Elián era un niño al que le encanta la naturaleza: las luna, las nubes, los árboles, y animales como los sereques, los jaguares, los búhos, las arañas, las mariposas, las iguanas y las tortugas.
Un día caminaba en el parque con sus papás y su hermanita . De pronto, encontraron algo asombroso.
“¡Una tortuguita!” dijo Elián, y todos se asombraron.
La pobrecita se veía muy sucia y débil. “¿Podemos ayudarla?” preguntó Elián. Decidieron llevarla a casa y ayudarla.
Después de quitarle el lodo, la pusieron en un recipiente. Tenía agua limpia, una piedra agradable y mucha verdura fresca, pero no quería comer.
Todos estaban preocupados. “¿Mamá, papá, pueden buscar qué comen estas tortugas, por favor?” pidió Elián.
Sus papás investigaron y se dieron cuenta que habían rescatado una tortuga mojina.
“Las tortugas mojinas comen bichos y un poco de verdura” leyeron sus papás en un gran libro acerca de los reptiles. Elián estaba emocionado.
El niño y su familia fueron a comprar bichos para comida de tortugas en un acuario.
Al llegar a casa, abrieron el botecito. Dentro había gusanos que comían harina y avena.
Elián tuvo un poco de miedo, nunca había visto tantos gusanitos juntos. Pero se acordó que eran comida para la tortuga y que no le iban a hacer nada. Así que se armó de valor y tomó un gusanito con sus dedos. Lo puso cerca de la tortuguita mojina.
Todos estaban en silencio. La tortuguita abrió los ojos y corrió hacia el gusanito. ¡Se lo comió como si fuera un fideo!
Toda la familia se puso muy contenta y felicitaron a Elián por ser un niño valiente y observador.
La tortuga comió unos cuantos gusanitos más, y ya que se había repuesto, devoró unas hojas, unos trocitos de zanahoria y otros de manzana, y se zambulló para nadar plácidamente.
Gracias a Elián y a su familia, la tortuga se puso grande y sana, y ahora vive feliz y tranquila. Elián y su hermanita también crecieron y cada vez fueron más valientes y atentos.
FIN
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