El de la Harley-Davidson

El de la Harley-Davidson

Cuando quiero recordarlo me resulta confuso. Se me mezcla la correcta sucesión de los acontecimientos, como en una pelicula mal compaginada.

Pero no siento dolor, ni pena.

Es raro.

Observo los hecho casi con indiferencia , como esas peliculas empezadas que vemos en la televisión durante un dia de lluvia. Nos resultan aburridas, pero la vemos igual porque sabemos que no tenemos opción. Porque si elegimos dormir para olvidar es como adelantar la muerte.

Y todavia hay cosas por hacer. Aunque nos resulte abrumador lo que viene, tenemos que seguir adelante.

Por eso cuando pasó lo que pasó me pregunté luego por qué las cosas tomaron ese rumbo. Si normalmente todo se resolvia saliendo a dar un vuelta o yendo con la moto hasta la costa a tomar unas cervezas. Ella sabia como me gustaba presumir de la Harley. Y de ella en la Harley. Cuando algún pendejo se queria pasar de vivo, le estrellaba los dientes contra el asfalto. Era como un tributo que les rendia a ambas. Si, a las dos. Todos en San Isidro nos conocian y nos respetaban. Hasta nos tenian cierta admiración.

Los tres pareciamos antiguos dioses arios. Perfectos, en medio de tanta bosta, tanta vulgaridad…

Por eso no pude entender cuando me dijo que se abria. Y toda la sarta de pelotudeces que vino después. De que nunca habia sido tan feliz, de que lo recordaria como la mejor etapa de su vida. Lo peor de todo fue cuando mencionó ese insoportable lugar común de que podiamos seguir siendo amigos. ¿Cómo seguir respetando, siquiera , a alguien que rechaza la gloria, que prefiere el barro? ¿Cómo podía permitirle que se metiera de nuevo en esa vida clase-media de mierda de quien va de la casa a la oficina, cada puto dia, de 9 a 6 y se piensa que disfrutar es irse dos semanas por año a alguna playa del orto? Los tres habiamos compartido el Paraiso

¡No podia permitirle esa vida degradada, inferior!.

Fué asi que le propuse el último fin de semana en Cariló. Juro que todavia no lo tenia decidido, pero cuando tomé la ruta 36 y empezó con todas esas justificaciones imbéciles, corté el microfono del casco al toque. Ella iba abrazada atrás mio y por el moviniento de su pecho sentia que me seguia hablando, que no paraba de hablar.

En ese momento me abrí para pasar al micro que tenia adelante y vi al Mercedes que venia de frente. El chofer se puso como loco, me hizo luces, se pegó a la bocina. Yo simplemente clavé los frenos, la incliné y la dejé caer. La Hurley se deslizaba en cámara lenta cada vez mas pegada al piso, perfecta como una cuchilla metálica, contra las ruedas del camión.

Por alguna razón mi cuerpo rodó en el asfalto y quedé en la banquina.

Ella y la Hurley se convirtieron en una sola masa de carne y hierro, ardiendo como en un antiguo funeral vikingo.

Fue algo dantesco y grandioso a la vez.

¡Un terrible accidente! dijeron. ¡Imbéciles! ¡Mas que imbéciles! Tanto miedo a la muerte los enjaula a todos en vidas de insectos.

Por mi parte, cuando en un mes o dos se me suelden las costillas rotas, voy a volver a viajar a Colorado o Nevada para ver si consigo otra buena Harley.

También tengo que reponer la Lugger y el libro de Holderling que perdi el dia del choque y que extraño tanto…

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