El Principiante 2

El Principiante 2

Lafh Hdde

11/10/2019

I

Era la graduación de los estudiantes de carrera técnica en música. Ya dieron los títulos, ya aplaudieron, ya todo. Ahora el director de la universidad daría un discurso final. Tomó el micrófono y se puso en el estrado:

    • Pues esta es una fecha muy importante para mí, chicos: la fecha en que por fin puedo descansar. No se imaginan lo duros que fueron estos meses que he dirigido la escuela ¿Y hacia dónde la he dirigido? Yo diría que ni la más remota idea, si la escuela permanece inmóvil.

Según él ahí terminaba su discurso, pero los estudiantes lo miraron fijamente, sin aplaudir. Tuvo que proseguir.

    • Veo que algunos de ustedes no están de acuerdo con eso, seguro muchos estudiaron astronomía [ríe nerviosamente] saben que la tierra se mueve y con ella… uf. ¡Una de las tantas cosas que aprendí en secundaria! Como les decía. Ustedes, que ya están formados en música, con un nivel técnico, deben ahora conseguir un trabajo y echarle ganitas, para que puedan encontrar un buen puesto en alguna empresa, o academia, si tienen suerte. Así que échenle ánimo y tengan buen viaje.

    Ahora sí aplaudieron. Juan, por su parte, pasó al estrado para dar su discurso en respuesta al director.

      • Señor director. Con todo respeto, yo creo que su discurso es errado: si hemos estudiado música no es para ser simples empleados, sino para lograr nuestros sueños.
  • Todos los alumnos, profesores y conserjes estaban anonadados. El director, quien se sacó un poco de sus casillas, no supo cómo refutaría ese filosofema que, en hipotéticas palabras del maestro de guitarra de Juan, es virginal y amateur; en principio porque no sabía si lo iba a refutar. Pero dicho maestro decidió tomar la palabra:
      • -[riendo] Espere, director. Yo le digo [sube al estrado] Juan ¿En qué cabezota mugrienta caben semejantes ideas? Expón ante todos el cómo planeas exactamente vivir del rock.
        -Bueno. Yo planeo vivir tocando en bares.
  • El maestro se rió.

–No se burle ¿Cuánto pueden pagarme? Trescientos o doscientos pesos por tocada es más de lo que gana cualquier persona en un trabajo ordinario de ocho horas.

El maestro seguía riéndose, pero por fin dijo:

Mira Juan: los bares… No, ya sé ¿Por qué no vas a calarte, a ver cuánto sacas? Te doy una semana exactamente para que vayas a buscar trabajo a esos lugares.

Todo mundo se entusiasmó por el reto, que Juan aceptó confiadamente.

II

Juan seguía sintiendo tristeza y, además, se preocupaba casi obsesivamente de que algo fuese a salir mal. La idea del suicidio era un pensamiento cada día más recurrente que debía afrontar únicamente con rock. Comenzó a despertarse en las madrugadas, todo tenso y preocupándose eventualmente de que pudiera estar enfermo. Todas estas condiciones le impedían desenvolverse socialmente y hablar con las demás personas, dos cosas que necesitaba. Por el momento tenía a su pandilla:

Pablo, baterista, dieciocho años. En la primera parte del libro acompañó a Juan.

Joaquín, Guitarrista, veintiún años. Él también solía ir al Bretón, pero hace poco se unió a nuestros héroes.

Jocelyn, bajista, diecisiete años. Conoció a Juan en el hospital cuando éste trató de ahorcarse, pues ella tiene una enfermedad grave, aún desconocida.

