Elegía a la patria:
No sé cuántas flores disponer exactamente en la tumba de la patria más feliz del mundo. Pero, como dicen por ahí se es feliz cuando se es ignorante. Y no es que esto sea una fábrica de ignorantes, pero vivimos en más de un millón de kilómetros cuadrados donde para sobrevivir lo mejor es hacerse de la vista gorda.
Es difícil hacerse a la idea de que se vive en un país violento y manchado de sangre por excelencia, un país muerto que nutre su tierra de la sangre tibia de los hijos a los que asesina, una patria desalmada, alzada en armas, sin nada de calma que alimenta las lágrimas de tristeza y vacío de miles de madres dejándolas emocionalmente desarmadas, una nación que desde que nació está sumida en un mar de sangre: no importa. Si la sangre que nos inunda es inocente o culpable, al final las cargas de los actos no quedan en el líquido que nos irriga, sino en el nítido dolor que nos rodea.
Que se podría plasmar en el epitafio de una comunidad que sale de una guerra para entrar en otra, donde el desquite, el karma y la ley de acción y reacción están jugando en un efecto domino eterno y repetitivo. Que se puede esperar si la guerra se convirtió en un juego de niños jugado por viejos donde por cada golpe se devuelven dos. Colombia en guerra, la Hidra de Lerna, cuna de la violencia que se multiplica y no para. La nación llena de profesionales fracasados. Y niños repitiendo la historia de “Desquite” siendo heraldos de la guerra con toda el alma. Sintiéndose asesinos de película, solo que ellos tarde o temprano serán olvidados.
Asesinos, bandoleros niños y adolescentes sin oportunidades, rodeados por una educación donde el aprender se confundió con el memorizar. Donde los niños que no tienen oportunidades se tienen que volver adultos a temprana edad para luchar la guerra.
Una guerra de vejetes mequetrefes que aun piensan como niños. Una guerra que ve a los inocentes como peones en un juego de ajedrez interminable ignorado, pero no olvidable.
El país está como esta porque somos un circo. Un circo de payasos muertos, controlados por cirqueros avaros, moviendo un látigo que iba dispuesto a golpear nuestra conciencia, nuestros bolsillos y nuestras oportunidades. Hijos de una sociedad que en todo sentido nos ha impuesto desgracia y por desgracia más impuestos para financiar el espectáculo.
Es lamentable ver como la cifra de líderes sociales asesinados cada vez se acerca a los mil, es triste ver como en toda la historia de Colombia lo único que hemos hecho es seguir produciendo generaciones donde imperan perfiles psicológicos como el de “Desquite”. Es aún más triste y más absurdo, que no terminemos por completo toda la guerra interna para que surja un nuevo conflicto, pero es aún más lamentable, más patético y más desgarrador que en sesenta y un años Colombia no haya podido volver más digna la vida de sus hijos y los siga asesinando.
Yo pregunto sobre su tumba rodeada por dos mares y una cordillera que la atraviesa: ¿enserio no hubo manera de que Colombia en vez de matar a sus hijos, los hubiera hecho dignos de vivir.
Si Colombia no pudo responder esta pregunta, entonces se cumplió la desgracia profetizada: Es acaso que Desquite nunca murió, y la tierra en donde fue enterrado, siguió alimentándose del terror, sangre, dolor y lágrimas.Al final el fantasma olvidado reprodujo sus conductas en los siguientes inocentes llamados por Ares.
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