Bitácoras de viaje

Bitácoras de viaje

Lucio Pereyra

21/08/2019

Bitácora N°0.11000100000000000000000100…….

¿Por qué escribo?… Los humanos han buscado la eternidad desde siempre, En anteriores momentos sus vidas, eran como hoy, también efímeras, y para quienes aspiraban a la trascendencia solo hubo dos claras maneras o bien se embarcaban en el viaje de la palabra con la intención de ser más que sus cuerpos, o también podían aspirar a la eternidad en la carne por medio de la descendencia.

Los que lo intentaron desde el signo, trataron de trascender por medio de él y se volvieron imperecederos. Al inicio la evocación al símbolo era un privilegio de ciertas almas, en esos momentos las señales percibidas en las mentes de quienes revivían a los eternos estaban cargadas de significado, y era gratificante aventurarse en aquel viaje desde la inmanencia dejándose acompañar, siendo parte de su longevidad.

Con el paso de los hechos, los primeros, continuaron viviendo según normas celestiales buscando la iluminación en un infinito normativo y por tanto finito, uno que no conocían ni entendían, ni buscaban comprender. Rasgo que hicieron característico de su formación., denostando toda libertad sobre las demás formas de perpetuidad del ser. En ese presente los eternos del signo se convirtieron en inmorales, pero como tales aun siguieron buscándose en el símbolo compartiéndose en la mente con otros aspirantes a la transmigración, compartiendo en la intelectualidad y en el sentir.

Esta devoción devino en la fe material, y la trascendencia espiritual se solapo con la carne volviendo al inmanente más objeto que mente en lo que llamaron modernidad. Su posibilidad de evolución espiritual ahora estaba definida no tanto por la carne si no por una fusión de un ser ambicioso y despojado del sentir empático con su entorno, con otro frio y calculador que evaluaba conjeturando sobre números la suerte del mundo natural que le rodeaba, corriendo tras un horizonte de ganancias que siempre se alejaba de sus manos y solo se mantenía allí para sus ojos. Para esta época los eternos insistieron en que la razón era el camino porque está siempre había sido su vía regia pero no hacia la cuantificación y análisis del entorno como producto, si no una razón introspectiva que les diera la llave para comprenderse como hijos ajenos de cualquier creador.

Aquel homínido apático-matemático continúo metamorfoseándose, y es en la actualidad que transitamos, donde la trascendencia no está atada al signo en el papel o en la palabra, ni en la búsqueda de lo divino, ni mucho menos en el objeto calculable devenido en ganancia rentable. Hoy el ser mundano media en una mixtura de cuerpo alma y circuitos, transgrediendo su existencia efímera en datos por redes cableadas a velocidades de vértigo que definen su presente. En esta etapa se siguen presentando las dos posturas de migración del ser y ambas corren por estas redes unas exponiendo su coraza buscando la misma trascendencia en la carne, que sus precursores del ayer pensaban la única vía de perpetuidad y los hay de los otros también, de los que buscan la inmortalidad en el signo, y aun en un entorno liberado de significado buscan esa conexión entre las mentes que los pueden hacer trascender en ideas.

Estos seres particulares se aferran a su singularidad aun en una época caracterizada por las versiones estándares de cada uno presentadas como paquetes pre-programados. Buscando ahora en el código y en lo binario, lo que antes fantaseaban en el mito, dibujaban en cavernas con sangre, cincelaban en rocas, o compartían por medio de plumas en tintas al papiro. Estos pretendientes de aquella ajena y tan lejana iluminación, hoy viajan eones en segundos nutriéndose de las mismas palabras de aquellos eternos, de aquellos inmorales y de los razonables de la modernidad, perviviendo en sí mismos su eternidad, haciéndola propia y emulándola digito por digito tecla por tecla con tinta virtual sobre papiros pixelados en pantallas brillantes, buscando la única transmigración que en verdad valió siempre y la única que implico verdadero avance… la transcendencia en ideas, en la palabra y en la empatía entre sus iguales logrando así la comunión de las mentes por encima del mero tránsito existencial que ofrece lo sensible.

Puede entonces que hoy, sea cual sea este presente tuyo en el que me estés leyendo un poco de mi haya trascendido… tal vez por eso escribo…

Bitácora N° 7082019

Mientras me encontraba perdido en mis viajes, tuve la curiosa suerte de presenciar aquellos momentos donde el mundo recicla debates clásicos, desde las voces de otros participantes. Como si el demiurgo en su imperecera maquinaria creadora, a veces no encontrara respuestas al fin de sus propias creaciones y necesitara reeditar las disertaciones del ayer ne el hoy en un intento de comprenderse comprendiendonos.