Claro que te ayudo Juan – afirmó Joaquín -. – También yo – dijo Jocelyn -. – Genial chicos. [mueve las manos pérfidamente] Hay que demostrarle al profe Gerardo que sí se puede vivir del rock metal. -Excelente -. ¿A dónde vamos primero? – preguntó Jocelyn – Pensé en ir primero al Bretón – dijo Juan y enseguida exclamó Joaquín: – ¡Ay sí! Ahí trabaja una recepcionista bien mamacita [hace un gesto un poco lascivo] Reina. – Ya sé. – Pero siempre que vamos – replicó tristemente Juan – lo único que hacemos es verle las bubis. ¡Nunca nos atrevemos a hablarle! – Hasta ahora. – dijo Joaquín firmemente decidido. – Wow – exclamaron sorprendidos los otros – Bravo – comentó Pablo aplaudiendo – ya era hora de que alguien se atreviera [mira irónicamente a Juan], no como una persona que se pasó de pretencioso con su solo… – Cállate – ordenó avergonzado Juan – A ver, – pidió Jocelyn – cuéntanos.

Después de explicar cómo Juan se ridiculizó en dos ocasiones ante la muy sexualizada mujer, emprendieron camino al Bretón.

III

Llegaron al bar. La recepcionista se encontraba a la entrada del negocio haciendo su trabajo. Claro que eso no era lo que le provocó nerviosismo a Joaquín, sino sus imponentes ya saben qué: comenzó a pensar (Diablos. Es demasiado hermosa, de seguro ya tiene novio… ¡Y pensará que sólo la quiero por sus senos, lo cual de momento es cierto! Entonces creerá que soy un pervertido y me rechazará ferozmente… Pero ya estoy aquí, me la pelo).

Y valientemente se acercó a la recepcionista a saludarla, lo cual sus compañeros admiraron, temerosos del rechazo que con toda seguridad padecería nuestro heroico Joaquín.

    • Pues – dijo Juan – esperemos que a nosotros nos vaya bien. –

Así entraron nuestros héroes al bar, en busca del dueño para pedir tocada.

IV

Iban saliendo del bar. Terminaron su intento de conseguir tocada, sin éxito.

Rayos – lamentó Juan – ¿Cómo pudo salir tan mal la cosa? – [sarcástica] No lo sé. [mira molesta a Pablo] Creo que si a cierta persona no se le hubiera ocurrido decir “Ay, el que es cotorro donde quiera es verde1 – Te pasas de lanza pinche Pablo. – Uy. Nomás por una frasecilla que dije. – También dijiste “muchos nos la vienen wanga2” – Y también le guiñaste pretenciosamente el ojo a una de sus meseras – Ya lo dice el señor Manuel Klarick “Lo que hagas con seguridad e intención no puede ser error” – [Le da un manotazo ligero en la nuca] ¡Ay Pablo! Tú y tus “Siete claves para tener éxito en el mundo de las finanzas”- Bueno ya. Esto es injusto ¿Qué quieren; que diga que por mi culpa fracasamos? – [al unísono] ¡Sí! – (Diablos. La oratoria del señor Klarick no está funcionando) Bueno pues [resignado] Admito que no debí decir que otros músicos nos la vienen wanga; no debí decir que somos muy buenos, aún menos con esa frase del cotorro; y admito que no estuvo bien guiñarle el ojo a esa mesera para así aparentar seguridad ante el dueño. – Te faltó decir que… – Sí si si Ya. No me digan. No debí expresarme con ese lenguaje vulgar. –

El dueño del bar, quien apareció sin que lo notaran, escuchó las disculpas de Pablo a sus colegas y habló:

Me alegra que lo entiendas –

Se asustaron por la sorpresiva irrupción del dueño.

  • Yo lo sé, están empezando. He visto a muchos como ustedes cagarla de peores formas. –

Los chicos se esperanzaron. Juan habló: – Muchas gracias señor. ¿Entonces tenemos una segunda oportunidad? – No. – [Desilusión] – Sólo vine a decirles que le echen muchas ganas [se retira] -.

  • Maldición – Sí. Ya ni para qué soñar. – Vamos por Joaquín. – ¿Pero dónde andará? –

Caminaron un poco por la acera, en busca de su colega para compartir las desdichas de la noche… Pero vaya sorpresa cuando lo vieron en un rincón: estaba besándose con la recepcionista. Se despidió de la dama, quien regresó a su puesto de trabajo. Se le veía de muy buen semblante. Los chicos no creían lo que hubieron presenciado.

