Escribo porque siento hacerlo. Porque las letras han logrado encontrar la llave que había perdido. Esta jaula de hace años enmohecida por el tiempo, decolorada por la lluvia y el invierno empieza a abrirse poco apoco; no siempre sale lo que me gusta, ni lo que a todo el mundo le agrada, pero en cada palabra hay un ave saliendo de esta jaula, que sale gritando a viva voz todo lo que calló por años… aunque parezcan siglos.
Escribo porque es oxígeno a mi cuerpo, aire a mis pulmones. Escribo porque al hacerlo, las letras me muestran el mapa que extravié hace años, donde no sé ni cómo ni dónde, me perdí. Y al escribir, poco apoco, como el pirata buscando su tesoro escondido se va acercando a lo que ha buscado, me encuentro cada vez más en mis versos.
Y ya no soy el mismo de antes ni lo seré jamás. A veces, quizá hay que perdernos en el camino para encontrar tesoros escondidos, para que al volver al camino conocido tengamos algo nuevo para dar, para contar.
No siempre reinventarse es hacer lo conocido ni seguir el manual preestablecido. Ahora soy yo buscándome a mí mismo. No escribo para nadie, solo para que en algun lugar del tiempo y del espacio, mis versos encuentren a mi «yo» que se extravió.
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