Fue el amor la reconstrucción de aquel día como una reminiscencia a aquella charla citada por Platón en el Banquete lo que tuve la curiosa dicha de contemplar. Desde lo ajeno y como un participante tácito de aquel contrato entre los hablantes del que solo participaba uno de mis sentidos, hasta que otra viajera de aguas corrientes, me hizo parte del debate. Su invitación fue una simple pregunta de una complejidad inusitada, ¿para vos, que es el amor?

Es preciso hacer una pausa en este punto, pues como más de una vez acostumbro, esgrimí mis percepciones en ese momento y la charla concluyo sin mucha resolución para los hablantes más que ser un interludio a la batalla que nos ocupaba en ese momento y nos había reunido. Más no me sentí del todo realizado al no haber logrado dar con una respuesta a aquel cuestionamiento, y las cavilaciones me invadieron gran parte de la noche hasta llevarme a este momento en el que escribo, tal vez por no plagiar las palabras de Platón en Sócrates más allá de estar bastante de acuerdo con su definición, que no lo parafrasee en aquel momento, o por mi simple tendencia a ser laberíntico no me permití encontrar la salida en una frase conveniente. Pero de la vela nocturna que dio lugar a mi creatividad postergada pude acercarme un poco algo que a mi sin embargo me resulta tan complejo transitar como creo no me sucede con ningún otro sentir, al no poder entender al amor como eterno, sin embargo, si me he comprometido a nunca mentir acerca de él, y a ser de esta manera consecuente con la idea de que el hoy es el único momento del que soy plenamente consciente y del que puedo dar cuenta.

Esto sin embargo que puede ser tomado como una salida por las tangentes por mi parte, para no dar una definición, no deja de ser algo completamente diferente pues siempre creí en que este sentir no se media en tiempo si no en intensidades y es la idea de pensar que este estado tenía un final de un momento a otro lo que me llevaba a ser cada día una mejor versión de mí mismo en todos los aspectos que creía necesarios para ser digno de ese afecto que siempre creí tan fugaz y complejo de experimentar. Más aún si pienso en que nunca creí que este sea un sentimiento que no devenía, porque de ser así, que triste seria amarnos como nos amamos el primer día aun luego de hoy conocernos más que aquella vez, por el contrario, debería sentirte más intenso porque a diferencia de aquel primer momento idílico en el que la sensualidad de las formas pudo haber nublado mi juicio hoy te veo completa, y te siento y deseo incluso en esas imperfecciones que te hacen única. Pero creo es el miedo al final lo que hace que las respuestas y reacciones sean despectivas a este pensamiento, el vivir siempre con miedo a que lo bueno o lo que nos gusta termine no nos anima a reflexionar sobre lo exquisito que es vivir con toda la intensidad cada segundo. ¿Puede que el vivir de forma tan enérgica cada segundo en eros pueda hacer que este apego se gaste aún más rápido? Esto no lo sé y la verdad nunca me paso a mi particularmente, pues creo que, es de los pocos sentimientos, de los que no tienen medida ni tiempo por eso deben vivirse con vigor. ¿Entonces me preguntaran que es el amor en definitiva?, Al menos hoy, creo es la única salida a la cárcel del tiempo, que se nos presenta como llave en el otro. Al fin de cuentas solo puedo transferir lo poco que por ahora pude sacar en claro en base a mi experiencia, arriesgándome con esto por supuesto, a no decirles nada nuevo pues la vida nutre más al que más la vive, y mis dilemas de hoy pueden ser ya trivialidades resueltas para ustedes, pero volviendo al punto, creo que nada en este mundo es eterno solo por pretender serlo, ni los sentimientos ni las acciones ni la palabra ni el pensamiento, ni particularmente el amor pero si trabajamos día a día por mantenerlos vivos, puede que sin darnos cuenta le estemos ganando esa pulseada en la eternidad solo a fuerza de momentos.

Bitácora n° !#»*?$..