  • ¿Pero cómo lo hiciste? – [saca su celular, escudriña un poco y lo enseña] -.
  • ¡Obtuviste el número de la recepcionista chichona! – Diana, [un poco molesto] por favor Pablo. – Perdón. DIANA. Obtuviste el número de Diana ¡la recepcionista chichona! – ( ta madre3) – Pero si ustedes los hombres son bien brutos, de veras ¡No lo vieron, que la estaba besando apasionadamente! [le da a Joaquín una fuerte palmada] Felicidades bato. – Gracias gracias. Es un gran logro para mí: pensaba que era una chica superficial, cuyas dotes carnales le quitaban casi todo a sus capacidades intelectuales. Terminé dándome cuenta de que, efectivamente, así es [sonríe gayamente] ¡Superficiales son las que me sulivellan! ¿Y qué, sí salió toquín? – Ehhhh… –
  • Quedó perfectamente claro que no todos los sueños se cumplieron esa noche.

1 «verde» en este dicho significa «bueno». Es un mexicanismo

2 «Nos la vienen wanga» es otro mexicanismo. Quiere decir «no estan a nuestra altura»

3 Puta madre


V

La noche siguiente fueron a un bar feminista llamado “El Segundo Sexo”: Juan supo que en ese lugar hacían un concurso de bandas y esa noche iba a tener lugar uno.

Fueron al dicho bar y se reunieron a la entrada. Todos menos Joaquín.

  • ¿Alguien ha visto a ese bato? –

Suena el celular de Juan y este contesta: – [música disco de fondo] Ese mi Juan – Pinche Joaquín ¿Dónde andas? – Perdona we. Es que no tenía saldo. – Bato, pues ya vamos a tocar. Estamos aquí esperándote. – Lo siento. No voy a ir. – ¿Cómo que no vas a venir? – Es que Diana me invitó a salir. Precisamente hoy descansa. Andamos acá en el Américas. – [enojado] Hijo de la chingada. Hubieras avisado antes. –

Colgó

¿Qué pasó? – Joaquín no va a venir – ¿Por qué? – Porque está divirtiéndose con su nueva novia en el bar Américas. – [con disgusto] Mmm no. Pinches hombres, no valen caca. No pueden tener novia sin dejar abajo lo demás. – Bueno, tratándose de la recepcionista chichona. – ¡Pablo! – ¿Qué? – Se llama Diana, menso. – Como sea. El caso es que por como se llame yo sí faltaría a un toquín. – Bueno pues, ya estamos aquí. Ahora tenemos que rifarla sin él. –

Entraron al sitio, era más que un simple bar. Se veía muy bien construido y bastante amplio. Tenía restaurante y café, y en las paredes había cuadros de Simone de Beauvoir. Al fondo un escenario muy bonito donde se hallaba una banda concursando. Buscaron a la encargada para inscribirse.


Al final subió al escenario un presentador:

[entusiasmado] Y bien, los ganadores del premio… [miradas desaprovatorias del público] Perdón. Los y las ganadoras del premio… [volvieron esas miradas] Uy, cierto: las damas primero. Las y los ganadores del premio… [otra vez las miradas. Una voz grita “machista”] Ash. [resignado y desganado] “las y los GANADORAS del premio” ¿Está bien? [ahora sí asintieron] Bien [otra vez entusiasmado] Las y los ganadoras del premio son: Los Camorristas [aplausos]. –

Genial chicos – habló Juan – Ganamos – Sí – comentó Pablo – muy a pesar del nombre de norteño que nos pusiste. – Pos no teníamos nombre, debía improvisar algo… – Ya pues – dijo Jocelyn – hay que recoger nuestro premio. –

Subieron al escenario, recogieron su premio: un reconocimiento «Simone Weil» a la mejor banda y cinco mil pesos en efectivo. Los llenaron de aplausos. Sólo una voz proveniente de un grupillo de pseudo-feministas diecisiete añeras dijo: – Son dos hombres, eso no es justo. –

