Todo penumbra, negro, sumamente oscuro. Solo logra oír grandes cadenas de puro metal caer contra el suelo, produciendo esa ola de sonido que se expande por todo el lugar hasta hacerle daño en los tímpanos. Ni siquiera siente sus propios pies sobre el frío suelo, o sus manos, brazos o piernas, aunque los oye moverse, tratando de levantarse. Está débil y vuelve a caer de espaldas. Sigue sin poder ver absolutamente nada, ni sentir las extremidades de su cuerpo. Pero empezó a sentir una horrible presión en la cabeza, clara señal que había «algo» más en el lugar, acercándose cada vez más a él. Quiso mover su cuerpo, pero ya ni podía hacerlo, estaba completamente paralizado. Jamás sintió verdadero miedo en su vida, pero aquella presencia…Le hizo palidecer y empezar a temblar, tratando de mover algo más que sus ojos, que miraban de un lado a otro como locos.

Jim oyó unas pisadas a lado suyo y sin ver nada todavía, solo sintió frente suyo ahora una respiración, y unos dedos, fríos cuan hielo, recorrer su mejilla hasta por debajo del mentón. Antes de perder completamente la consciencia, solo oyó alrededor suyo en forma de echo, cánticos que solo decían «Oh Death» «Oh Death». Acaso la presencia que estaba frente suyo era la Muerte? Si es así…Heh, le dieron ganas de reír. Siempre había querido conocerla en persona.

Se estremeció cuando esas manos tan frías, tomaron su rostro, haciendo presión contra él, y escuchó finalmente decir a la Muerte con voz extraña de mujer, la misma que cantaba en la lejanía.

«Cuantas veces voy a perdonarte?»

«Las veces que sean necesarias…» Quiso decir Moriarty, totalmente hipnotizado por el cántico y la voz de la mujer. Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero cuando una oleada de frío como el hielo se expandía por sus brazos, al mismo tiempo que las manos de aquella mujer lo hacían, rozando las suyas, y después la sintió empezar a tocar su torso desnudo. Quiso apartar esas manos traviesas de él, pero todavía se sentía inmóvil, sin control sobre su cuerpo. Del ardiente frío los brazos le empezaban a doler, igual que su pecho, y esa sensación rápidamente aquella desagradable sensación bajó por su cuerpo entero, cubriéndolo y haciéndolo tiritar inconscientemente del frío.

«No saben si abriré las puertas del cielo o el infierno…Nadie lo sabe» Volvió a oír de la mujer, que se encontraba al parecer muy cerca suyo.

«Justiciera…Donde estoy?» Logró articular el hombre congelado, tumbado en el suelo.

«En tu juicio, James Moriarty…»

El mencionado tragó saliva, no entendía por qué ahora se encontraba tan nervioso, nunca lo fue, quizá porque su mente no trabajaba muy bien ahora mismo con el paralizante helaje.

«Sientes eso? Es el frío de mi, la Naturaleza, la Muerte» Jim esta vez la oyó susurrándole al oído, pero con esa voz, ya no le daba miedo, es más, le relajaba bastante…

«Quiero ver tu rostro…»

«Pero cariño, ya lo estás viendo» Pero el criminal solamente veía nada más que negrura total, ni una pizca de luz, sumido en las entrañas de la oscuridad. «Así es…Yo estoy en todas partes, yo soy…Inevitable»

Moriarty se estremeció fuertemente al oír en su cabeza varios gritos desgarradores, penetrando sus tímpanos, lloriqueos inhumanos, de hombres, mujeres, niños, todos a la vez lo empezaban a enloquecer. Podía sentir su dolor, su sufrimiento que envenenaba sus vidas. Su corazón se aceleraba más, le dolía la cabeza al sentir tantas emociones a la vez, y aun no podía moverse, todas esas almas desamparadas agarrando cada extremidad, pegándolo al suelo, hundiéndolo a él.