El tiempo como unidad de medida sobre los momentos que acumulamos en la vida es un concepto extraño, a veces pasa rápido, otra es tan lento que se sufre cada minuto. Es interesante reflexionar sobre lo poco verosímil que resulta ante su análisis. Si es cierto que el tiempo juega con nosotros un minuto a la vez, como si fueran naipes de una baraja, como es que para nosotros los humanos este juego resulta tan amorfo, siendo tan diferente un minuto en la felicidad que diez segundos en el aburrimiento.
Es aquí donde las percepciones juegan dados con nuestra atención en los detalles y nos ofrecen una gran baraja de cartas como experiencias referenciadas en nuestro sentir, en nuestro ser, en nuestro deshacer. Nunca terminamos de entender si este juego de naipes con las que juegan los relojes existen realmente o si son un invento de la mente humana que tiene la mera función de hacernos más simple el comprender la sucesión de los hechos. Algunos jugadores usan estas cartas de manera a temporal, nunca recuerdan las fechas presuntamente especiales, ni los interludios que llenaron la temporalidad, desde un evento a otro en el tiempo. otros suelen cuantificar cada naipe, con supuestos aires de importancia. Como si esas manos articuladas siempre bajo hilos invisibles y atados a obligaciones cotidianas, fueran más importantes que otras más centradas en el sentir pleno. Sin embargo, las cartas suelen repartirse más de una vez, a veces son más de dos o más de muchas más que dos. En ese eterno carteo, donde las barajas avanzan hacia la vejez es que se comprende que dicho juego no existe más que como medio, y no como fin en sí mismo. Que se puede escapar de la vida cronológica a la que nos arroja esta posmodernidad vigente, que se presume veloz, pero está anclada siempre en un ahora que ya paso. En un ahora que no vive, en un ahora que no siente ni disfruta, en un ahora que escapa a las sensaciones verdaderas quedándose en percepciones efímeras. Que solo existe para ser en función del producir ajeno y no en función de ser para sí mismo.
De las pocas veces que nací aprendí estas cosas, pero más aprendí de la muerte de los momentos que no supe vivir.
Así al conceder a la muerte del momento, el auténtico poder que tiene como energía generadora, es que tal vez se puede volver a nacer para comprender que él ahora es el auténtico tiempo. No porque pretendamos dejar atrás todo y no hacernos cargo de lo vivido si no porque somos ahora y es de lo único que tenemos certeza, además de que, en esta ecuación del ahora propio, omitimos el recuerdo y sin recuerdo siempre hay experiencia presente, y es más fácil reinventarse, siendo más simple sentir al máximo ese amor como si fuera el primero, saborear cada bocado como si fuera único o alcanzar el éxtasis como nunca antes. viviendo el ahora propio como un eterno retorno, barajando y dando de nuevo en un juego intrínseco que se sustenta en sí mismo y no depende del ayer ni de otros jugadores para seguirse recreando.

Bitácora de viaje N° 3182019

La pequeña colibrí volaba entre estaciones escapando del invierno hacia la primavera de la vida. En sus viajes el frió del mundo la perseguía pretendiendo helar sus alas, pero la calidez de sus ensoñaciones solían traerla al presente entre giros y volteretas que el hielo no podía comprender. En ocasiones llegaba a escarchar apenas sus plumas invitándola a guarecerse en la quietud, aletargando su aleteo vivaz, o buscando inferir en ella angustias estíbales que empañaran sus ágiles fantasías. Esta danza no solía durar más que unos raudos momentos, pues la pequeña ave era tan fugaz como el aire, a veces como el viento abrazador de un desierto otras como una leve briza en el llano y nada podía contenerla en un solo sitio demasiado tiempo, más que su propia forma que era esencia acto y potencia en el cambio.
La nieve sin embargo si había alcanzado a tocar a otro ser único, un lobo ,uno que entendía la soledad desde el propio invierno, pero que no comprendía la calidez de la primavera ni lo fugaz del aire, sus pensamientos eran otoño eterno que recorría días, años y temporadas completas desde la a temporalidad, este ente solitario en el frió, también recorría el mundo entre estaciones escapando a la primavera pues su fuerza residía en el análisis razonable, para atrapar sus presas, en la estabilidad del pensamiento y en el escape solido de los apegos del verano que lo exponían de otra manera a los ojos de la manada. La primavera añoraba la razón del lobo y el invierno la esencia inventiva en eterno devenir del colibrí. Más las estaciones no podían poseer a sus opuestos sin marchitarlos, sin revertir su esencia pues el ave muere en el frió y el canido no soporta el calor.
Sin embargo ambos ermitaños eran viajantes incansables con percepciones opuestas y caminos dispares, y entre tantas almas de otros animales que encontraron y frecuentaron en sus viajes, hubo por asares del destino en los que el lobo no creía y el colibrí comprendía mejor que nadie, una ocasión entre mil que los cruzo en una vana empresa, que hoy resulta intransigente a la luz de lo que genero entre ellos, una conexión entre las antípodas con suelo en la admiración de lo opuesto, pues el lobo amaba no poder leer desde su razón el aleteo del colibrí y esta adoraba la manera en que el can entendía el mundo aun si no lo compartía en todas sus facetas. En estas charlas sólidas y esporádicas fue que el invierno por fin pudo, atreves de las palabras del lobo acariciar con sus frías escarchas las alas del colibrí sin lastimarla y que la primavera echó raíces en la mente del lobo sin abrumar con su perfume el olfato instintivo que lo guiaba.
De estas conexiones diferentes es que los seres únicos se forjan y se transforman unos a otros sin perder su esencia siendo en la suma de virtudes más que en la división de las partes. Siendo amor en el cambio y singularidad en la permanencia. Siendo tierra y aire siendo primavera y otoño. Siendo siempre siendo.