Uy – dijo Pablo al grupo – vayámonos de aquí – Sí – añadió Jocelyn – no vaya a ser que las feminazis se nos dejen venir. –

Se dirigieron tranquilamente a la salida. Ahí habría terminado para nuestros heroes, de no ser porque la líder del grupillo reconoció a Juan:

Oigan, [señala a Juan] ese es el mente puerca ex novio de Mireya. –¡Tú eres su amiga la doliente! – exclamó sorprendido – ¿Cómo te atreves? – No te hagas: sabes bien que planeabas romperle el corazón a mi amiga ¡después de diez meses! – Fue ella quien terminó conmigo. – Porque había un triángulo amoroso. – Sí: con su mejor amigo de la preparatoria. – ¿Te acuestas con hombres? – Ash. Claro que no… Es que… – Vámonos, Juan, – le dijo Jocelyn – no vale la pena. –

Ya se iban a retirar, pero la primera secuaz de la doliente se interpuso en el paso y profirió un insulto contra Juan. – Oye, no me digas eso – Machista – espetó la primera – yo tengo derecho de expresarme libremente y andar donde yo quiera. Por lo tanto está bien. – Morra idiota – dijo Jocelyn con indignación – ponte conmigo a ver si muy hembra. –

La segunda secuaz le lanzó a Juan un limón en el ojo, lo cual obviamente lo lastimó. Jocelyn estaba ya encolerizada, y estuvo a punto de abalanzarse contra ella, pero Pablo decidió hacerse cargo:

Oye Eso no está bien ¿Con qué derecho le lanzas ese limón? – Machista – espetó la segunda – Tengo derecho de hacer con mi cuerpo lo que quiera sin que nadie me lo impida, lo cual sería agresión. Yo le lancé ese limón con mi mano, que pertenece a mi cuerpo. Por lo tanto está bien. – Yo tengo derecho – dijo una tercera chica – de hacer con mi cuerpo lo que quiera libremente, y estoy libre mañana por la tarde [mirando a Pablo] ¿Me ayudarías a ejercer mi derecho, guapo? – Oye [entusiasmado] ¡Claro que te ayudo, muñeca! – ¿Lo ven, amiguis? – habló la doliente a sus dos secuaces – Esto prueba que todos los hombres son unos patanes cerdos. – ¿O sea que tu papá – replicó la tercera – es un patán cerdo? – [con vergüenza] Bueno, mi papi no. Pero los demás sí son cerdos. – ¿Dices que tu primo – preguntó la secuaz segunda – sí es un cerdo? ¡Yo que anduve con él! – Ash. Lo que son mi papi, mis tíos, hermanos, primos, sobrinos y, en general, mi linaje; todos esos son realmente buenos. De ahí en más TODOS, y sin excepción, son unos degenerados. – [ofendida la primera] ¿Insinúas que mi papá sí es un cerdo? – ¿Y el mío…? –

Las feministas inmaduras se pelearon con su líder mientras nuestros héroes contemplaban, gustosamente. – Esto sí está bueno – comentó Jocelyn, ya calmada y entre risas– Demuestra que es cierto el dicho que dice “el feminismo se destruye a sí mismo” – No seas boba – dijo Pablo – Es obvio que ese bombón no viene con ellas, ni tampoco es feminazi ¡Es el feminismo destruido por una mujer! – Pues lo que sea, – dijo Juan sobándose el ojo – hay que irnos ya, para repartir el dinero. Si tienes que ir a pedirle el número a tu chica, ve ya. –

Y Pablo fue con la chica a por su número para que pudieran irse y terminar la bella pero emocionante noche.


VI

Al día siguiente se reunieron los cuatro afuera de la catedral para discutir a qué bar irían y, posteriormente, dar marcha.

