces te sentirás cansada de luchar en un mundo que no entiende y no acepta que existe un Mundo Espiritual alrededor de todos los planetas de este Universo. Querrás abandonar tu camino en centenares de oportunidades; y será ahí el momento de poner a prueba tu Fe. Algunas veces tendrás que sacrificar más y otras veces menos cosas por elegir continuar en esta senda; pero todo y absolutamente todo, al final tendrá una recompensa, aunque no es precisamente este el momento de conocerla. Para eso tendrás que esperar aún más tiempo. Tu comportamiento será evaluado por quienes juzgan en Nuestro Plano y sólo en ese instante conocerás cuál es tu premio. Pequeñas recompensas te dará el Creador a medida que vayas recorriendo tu Camino; no te será avisado con anticipación, pero sí podrás reconocerlas en cuanto vayan ocurriendo. Si llegaras a ser capaz de agradecer cada cosa buena que te suceda, para multiplicarla; Si llegaras a agradecer cada cosa que consideres negativa, para sobrepasarla y aprender de ella, sólo en ese mismo instante tu Alma crecerá un poco más y tu Misión tendrá otro punto ganado a tu favor – dijo la voz. Luego hizo un breve silencio y continuó diciendo:
  • – No permitas que la gente te lastime cuando se burlen de vos, ni cuando te digan que sos una persona diferente. Todos los seres humanos son diferentes, aunque iguales en derechos. Lo único que se puede hacer ante las personas que no sólo ignoran, sino también niegan intentar entender que existe alguien y algo más allá, es continuar para adelante. No se puede hacer nada por ellas, sólo esperar hasta que llegue “su momento”, igual como llegó el tuyo. No olvides que aunque parezca un camino difícil, podrás convertirlo en fácil si marchas por la vida con humildad, valentía y disciplina. Humildad refiere a que deberás aceptarte tal y como sos, con tus habilidades y con tus defectos. A la valentía la necesitarás para ser capaz de reconocer que hay defectos dentro tuyo, y no ponerte a llorar por ellos; de lo contrario, serías cobarde. Disciplina es tan importante como las anteriores. Necesitarás mucho de ella ya que, sin ella, se puede decir que no hay ninguna de las otras dos. La disciplina te ayudará a tener la humildad y la valentía para reconocer tus defectos y que puedas modificarlos; reconocer tus debilidades y no caer en sus tentaciones; reconocer tus habilidades y que puedas dominarlas sin hacer abuso de ellas. La disciplina facilitará tu comunicación con las demás personas, la empatía por todos los seres vivientes del Universo y el respeto por ellos. La disciplina te abrirá las puertas para que corras tras tus sueños. Toma la disciplina como una forma de vida a partir de hoy, y tendrás el camino más seguro. No más fácil, pero sí más seguro – concluyó la voz.

Esta vez, habiendo aprendido algo ya, se dio vuelta para ver. Escuchó que la voz había hablado todo el tiempo detrás suyo. Al mirar para atrás lo vio. No tenía aspecto de sabio. Ni siquiera tenía un rostro inusual como los ángeles.

¿Quién sos? – preguntó asombrada por el parecido con los hombres reales.

Parece que no me has reconocido. Ya vas a darte cuenta después de un tiempo. Pero puedo decirte, solamente, que soy quien te acompañará en tu misión en la Tierra – respondió el hombre.

Todos hablan sobre mi misión en la Tierra, pero en realidad no entiendo exactamente cuál es. ¿Eso podés decírmelo? ¿O también tengo que descubrirla? – preguntó Gi, un poco más impaciente.

Vas a tener que prestar mucha atención a nuestras charlas, hasta lograr entender mi mirada y poder comunicarnos de una manera en que no se utilicen palabras. Veo que falta mucho aún para tener la base de lo que se necesita… de lo que necesitamos para llevar esto a cabo – explicó el buen hombre.

Y… ¿Mi misión? – volvió a preguntar Gi, más ansiosa.

¡Cierto! – exclamó el hombre.- ¿Olvidé que mi amiga y compañera de camino no sabe aún cuál es su misión! – continuó dando una carcajada. – Tu misión es ser el medio de comunicación de los habitantes de distintos planos. Todos están en el mismo Universo; pero debido a que no todos los seres humanos tienen las mismas cualidades energéticas, algunos pueden comunicarse libremente y otros no son capaces de poder escuchar los mensajes de lo que ustedes llaman “el más allá”.- Concluyó el hombre.

¿Me estás queriendo decir que mediante mi persona se van a comunicar vivos con muertos y viceversa? – Preguntó ya asustada.

No estoy queriendo decirte eso. En realidad, ya te lo dije. Amiguita, déjame decirte que aceptaste tu misión hace ya un rato, de igual manera que fuiste quién la eligió antes de nacer en esta encarnación. Así que lamento decir que ya no se puede volver atrás. Ya llegaste hasta este lugar, ya conociste que hay un “más allá”, hablaste con tu “yo futuro” y cruzaste el túnel multicolor. – Explicó el hombre.

No, no. Para nada estoy rechazando la misión ni siquiera intenta volver atrás. Pero mi miedo es no saber qué hacer. En realidad no sé qué es lo que tengo que hacer, ni cómo hacerlo, ni cómo se llama usted.– dijo casi en un súplico Gi.

Fácil. Solamente deberías escucharme y aprender. Yo soy quien te ayudará a comenzar este camino y te acompañará por él hasta finalizarlo. Nos comunicaremos cada vez que sea necesario mediante meditación, introspección, canalización, prácticas espíritas o como se presente la oportunidad. Podrás venir a este lugar cada vez que lo necesites o que yo lo necesite. Por el momento, jovencita, se terminó tu tiempo de preguntas. Me iré, te irás, y mañana saldrás de tu cama con muchas dudas. Pero tu entrenamiento comienza mañana por la noche. Hasta entonces.– Concluyó el hombre sin permitirle hacer más preguntas. – Recuerdo que me dijiste que no sabes el nombre de lo que te sucede. Se llama “médium”.- Finalizó. Se colocó su túnica marrón y se esfumó.

Al ver y reflexionar acerca de todo lo sucedido, se dio cuenta de algo muy importante, aunque ya todo era importantísimo. El hombre con el que habló, su mensajero o su guía, era el mismo monje con el que estuvo en la cima de la montaña no hacía mucho tiempo.

Todo a su alrededor se torna multicolor. El viento fuerte vuelve con más fuerza que antes. Supuso que estaba dentro del túnel nuevamente. No logró ver nada más que los colores girando alrededor de su cuerpo, pero ya no sentía miedo. Sentía calor, mucho calor. Sentía la presión subir hacia su cabeza. Un zumbido en los oídos no la dejaba escuchar nada más que su propia respiración y el latido de su corazón. Todo comenzó a aturdirla. Ya no veía el camino, ni las flores, ni los pájaros, ni los árboles; ya no veía nada. No sabía dónde estaba y el viaje era más largo que cuando llegó.

Siente que está cayendo. Ve el techo de una casa y va directo hacia él. Sabe que se va a desplomar. El aire se torna pesado y casi imposible de traspasarlo. Sigue cayendo… y sigue. Y cae. Y choca. Entonces sus ojos se abren. Y pudo sentir la cama en su espalda.

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