Bitácora N° 787878

Melania está de pie junto a una vieja silla de madera de ébano en su celda, su rostro se refleja sobre un enorme charco carmesí que se extiende a sus pies, en la penumbra de la habitación débilmente iluminada. Las palabras que escribió en las pareces ahora son apenas visibles asemejándose a desgarros de una bestia de antaño en fríos muros pétreos de alguna caverna abandonada. Frente a ella yacen tres cadáveres desfigurados y frescos, La sangre mana de ellos como si fueran toneles de vino. Estos cuerpos han sido mancillados duras y repetidas veces por una afilada hoja que descansa de su extenuante actividad en las cálidas manos de la muchacha en cuyo rostro se aprecia un semblante decidido y tranquilo.

Tal vez sea oportuno rememorar eventos acontecidos en otro presente, para comprender cómo es que, en este ocaso, todo se refleja de un tono escarlata en contraste con el fluido que tiñe el suelo de la habitación.

Los padres de la joven le enseñaron de pequeña, lo que se esperaba de cada persona. Las buenas gentes siempre permanecen sujetas a las buenas costumbres, de esta manera se forjan como personas de bien pues si transgreden sus límites se internan en las tinieblas, fuera de la creación impoluta y sagrada. los demonios, los dragones toda clase de animas hambrientas devorarían los corazones de los transgresores. Tal fue la niñez de Melania que siempre estuvo apuntalando sus enseñanzas entre la complacencia injustificada hacia sus padres y el miedo obtuso hacia lo que podría pasar si esta obediencia no se presentaba. Más si alguna vez por azares o deseos no controlados tenía la impericia de desviarse, la culpa atacaba su corazón carcomiendo todo indicio de autoestima dejando solo pena por no ser lo que la norma dictaba que ella debía ser.

En su pubertad la joven había sido exhortada a permanecer en la luz, a caminar sus días bajo la atenta mirada auspiciosa de su familia, de sus amistades y del común denominador de la gente de bien que la constreñía a llevar todo de cual o tal manera, pues era lo correcto a la vista de la mayoría. Sin embargo, desde hacía un tiempo en su interior se suscitaron dos posturas intrínsecas y antagónicas que se debatían por influenciar su conciencia. En ese entonces acepto a una de ellas por encima de la otra por ser la que más en comunión se encontraba con el sentido común que le rodeaba. Esa luz bien recibida busco en más de una ocasión eclipsar a su contraparte sin lograrlo pues cuanto más placer sentía por complacer a su entorno en la luz, más miserable se sentía internamente por no poder desplegar parte de su oscuridad.

Con la adolescencia este estado no hizo más que acentuarse, esa oscuridad tan suya y tan vacía de sentido común en la que se reconocía única y que su entorno encontraba como algo tan peligroso, la convertían en un ser de moral ambivalente. A los ojos de sus padres era benévola amable, condescendiente, apegada a las costumbres y a las escrituras. Sin embargo, por dentro se deslizaban otros pensamientos que la movían por rieles invisibles, a estaciones de odio, frustración, narcisismo sembrando en ella deseos de grandeza por encima del bien común. Vías sobre las que efectuaba viajes insondables en abismos de lujuria embriagada por paciones negras. La Mujer que protagonizaba estos viajes de penumbras, era libre en pensamiento y sentir, pero no en cuerpo o en acción. Al margen del odio no expresado que sentía ante los exponentes opresores visibles de esta sociedad de falsa benevolencia, se odiaba a si misma por no poder expresarlo, por ser toda esta producción de transito interno, aún más por encontrarse a sí misma como un engranaje perfecto y aceitado de una maquinaria imparable de hombres o mujeres duplicados. Hijos únicos de la conformidad, amantes de la aceptación, sordos de su singularidad a oídos del trastornado y recalcitrante retumbar cacofónico que les rodeaba.