  • Cabrón – regañó Juan – no vuelvas a faltar así. – Ya pues. – Sí – agregó Pablo – avisar no te cuesta. – Ahora vamos a buscar un barecillo. me dijeron que cerca del Bretón hay uno donde va mucha gente a pasar la noche. –

Se dirigieron por una acera hacia el oeste, bajaron rumbo a una avenida. Una cuadra antes de dicha avenida estaba la calle Aguafria. Se veía bastante oscura y maliantosa. Estaban varias mujeres paradas a lo largo de la acera de dicha calle, vestidas con ropas ajustadas, muy maquilladas.

Es por aquí, calle Aguafria. –

Una mujer le dijo a Pablo – Hola guapo ¿No quieres pasarla bien? – Eh… no gracias, ya tengo novia [al grupo] qué mujeres estas tan urgidas. – No seas bruto – aseguró Joaquín – es obvio que te quieren vender algo. La otra vez vi cómo hasta se le acercó a un conductor. – Yo también lo he visto – comentó Jocelyn – y me parece que son demasiado penosas porque ni siquiera enseñan la mercancía que venden. Hasta se tienen que subir a los carros de los clientes e irse lejos. Sabe qué venderán. –

Se acercaron a una puerta con luz morada, custodiada por un sujeto panzón sentado.

Disculpe señor – preguntó Juan al panzón – ¿Sabe dónde queda el bar “Le Cato Naso”? – ¿Le Cato Naso? No. Aquí es El Taconazo. – [a los chicos] ¿Qué les parece? -No sé – dijo Jocelyn – no se ve familiar. – [al panzón] Está bien. – ¿Tienen sus identificaciones? – Sí las tenemos. –

Jocelyn, a pesar de tener diecisiete, tenía ya la mayoría de edad, pues sus padres murieron cuando ella tenía doce y no había ningún pariente conocido, así que un juez le concedió el derecho a ser considerada adulta. Total que nuestros héroes entraron sin ningún problema.

Adentro había una música de antro bastante fuerte.

  • ¿Lo ves Jocelyn? [señala a un anciano sentado en la barra con dos mujeres jóvenes] Este lugar es bastante familiar: ese señor trajo a sus sobrinas. – ¿Pero por qué visten como las de afuera? – A lo mejor también son vendedoras. Sería buena idea que aproveches para ir a preguntarles qué es lo que venden y por qué les da pena mostrar su mercancía. – No. Mejor vayamos directamente a pedir tocada. – Oigan – dijo Pablo, observando a un sujeto de una mesa – ese tipo está respirando bicarbonato de sodio. – Ha de tener la nariz tapada, ya ves que el bicarbonato desinfecta. – Pero mi mamá me dijo que se debían hacer gárgaras. Voy a llevarle un vaso de agua. [va por el agua] –

Los chicos fueron a buscar al dueño y le pidieron tocada:

Pues bien, chicos ¿Qué tocan? – Tocamos rock – dijo Juan – Mmmmm. No ¿Tocan algo del Piporro? – No – ¿Pepe Aguilar? – No – ¿cumbias? – Pues nos sabemos algunas. – Perfecto. Échense unas. – ¿Y cuánto nos va a pagar? – si se las echan bien, un quinientón para cada quien. –

Los chicos se emocionaron. Pablo regresó un poco alegre.

  • ¿Qué pasó con el enfermo? – Se enojó porque le llevé agua. – Ay, pero qué loco. – Ya sé. Pero no era bicarbonato de sodio, ahora entiendo todo. – ¿Qué era? – ¡Es refresco en polvo! Me dijo que era coca. – A huevo ¿Dónde la venden? – Una de las que están afuera mal vestidas la vende, pero creo que no quiere que sepa su patrón porque luego la regaña. – Ah, ya. Pues vamos a tocar. – ¿Cuánto pagan? – Quinientos. – ¡A huevo! –

Los chicos tocaron una cumbia. Pero, como lo que practicaron es rock, tuvieron varias equivocaciones y sonó mal tocada. Al finalizarla se decepcionaron de sí mismos.