«Q-que es esto?!»

«Siempre sentirás su dolor. Tendrás el poder de silenciar su sufrimiento, ellos te seguirán, cada vez que toques a uno, él irá tras tuyo, siempre…»

El criminal quiso entender lo que la mujer decía en la oscuridad, pero los llantos y gritos ensordecían sus oídos. Sin embargo, la mujer seguía hablando como si no le importara en lo más mínimo que sufriera así.

«Podrás abrir las puertas del infierno y el cielo, puedes apiadarte de su alma o llevártela como trofeo…Serás como yo: Inmortal.»

«Porqué a mi..? Porqué me elegiste a mi..?» Preguntó Jim con mucho esfuerzo, cada vez le costaba más hablar, o siquiera respirar, esos seres que sufrían por toda la eternidad lo ahogaban lentamente.

«Porque eres mi hijo…» Respondió la mujer, arrodillándose a su lado, y Moriarty pudo sentir su frío aliento al sentir esos helados labios besar su mejilla. Ahora él dio un grito desgarrador, expandiéndose por todo ese vacío, oyendo más susurros, secretos y hechos que solo la Muerte puede saber y contar; sintió más rasguños cubrir su cuerpo, la sangre negra correr por sus venas, sumiendo su mente a la de ese ser superior, dejando que juegue con sus recuerdos, modificándolos, borrándolos, haciendo un desorden mental en ellos, hasta que…Finalmente sintió su corazón explotar dentro suyo, deteniéndose, por fin estando en paz, sin voces, sin dolor, sin esa mujer que decía ser la misma Muerte, por fin estaba solo…Podía descansar.

***

Un choque eléctrico le recorrió el cuerpo entero, activando sus cinco sentidos al máximo, sus órganos volvían a funcionar, su corazón de golpe volvía a latir rápidamente, su sangre recorría de nuevo sus venas, sus pulmones recibieron oxígeno, sus ojos se abrieron de repente al mismo tiempo que daba un fuerte respingo. Sus globos oculares pasearon de aquí a allá, no viendo otra vez más que una oscuridad perpetua, no quería más aquello, quería ver la luz, sentirse vivo…Vivo…El pelinegro finalmente pudo mover su cabeza, mover sus manos, su cuerpo, era libre de cualquier sometimiento, pero al explorar un poco en donde se encontraba, reparó que estaba encerrado, en una clase de compartimento metálico, alargado especialmente a la altura promedio de una persona. Se sentía frío, quería salir de allí, probar que no estaba soñando, pero la palabra seguía rebosando en su cabeza: «Vivo…»

Se sentía como un recién nacido, ese indescriptible sentimiento de volver a nacer, se sintió como una persona completamente diferente, no sentía ser…James Moriarty, sino alguien más, alguien nuevo…
Oyó a lo lejos pisadas distantes, se acercaban más y más, pero no se detuvieron detrás de él, sino al lado, duró varios minutos antes de que vuelva a escucharlas alejarse de él. Moriarty por el creciente frío donde estaba reparó que no tenía ropa alguna, y sentía que se volvía a asfixiar ahí dentro, así que alzó las manos al techo, para intentar mover su cuerpo y así abrir el compartimento. Los primeros intentos no funcionaron, pero al quinto con más fuerza logró abrir la puerta lo suficiente para lograr sacar sus pálidos dedos y empujar mas, para que al menos le dé un poco de aire y respirar. Sus ojos se cerraron casi al golpe cuando una intensa luz blanca le cegó los ojos. Usó una de sus manos como vísera y volvió a empujar con la mano para sacar más el compartimento y poder sentarse para ver donde estaba.