Esas voces en su cabeza habían evolucionado con ella, advirtiéndole que el mundo perfecto en que vivía no era más que una celda, que todo era parte de una enorme cárcel que encerraba el pensamiento crítico, que reprendía su mente, acusando su individualidad de ser solo deseos oscuros, sin embargo, a su alrededor no veía cómplices de esta revelación, todos continuaban viviendo el día a día en sus celdas sin oír aquel grito de libertad que les llamaba desde las sombras. Así la soledad se iba acumulando en su interior acrecentando noche tras noche el abismo en el que se sumergía su ser.

Con el paso a la adultez Melania entendió que esa reclusión impuesta tenía guardianes. Estos acechaban constantemente su independencia, presentándose en diferentes formas. A veces en la culpa, otras en el miedo, otras en la vergüenza. En ocasiones estos celadores internos se mostraban en rostros ajenos como espejos móviles de su psiquis, antes no lo notaba, pero si en esos momentos dejaba salir su oscuridad sus sombras los avasallaban y la joven se emancipaba por momentos.

Hacía tiempo que la idea de enfrentarlos había comenzado a tomar forma, así que esa tarde mientras el sol se ocultaba tomo la iniciativa, armada solo con el filo de su voluntad, los cito a los tres junto a ella. Uno por uno fue desgarrándolos, hasta convertir aquellos cuerpos antes tan autoritarios, en girones sanguinolentos. dejando salir la penumbra fuera de su celda, aquella habitación que amaneció limpia y segura en un entorno controlado ahora era un desbordante mar de pasiones desenfrenadas que salpicaban manchando toda la estancia. Donde sea que los ojos frenéticos de la joven observaban solo había caos y desorden. Ahora que el escenario que se le presentaba a sus pies había sido solo de su creación, sin ser para nada impuesto por alguien más, desligado de ataduras o itinerarios imperantes. Fue que comenzó a sentir cierta tranquilidad, una cálida brisa pareció mecerla y las tinieblas que la envolvían comenzaron sentirse más agradables.

Sin embargo, al intentar pasar a través de los cuerpos algo más se presentó en su camino, en el centro de la habitación una niña de vestido blanco, que se parecía mucho a como se recordaba en su infancia la observaba fijamente, en su rostro se mezclaban sentimientos encontrados que se debatían entre la sorpresa, el asco pero sobre todo de reprensión hacia sus actos, fue entonces que la joven comprendió que esa era la decisión más compleja, pero en aquel estado de resolución no dudó ni un segundo desgarro también a la pequeña. Cuando la última gota de sangre terminó de inundar el suelo, las puertas de su celda se abrieron de par en par. Su oscuridad tiñó por completo aquel falso mundo de luz escapando de su reclusión.

Mientras atravesaba las rejas notó como detrás de si ya no había cadáveres si no flores que brotaban de las sombras, las palabras que antes arañaban las pareces adornaban su cuerpo formando trazos en tinta de variados colores y formas. Esas heridas que propinó sobre sus celadores ahora calaban ondas cicatrices sobre su piel, pero sobre todo la mirada cómplice de aquel régimen que vio reflejada en la niña que alguna vez fue, ya no estaba ahí para juzgarla. Melania era libre, su oscuridad se había vuelto acogedora.

El sentido…

La guerra por las ultimas reservas de agua se había prolongado por mucho tiempo, modificando drásticamente los paisajes de mundo. Tal es así que para el momento en que ya poco era habitable, las naciones en pugna decidieron pactar un acuerdo por el cese de las hostilidades. Durante el recuento de daños se había llegado a la conclusión de que las reservas restantes no alcanzaban para mantener con vida a los sobrevivientes. Con este escenario, el nuevo gobierno autoproclamado, llegó a la resolución de que se debía reducir la población aún más. Por lo que un grupo selecto de la sociedad, había sido seleccionado para guarecerse en refugios acondicionados a lo largo del mundo, con reservas de agua suficientes como para sostener su supervivencia. Entre tanto se pensaban medios alternativos para salvar el ecosistema, al resto mayores de 25 años en su mayoría que no contaban con formación profesional de utilidad para el proyecto de salvataje, se les había dejado fuera.

