¡Ah, señora! con los años te has vuelto más bonita
Pero desde siempre al Señor pregunté:
Qué pinceles ocupaste maestro
Para ponerle magia a su rostro
Pintando un abismo negro en sus ojos
Dando simetría a su nariz;
Definiendo las líneas en sus pómulos
Para formar su sonrisa.
Señor, lo tuyo fue una obra magnífica
En ella pusiste lo mejor de tu arte
Colocaste sus pestañas, sus cejas
En el lugar perfecto, además, labraste
Con absoluta dedicación un lugar sagrado;
La fuente donde nace el amor
Donde juegan como niños los besos.
En su cuerpo sembraste la armonía
Ahí se conjugan la música y la poesía.
Por eso, al tocarla, maestro, mis manos
Se llenan de tu gracia divina.
OPINIONES Y COMENTARIOS