Su corazón se detuvo unos segundos por la gran impresión que tenía, al ver que estaba en la sala de almacenamiento de cadáveres de una morgue. Acaso el tiempo que estuvo con esa mujer lo habían tomado por muerto y lo trajeron aquí? Con razón estaba congelado…Estaba en un enorme refrigerador para evitar la descomposición. Debía salir de allí ahora…
Salió como pudo de su compartimento y miró alrededor alarmado, debía primero buscar ropa, pero no sabía a donde ir. Cerró su compuerta para evitar sospechas y una posible alarma, y sin otra vergonzosa alternativa, empezó a caminar lento por la cámara a la salida, para buscar algún tipo de cuarto para empleados y ponerse ropa. Sus pasos se sentían diferentes, el vértigo le azotó la cabeza y tuvo que apoyarse en una pared para no caer. Sentía sus manos entumecidas por el frío, Jim no se sentía el mismo de antes.

Puerta tras puerta trató abrir, pero no le funcionaba nada, y para volverse e intentar con otra, su corazón le dio un enorme vuelco al ver un grupo de trabajadores justo frente a él por la ventana, pero le estaban dando la espalda mientras conversaban, si alguno se volteara y lo viera, todo el establecimiento pegaría el grito en el cielo.
Empezando a acalorarse de los puros nervios y las manos temblando, el corazón martilleándole contra el pecho, el criminal trató de abrir la puerta que tenía, le mataba la presencia de personas que lo podrían descubrir en cualquier momento, y girando el picaporte con más fuerza, pero provocándole un severo dolor de muñeca por el frío, logró entrar al cuarto, que por milagro estaba vacío.
Incluso respirando agitado por el nerviosismo de antes, Moriarty se quedó pegado a la puerta por un buen rato, antes de calmarse y poner seguro a la puerta para que nadie la abra. Miró alrededor y al instante supo que había llegado a la habitación correcta: El vestidor.

Avanzó sin pena ni gloria por los casilleros, buscando algo que le pudiese ser útil y vestirse con él, pero la gran mayoría estaban cerrados con candado, y los que no, estaban vacíos. Lanzando una maldición y golpeando la puerta de uno, Jim giró su mirada a la derecha, solamente le quedaba un casillero por buscar que no tuviera candado. Frunciendo los labios y teniendo una mínima pizca de esperanza, abrió el casillero y dejó escapar un suspiro de alivio. Colgado de un gancho se hallaba un traje de negro, con zapatos y todo, excepto medias y obviamente, ropa interior. Pero para él, eso era lo de menos, al menos tenía ropa con la cual pasar un poco desapercibido, no todo desnudo entre los pasillos. No perdió mas tiempo y se vistió con lo que tenía allí, los pantalones, la camisa, corbata y el blazer con los zapatos. Le incomodó bastante teniéndolos puestos sin medias, pero no tenía allí en su poder. Por si acaso, el hombre pelinegro revisó la maleta que lo acompañaba, pero no había nada más que una computadora y papeles…Aquello le dio una idea y vació la maleta de esas carpetas inútiles, para solo dejar la laptop, se la colgó al hombro, trató de parecer lo mas relajado y serio posible, para finalmente salir del cuarto y largarse de una vez por todas.

Pero como él ahora tiene la suerte de un pavo con sobrepeso en Navidad, al salir del cuarto se estrelló contra una empleada, quién al verlo, su rostro se crispó a uno de terror puro, palideciendo y dejando caer la mandíbula, sin duda lo reconoció. Moriarty volvió a sentir su frente acalorada y tomó a la señora de los hombros.

— Oiga, no es lo que parece si? Yo… — Jim se obligó a detenerse, porque la señora sin borrar esa expresión de su rostro, sus piernas flaquearon y cayó con estrépito al suelo, pálida y fría, como un…Cadáver. Jim se agachó con ella temblando levemente de la impresión, y puso sus dedos en el cuello de la empleada, para percibir pulso alguno, su pecho tampoco se movía, estaba muerta. Paralizado por la confusión de cómo demonios ocurrió, oyó gritos procedentes del pasillo, y mas trabajadores se acercaron corriendo para socorrer a la mujer, él se apartó al instante, sin siquiera poder articular palabras. Más personas se arremolinaron sobre él y decidió irse de allí de una vez, aunque habían tantos que se lo impedían, tampoco quería tocar a nadie, así que pidió permiso a un señor.