En un acto de clemencia si se quiere, las autoridades de turno habían puesto en marcha el proyecto letargo, cada familia de las naciones sobrevivientes recibiría pequeñas cajas negras con las dosis justas para cada integrante. Con ellas cada ciudadano que no había sido seleccionado para formar parte de su bunker local podía dar fin a su vida antes de sucumbir a la deshidratación.

De mas esta mencionar que para los que pensaran revelarse ante estas nuevas disposiciones, había finales igual de directos a manos de las fuerzas de seguridad que aun caminaban las calles en ruinas. Atravesados por estos sucesos estaban Adda y Rene recluidos en lo que quedaba de una casa abandonada que habían hecho suya por esos días.

Un débil hilo de luz se proyectaba desde la ventana hacía el rostro de Adda que en vano intentaba conciliar el sueño. Junto a ella, se dibujaba en penumbra la silueta oscura de Rene que había abandonado ya sus intentos infructuosos de lograr descansar.

Afuera la madrugada transcurría serena como si se encontrara ajena a los dilemas existenciales que acuciaban sus almas. Las tablas que tapiaban la ventana les traían retazos de lo que quedaba de la luminaria nocturna de la ciudad que se mescaba con la sonoridad propia de aquella hostilidad para ellos tan cotidiana, que acostumbraba eclipsar completamente el tan confortable silencio nocturno casi olvidado. Toda esta parafernalia de belicosidad postapocaliptica irrumpían como un eco sordo que iba a estrellarse sobre las sabanas ajetreadas que cubrían sus cuerpos desnudos.

Para Rene todo era necesariamente más complejo, para Adda todo era evidentemente más sencillo, no por eso careciendo de belleza en la simpleza. En el fondo ambos adoraban la manera en que el otro concebía el mundo, pero al mismo tiempo buscaban poseerse en sus deducciones, como una suerte de danza doctrinal donde ambos bailaban al son de la palabra que intentaban llevar uno por delante al otro. Estos eróticos movimientos intelectuales, solían terminar en su punto culmine con sus cuerpos enredados en una versión física e instintiva de aquella dialéctica, que se solapaba entre el deseo y la pasión por medio de los cuales experimentaban su amor.

¿Cómo se habían encontrado dos mentes tan dispares?, cuando debido a las bajas, los ejércitos echaron en falta carne de cañón, hubo algunos que se resistieron a unirse forzosamente a las fuerzas armadas, ellos entre otros, se organizaron en grupos para sobrevivir de la recolección. Optaron por una vida nómade, pero aparentemente libre, estando siempre al pendiente de ser descubiertos corriendo siempre el riesgo de ser ejecutados por traición.

Los dos se conocieron al unirse a un gran grupo que llego a contar con quince personas organizadas, hoy solo quedaban ellos dos, no fueron ni los más fuertes, ni los más inteligentes, ni los más rápidos, pero habían sobrevivido al fuego cruzado, puede que tal vez siendo una mezcla vacua de todo aquello sin ser necesariamente los mejores en nada.

La madrugada anterior habían considerado la idea de dar fin a todo, cuando entre las ruinas de una vieja casa, la muchacha, menciono a Rene haber encontrado en las ropas de los cuerpos de los propietarios, dos dosis de letargo.

Una salida a este laberinto, se había presentado frente ellos, lo cierto era que, no le había enseñado los fármacos al joven, pero había notado cierto decaimiento en su estado anímico desde la pérdida del último miembro de su grupo, Adda había intentado animarlo a vivir, pero lo cierto era que ella también estaba algo cansada de todo aquello, más aún ante el estado de su compañero que era su razón de seguir ante todo aquel panorama. Aun teniendo delante esta posibilidad. Esa noche optaron por postergar la decisión hasta la madrugada, luego de hacerlo un par de veces, como quien busca ganarle una pulseada al tiempo, al menos en el sexo continuaban teniendo algo de la libertad que el correr tras la supervivencia les fue arrebatando.

intentaron dormir, pero la mañana parecía también haberlos abandonado, así fue que la discusión los atrapo antes de lo esperado.