  • Chale – dijo Joaquín – A ver si nos quieren pagar así – No creo – comentó Jocelyn – tocamos muy mal la cumbia. –

Pero el público les aplaudió y todos alabaron aquella música mal tocada. El dueño del bar se les acercó y les dijo:

Chavos, ustedes tocan mejor que todos los que hemos tenido aquí. Vénganse cada semana y le pago doscientos a cada uno. – No sé – negoció Juan – los taxis cuestan. – Quinientos más los taxis. – Hecho. – Bien, tóquense una hora de canciones y les doy su quinientón. –

VII

Al día siguiente por la tarde se reunieron Jocelyn y Juan. Esta vez no vinieron Joaquín ni Pablo.

  • Pinches hombres – dijo Jocelyn – Nunca pueden porque están ocupados con sus novias. – Ya sé – dijo Juan tristemente – los que tienen. – Ay no te pongas sentimental. Sí tuviste una. – Pero me mandó por un tubo. – ¿Y eso qué? Yo jamás he tenido un novio ¿Me has visto chillando? – No, pero me gustaría sentirme querido. – Yo sí te quiero [lo abraza] eres un pinche llorón. ¿A dónde vamos a ir? – No sé, si vamos solos tal vez no suene. – Na. Sí suena. –

Fueron a un restaurant bar, que escucharon decir, llamado “Anar-punk”. Cuando llegaron al lugar vieron sólo una fachada descuidada y sucia. Un señor que estaba sentado afuera contemplaba la fachada.

  • Oiga señor ¿Sabe por qué cerraron este bar? – [irónico] Los muy mensos dueños eran de ideas ultra izquierdistas ¿Ven que en el logo hay un triángulo al revés? – Sí – Ja: contrataron a dos barrenderos de segunda y a un licenciado en administración de negocios. Al licenciado lo pusieron a barrer y a los barrenderos a administrar, dizque “para rebajar a la burguesía y ensalzar a los proletarios”. Los barrenderos no tenían ni idea de cómo administrar un negocio ¿Pero a quién le importa cuando puedes tomar del dinero y llevártelo a tu casa, al fin y al cabo eres administrador? ¡Estúpidos comunistas! –

El sujeto se rio locamente y los dos jóvenes se retiraron de ahí.

  • Vaya ese sujeto. – Sí, por un momento pensé que estaba borracho… [Se desmaya] –
  • Jocelyn ¿Qué tienes? [Se empieza a preocupar] ¡Jocelyn! ¡Ayuda!

VIII

Despertó Jocelyn en un cuarto de hospital. Juan estaba sentado junto a su cama

  • Jocelyn [la abraza llorando] ¡Qué bueno que despiertas! – [con dificultad para hablar] Juan ¿Me voy a morir? – Yo espero que no. El doctor dijo que tienes una enfermedad terminal, mas no dijo que fuera mortal. – Gracias al cielo. –

Entraron Pablo y Joaquín acompañados de sus novias.

  • Hola Jocelyn – saludaron – Hola chicos. Ya veo que andan de mandilones. – Eso no es verdad – aseveró Pablo – [a su novia] ¿O tú sí lo piensas? [ella niega con un movimiento de cabeza] ¿Ya ves? Dijo que no. – Chicos ¿Podrían dejarme sola con Juan unos minutos? – Claro que sí [se salen todos menos Juan] – Oye Juan – ¿Sí? – [nerviosa] Quería pedirte un favor. – Lo que quieras. – Es que yo nunca he besado a un chico. – Ajá. – Y pos quería que me ayudaras. – Claro ¿Quieres que le diga a un chico que si te besa? – No tarado. Quería que me besaras tú. – Ah, ya. Pues si quieres. –

Entonces Juan besó a Jocelyn dulcemente. Jocelyn agradeció a su amigo del alma y entonces entró un médico con un expediente.