— Permiso, señor…

— Debemos ver que demonios pasó, usted mejor dé permiso. — Espetó el médico forense, hecho que molestó al criminal en cubierto, y se hizo paso a puros empujones, sin importarle las malas miradas de los empleados y algún insulto en susurro por allí, de todos modos no le faltaba mirar atrás para saber que todos esos empleados terminaron muertos en el suelo al ser tocados por él en los empujones.

Caminaba rápido, ya no quería estar allí, la alarma dentro de poco se activo, las luces parpadeando de rojo lentamente, pero a él no le importaba. Varios empleados y superiores corrían a su lado para socorrer a los caídos, y él los tocaba de paso silenciosamente, hasta tantos que caían a sus pasos, muertos de un infarto, desangre, hemorragias internas o rápidas y repentinas enfermedades, incluso uno que otro suicidio, hacían sonreír al criminal, se sentía renovado, poderoso, imparable…Inmortal. Aquello le recordó una frase que aquella mujer en la oscuridad le dijo:

«Cada vez que toques a uno, irán detrás tuyo, siempre…»

Así que los mataba con el más simple toque, tenía el poder de la Muerte en sus manos, realmente se sentía satisfecho de si mismo. Este nuevo renacimiento le diagnosticó un diferente y mejor estilo de vida, se sentía…La reencarnación de la Muerte. Incluso cuando estaba más cerca de la salida, la bloqueaban un pelotón alineado de soldados, apuntándole directamente a él, pero Moriarty no borraba esa sonrisa de su rostro, aún cuando un disparo le penetró de lleno el corazón, manchando de sangre su ropa, no dejó de caminar, como si solo hubiera sido una picadura de mosquito. De un certero puñetazo en el estómago hizo caer al soldado y tomó su rifle, para empezar a disparar a los demás, que igual hicieron, creando agujeros en todo su cuerpo, pero seguía caminando hacia ellos como si nada pasara. Cuando las balas se le acabaron a su arma, la dejó en el suelo, y el pelotón se retiró corriendo cuando uno de ellos lanzó una granada al criminal, pero Moriarty sonriendo como «Me esperaba más», la atrapó en el aire, y la tiró de vuelta hacia ellos, haciendo estallar el camión blindado y todos los que estaban cerca de él…

Moriarty salió victorioso entre el humo, y se giró para contemplar el gran genocidio que había creado con solo despertar en la morgue. Se relamió los labios, pensando en todo lo que podría hacer ahora, era realmente poderoso, devorando la vida con solo un mínimo toque, oh…Esta oportunidad de lucirse ante el mundo sin duda la aprovecharía al máximo.

Bajó la cabeza a sus manos, no tenían ningún agujero de balazos, igual que su cuerpo entero, como si aparte tuviera algún poder regenerativo por ser algo…Inmortal e inevitable. Después observó a un hombre agonizando justo a sus pies, quien se quejaba de sus múltiples heridas y trataba de moverse. A Jim le dio risa tal intento tan patético, seguro el soldado tendría mujer e hijos…»Que pena que vayan a recibir la muerte de su marido y padre tan temprano» Pensó mientras estampaba su pie en la cara descubierta del hombre, destrozando su nariz, explotándola en sangre, mientras rápidamente el uniforme del hombre se manchaba de rojo por la abertura de más grandes y profundas heridas.

Acomodándose la corbata como todo un caballero, Moriarty se retiró de aquel lugar aun sonriendo malicioso, la Muerte había cobrado vida en forma de él, no se puede evitar lo que algún día vendrá tarde o temprano. Empezaría un mejor juego con aquel detective y su fiel compañero, sabrán la existencia de él, James Moriarty como la misma Muerte…

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