La Joven recostada sobre los despojos de la maltrecha cama, dibujo una sonrisa cómplice, sobre su rostro aperlado, al ver el semblante taciturno de su compañero, mientras entrecerraba lentamente sus ojos verdes sobre la penumbra parcial que les invadía.

Adoraba desarmar aquellos muros contingentes que construía el muchacho con su actitud ostracista, donde recluía su mente entre divagaciones en mundos caóticos edificados en ideas, que batallaban por pronunciarse hasta en las situaciones más sencillas e intuitivas de la vida cotidiana. Se aventuró a ese abismo existencialista desde la única perspectiva que conocía, la temeridad. Así comenzó preguntando, al tiempo que ponía entre ambos los pequeños cofres miniatura negros que contenían la llave que les permitiría la salida de todo ese calvario, vaya saber a qué maniático sádico se le había ocurrido distribuirlas en dichos recipientes, lo cierto es que en este presente se habían convertido en un símbolo de muerte piadosa para cualquiera que los encontraba, había algunos que preferían llamarlas llaves haciendo una especie de metáfora suave, con la posibilidad de abrir una puerta al olvido.

– ¿Aun dudas si tomarla?

Le pregunto Adda mientras se erguía para quedar frente a él sobre el catre maltrecho en el que se encontraban.

– mmm…tantos días escapándonos de eso para ahora pensar en tomarla por nuestra cuenta respondió – mientras se cruzaba de brazos en un prolongado suspiro, observando el tenue brillo de los recipientes oscuros.

– “eso” se llama morir, dilo por su nombre – comento la joven con una sonrisa entre sus labios.

Rene la miro con suspicacia y continuo como hablando consigo mismo mientras recorría con sus dedos las cicatrices de su brazo izquierdo, otro peaje que tuvo que pagar para llegar donde estaba.

– Hemos sobrevivido a mucho, pero esto no es vivir, sin embargo, no acabo de sentirme a gusto con la idea de terminarlo todo.

– ¿te afecta tanto que desaparezcamos?

inquirió La muchacha al tiempo que extendía sus brazos de porcelana, amarrándose al cuerpo del joven que no pudo menos que sonreír ante el inesperado gesto. Beso su mejilla, soltándose luego, busco entre sus ropas cigarrillos, dio con uno un poco humedecido y a duras penas logro encenderlo con esas prisas que acostumbraban regir sus enérgicos movimientos, casi tan vivaz como al inicio, cruzo sus piernas mientras pitaba. Al exhalar la primera bocanada, el humo ascendió ocultando sus ojos, que se dejaban ver como hojas verdes y frescas entre la neblina.

– Qué caso tiene analizarlo tanto, la única diferencia si lo tomamos, será que hoy al menos tendrás la certeza de que mañana no estarás aquí.

– Eso es cierto, pero porque lo sé, es precisamente que me inquieta. ¿Qué sentido tuvo el haber estado?

– Absolutamente ninguno más allá del que le hayas dado, a cada día. Sabes que yo no creo que la vida tenga sentido en sí. Pero si tiene sentido en mí, es decir el que yo le dé a cada minuto que la viva, incluso si deseara vivir mi muerte.

El joven hizo una muesca, ladeando la boca a un lado, al tiempo que meditaba las palabras de su interlocutora. Unos segundos después posando su cabeza sobre las piernas de la mujer continúo diciendo.

– Si asumimos que las cosas y por tanto también las vidas no tienen sentido por si solas más que el que les damos, entonces ¿la muerte en si tampoco debería tener sentido alguno?, a eso ibas, ¿no te asusta morir?

– ¿La muerte? – Adda soltó una carcajada risueña mientras acariciando el rostro moreno de su compañero – Y porque temer a morir de esta forma, si tomamos esto de morir como el no ser, la ausencia de sentimientos, de tener hambre, de tener sed, de pensar si no moriré mañana de manera dolorosa. Pues en ese caso al decidir morir por mi cuenta, me aseguraría el no pensar, ni sentir hambre, ni sueño, ni sed, ni ser infeliz, en definitiva. En ese caso tampoco tendría sentido que me plantee la posibilidad de la muerte como algo a lo que temer.

– Es una manera simple de verlo, ¿tendría que asumir entonces que este último día antes de la pastilla, tiene el mismo sentido para mí que los anteriores?

– Eso es lo que creo.