  • ¿Jocelyn Coronado? – Sí – Hola. Soy el doctor González. Te traigo buenas y malas noticias. – Diga. – La buena es que ya sabemos exactamente cuándo vas a morir. – [Molesta con el doctor, se sorprende] ¡Ay dios! – La mala es que por desgracia no tienes ni tres semanas. – [Llorando] ¿Cuánto le queda entonces? – Un mes. – [Sintiéndose mal y casi en pánico] Ay, doctor. Creo que no me queda tanto: se me están paralizando las manos y me hormiguea el pecho. – [Asustado] ¡Jocelyn! Eso mismo es lo que yo siento por las madrugadas cuando me despierto. -Juan, tengo miedo. No me dejes. – [Espetando] Óyeme muchacha. Eso no puede ser. Tienes cáncer de pelo, lo cuál te ataca el cuero cabelludo y provoca una muerte lenta y dolorosa. ¡No puedes sentir parálisis ni hormigueo! – Pero los siento, doctor. – [En tono irritante de médico de hospital público] Ay no. Si no te apegas a los síntomas de tu enfermedad yo no te puedo ayudar. Hay mucha gente en el Imss que necesita apoyo y tú me sales con caprichos… – [Indignado] No será que tú te estás equivocando de diagnóstico. – [Soberbio] Claro que no, muchacho. El Imss es profesional y no cometemos errores. Mira [lee el expediente] Esther Jocelyn Coronado Díaz; sangre O positivo; Cáncer de pelo; sesenta y cinco años. ¿Ves? Ningún error. [Medita un momento] Esperen. [Sale presurosamente de la recámara].

IX

Están el doctor González y un médico adjunto con nuestros héroes, corrigiendo la equivocación de hace un momento.

  • [Molesto] Es que no me explico cómo es posible que no te hayas percatado del error en tu expediente, González ¡El cáncer de pelo no existe! – Perdón, jefe. Pero no veo por qué no puede haber cáncer de pelo, si yo aprendí en la facultad de patología homeopática que cualquier órgano es propenso al cáncer. – Ay ya. [A los chicos] Disculpen la estupidez de mi subordinado. [Al médico] Lee el expediente corregido. – Bien. Aquí dice < Yo no sé nada de medicina, tú sí. Invéntate algo que explique los síntomas de la chica. Atentamente Lafh Hdde, el escritor del cuento> – [Suspiro de impaciencia] Mira, lo que en realidad padeces se llama ansiedad. Eso no lo tratamos aquí. Tienes que ir a Salme1 para checar eso. – ¿Entonces no morirá? – Claro que no. –

Juan y Jocelyn se sentían aliviados y felices.

  • Gracias señor doctor. – No te preocupes. Podrás pasar mucho más tiempo junto a tu novia. Vámonos Gonzales.[Se retiran] – Jocelyn. Me alegra mucho que no te mueras y podamos seguir siendo amigos. – [Chiveada] Pues a mí la idea del señor doctor, de que sea tu novia, no me parece mala. –

1 Salme Hospital de salud mental ubicado en Zapopan-Jalisco.


EPÍLOGO

Queridos lectores. Ahora que el señor Lafh ha narrado mi historia, me toca a mí contar las reflexiones finales.

Cuando Jocelyn y yo decidimos ser pareja nos fuimos a vivir juntos. Poco a poco montamos un negocio de café, pero lo tuvimos que pintar de otro color porque no combinaba con los demás locales.

Sí, la música ha estado con nosotros siempre. Desde que Joaquín y Pablo ya no vienen a la banda decidimos tocar nosotros dos solitos, presentándonos con diversos nombres: Simphony of Destruction, Labios Rotos, The Jazz Missionarys, Trío nostalgia. Hemos formado un hogar cálido, pero el termostato lo soluciona sin problemas. Así duramos varios años, en la más hermosa de las felicidades, hasta que un día decidimos casarnos.

Es curioso, porque yo deseaba ser famoso, forrado en dinero y rodeado de las más sensuales mujeres; en lugar de eso obtuve un negocio, una esposa que me ama y un hogar firmemente establecido. Espero de todo corazón que hayan disfrutado mucho de leer mi historia de juventud, de cómo intenté conseguir manzanas y obtuve camotes. La moraleja de este cuento no es simple, debido a que, en principio, no la hay. Si esperaban recibir una enseñanza han venido al lugar equivocado.

Bueno. Los dejo. Tengan un excelente día.

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