– Tal vez sea incluso un poco más feliz de esta manera. si lo piensas, nadie va llorar nuestras muertes, ya que los dos moriremos al mismo tiempo.

– ¿Ya ves como lo único malo de la muerte en sí, es pensar en ella? Si nos vamos todos de un tirón, nadie será infeliz por pensar en que no esté el otro.

Ambos soltaron una carcajada ante dicha revelación no obstante volviendo a la carga el muchacho se puso de pie de improviso, mientras veía por las rendijas de la ventana destrozada comento articulando una sonreía irónica, tan normal en el cuándo estaba animado por la conversación, algo que hacía tiempo no veía en su rostro, para Adda se presentó como un soplo de aire fresco, entre tanto vicio.

– ¿Y si dios o una inteligencia superior nos castiga por tirar a la basura esta, supuesta bendición de vivir?

Adda voltio hacia él, pasando del encanto a la sorpresa, mientras dejaba caer las cenizas de su cigarrillo sobre sus pechos desnudos. Elevo la mirada y con sus ojos fijos en las manchas de humedad del techo contesto, pensativa.

– ¿No sería dios el ser más virtuoso? De ser así, ¿porque nos castigaría?, ¿por venganza? ¿No son esas características propias de los humanos?, sería absurdo temer a un dios así. Y si fuera un dios tan humano, en ese caso, de seguro seria falible y por tanto ya no sería digno de que sienta temor de él.

– Suena razonable desde ese punto de vista- comento el joven. Sin embargo, un pensamiento se presentó frente a él en ese instante. – espera – exclamo de pronto – no crees que hay actos que tienen sentido por si mismos?

Adda observo las cajas sobre la cama, y tomando una entre sus dedos respondió.

– ¿Sentido en sí mismo? Como que, nada de lo que vivimos en este momento tiene sentido, es absurdo en sí mismo vivir para estar sufriendo.

– Es cierto, es por ese absurdo que es vivir, que la muerte tiene sentido, sin embargo. Podría pensar que es la muerte lo que da sentido a los días que vivo.

– Aun para vivir en este lugar tan horrible escapando de la muerte día a día y ¿pensando en los tormentos que podrías afrontar? – la joven abrió completamente sus ojos que ahora observaban fijamente a Rene, el cigarrillo descansaba aun en sus gruesos labios purpura, cada vez más próximo a su consumición, sin apartar su mirada de su compañero abrió la caja.

El muchacho, apoyo su delgadez sobre la pared derruida, sin percatarse de lo que sucedía frente a sus ojos, dejándose atraer por el atractivo mundo de relaciones que se presentaban en su cabeza ante esta nueva salida, comento entonces

– Si nuestra vida no tiene sentido por sí misma, siendo la certeza de la muerte lo que le da sentido a vivirla. Debemos pensar tal vez que para que esta vida no sea un absurdo esperar de la muerte, los actos humanos por si mismos deberían tener un sentido. Al hacer, nos significamos y eso da sentido a nuestra vida.

La joven lanzo la colilla del cigarrillo mientras levantaba una de sus cejas, no pudo evitar sonreír al verlo tan animado más allá que aún no comprendía adonde quería hacerla llegar. Exhalo su última bocanada mientras se reclinaba atrás cruzando sus piernas y comentaba.

– SI eso te da fuerzas para seguir, entonces no deberías tomarla, yo sin embargo aún debo hacer algo más… – Casi sin esperar a terminar sus palabras, llevo la pastilla a su boca y la trago.

Una pesada ensoñación invadió su cuerpo al instante, y se dejó caer sonriendo mientras veía como su amado se lanzaba sobre ella, comprendió que con la elección de su muerte les había dado un sentido a sus palabras, y al mismo tiempo ambos habían ganado una discusión por una vez sin dejar que sus cuerpos hablaran más que la razón.

atónito por la escena que se había sucedido frente a él, intento reanimarla, pero la figura de su cuerpo hace minutos tan activo, era ahora una perfecta estatua de mármol rígida e inmutable que descansaba sobre sus brazos. invadido por un torrente de sentimientos enfermizos, se lanzó desesperado sobre la segunda caja aun en la cama, la abrió desesperado buscando el también una salida a todo aquel dolor. Pero dentro de ella no encontró la singular partilla morada característica, si no que en su lugar se hallaba un trozo de papel mal doblado.

Al desplegarlo leyó escrito con labial purpura, ese que tan delicadamente sabia adornar sus labios, “ahora si tienes una razón para vivir” …

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